"Todas las semanas alguien nos dice: "Si no me
suicido, es por mis hijos"
Eldiario.es entrevista a dos educadoras sociales que, debido
a su profesión, están en contacto con algunas de las realidades más trágicas de
nuestra sociedad.“Esto es una guerra, pero sin balas. La gente afectada ya no
tiene para lo más básico. Vienen pidiendo ayudas para comida, vacunas o la
luz”, explican.
A pesar de que la educación social es un servicio de
prevención, afrontan casos de riesgo grave o muy grave
Las educadoras sociales entrevistadas, con la camiseta
naranja en contra de los recortes y una cita de Eduardo Galeano. Por razones laborales, prefieren mantener el anonimato.
Laura y María son dos educadoras sociales que trabajan en dos ciudades
diferentes. Me cito con ellas en un barrio de Madrid. Durante tres horas
conversamos sobre la realidad social con la que se encuentran cada día y que,
en el mejor de los casos, solo se suele conocer a través de cifras. Lo que
cuentan es lo que pasa a pie de calle, lo que constituye la base de los
problemas actuales en nuestra sociedad.
Pregunta: ¿Se percibe en vuestro trabajo un cambio en el perfil de las
familias que acuden a pedir ayuda?
María: Sí. Para empezar, no pasa semana sin que alguien nos diga que “si
no fuera por mis hijos me tiraba por el puente, me quitaba la vida”. Este es un
indicador claro del grado de desesperación de la gente, y ves que te lo dicen
con el corazón en la mano, lo hablas con otros compañeros de otros distritos y
te cuentan casos similares.
Laura: Sí. Nosotras como educadoras sociales somos teóricamente
servicio de prevención, pero todas las familias en las que intervenimos son
riesgo grave o muy grave. Hay una normalización de cosas que antes eran
escandalosas.
María: Y es muy grave, porque al final que un niño solo coma una vez al
día te parece normal, cuando hace tres años era impensable.
Laura: El año pasado empezamos a notar el aumento increíble de
número de personas que no tenían comida suficiente y el aumento de personas en esa
situación de “me quiero suicidar”.
“Gente que no se opera para no perder el trabajo”
María: Hay gente que aguanta sin operarse para no perder el trabajo. Yo
atiendo a una mujer que se tiene que operar de la rodilla, y no se opera porque
no se puede permitir una baja en su trabajo. Tiene tres hijos, es víctima de
violencia de género. Lo que hace es ir a urgencias los fines de semana, le
ponen analgésicos y así tira como puede.
Laura: Si tú tienes una tara eres un producto defectuoso. Tras una baja
porque tienes la rodilla mal te pueden echar del trabajo, y si sales del
mercado laboral no vuelves a entrar. La gente no se puede permitir ni ir al
médico porque no pueden faltar al trabajo, aunque sea algo grave. Y ¿cómo dices
a alguien vete al médico y que al día siguiente le echen del trabajo?
"Niños mareados por no comer"
Laura: La necesidad ya no es porque 'se me ha caído un diente o se
me han roto unas gafas'. Ahora la gente viene pidiendo ayuda para comida, para
vacunas, para velas. No para pagar la luz, sino directamente para las velas o
para pagar bombonas de butano porque no tienen gas. Cada vez hay más empalmes
de luz en ciertos barrios.
María: Estamos encontrando ya niños en el instituto que se marean
por no comer lo suficiente. Tengo un amigo argentino que hace dos años, cuando
yo le decía que percibía un empeoramiento de la situación, él me decía que
todavía nos faltaba por ver niños mareados por no comer. Pues ya lo estamos
viendo. Chavales que se marean y en el momento en el que rascas un poco
encuentras que no han cenado ni desayunado. Los comedores de Cáritas y otros
comedores están desbordados, hay tanta demanda que no hay suficiente cantidad
de verdura, proteínas, fruta...
Laura: Antes siempre había una rendija de luz. Ahora no. Ahora la
sensación es que se van ahogando. Es: 'El agua está aquí [hace un gesto
señalando al cuello], sé que no va a bajar y cruzo los dedos para que no suba
más; que me suba puede ser que el niño se ponga malo y tenga que comprarle
medicinas'. Eso ya es un problema.
Sin atención psicológica
María: La mayoría necesita apoyo psicológico, y no tenemos dónde
enviarles. Hay atención psicológica por abusos o maltrato, pero no para el
resto de los casos. En mi zona han suprimido también el servicio especializado
en drogas. Así que yo, que soy educadora, me encuentro actuando como psicóloga,
haciendo lo que puedo, y tratando casos de adicción de drogas, cuando no tengo
especialización.
Laura: Los hijos de familias con relaciones muy deterioradas que
por la situación económica no se pueden separar son chavales con problemas que
requieren atención. Está por ver qué efecto tendrá todo esto en nuestra
sociedad dentro de diez años. Te encuentras con casos terribles. Este año ha
sido emocionalmente muy duro, lo que veo me deja el corazón en un puño.
María: La renta mínima de inserción está tardando un año, y para
concedértela tienes que llevar sin cobrar otro año por lo menos. El tope son
520 euros, tienes que tener 5 hijos y llevar diez años empadronada en el mismo
sitio. Y ahora cada 3 meses te llaman para revisar si estás en la misma
situación. Las ayudas de urgencia son 500 euros o así. Y las personas sin
papeles no pueden acceder a ellas, claro.
Ahora está empezando a desahuciar el Instituto de Realojo e Integración Social.
Así que familias que han sido realojadas de las chabolas son desalojadas por no
pagar la renta, que a lo mejor son 50 euros, y tapian las casas.
Laura: Hay padres que no comen casi, lo poco que hay es para los críos.
Yo he atendido el caso de una mujer diabética que no come lo que debería comer
porque lo poco que tiene va para los niños y claro, al final, coma diabético. Y
me preocupa casi más lo que no vemos, las situaciones que por vergüenza no
acuden a pedir ayuda. Yo sé que a la parroquia del barrio va gente a pedir
fuera del horario para que no les vean los vecinos.
Y han vuelto las camas calientes, la gente alquila camas por horas. Imagina la
atención psicológica que toda esta gente necesitaría, pero no se ofrece ese
servicio...
María: Y hay un cambio en la desesperación de la gente, una actitud
mayor de “¿para qué?, si mi madre se lo ha currado y está en paro, si mi padre
tiene estudios y no encuentra trabajo”. O "¿para qué?, si los ricos,
Bárcenas, el otro, pueden robar y roban cada vez más, mientras nosotros estamos
así?"
Laura: Al final las educadoras sociales lo que hacemos es manejar
la ansiedad de la gente. Yo antes derivaba a la gente a hacer talleres, ahora
les derivo a deportes, que corran, que descarguen, porque se suben por las
paredes, con razón. Te llega una persona que no tiene para comer y tú como
Administración lo único que le puedes ofrecer es ayudarle a manejar su ansiedad
porque ni trabajo tengo para darle, ni casa tengo, ni medicinas tengo, ni
dinero tengo.
Cola a la entrada de un comedor social (Efe)
Una guerra, pero sin balas
Laura: Estamos en trinchera permanente. Esto es una guerra, pero
sin balas. Va pasando la gente, que son los heridos de guerra. El que lleva dos
años sin trabajo y no puede pagar la casa y además tiene la nevera vacía y
además le han cortado el gas. Les disparan, pero de otro modo.
María: A nosotros nos han aumentado la ratio de menores que
atendemos...
Laura: Antes si tu hijo tenía un problema, en los colegios se
cubría el problema con atención especial, aunque fuera precariamente. Ahora no.
Toda la parte de la integración la destruyen. Si tienes tara, estás perdido sin
dinero. Tara es que te cueste más leer, o que vayas en silla de ruedas o que
hayas estado dos años ingresado y vayas con retraso currircular. Antes se
priorizaba que estuvieras integrado, porque ya bastante tenías con la “tara”.
Ahora no. Ahora a la gente con 'tara' la apartan con la excusa de que les sale
caro, cuando en realidad el coste es ínfimo y la diferencia en la calidad de
vida de la gente y en los efectos sociales es abismal...
María: Tengo un caso de una mujer que gana 800 euros al mes, paga
400 euros por la casa, tiene dos hijos a su cargo. Pues tuvimos que pelear que
le concedieran el comedor de los niños, no veas lo que costó...
La feminización de la pobreza
Pregunta: Hablabáis antes también de un perfil nuevo de madres
deprimidas...
Laura: Desde hace dos años yo veo un perfil nuevo imposible de
incorporar, no vienen a nosotras. Son mamás que no hay forma de sacarlas de
casa, no tienen ganas de nada, no se relacionan, se sienten mal porque no
tienen nada bonito que contar. Y solo se activan por los niños, para ir a
buscarlos al colegio.
María: Es un círculo vicioso, porque en la vida muchos de sus
problemas son porque no tienen red, no tienen más vida que ellas como madres y
si trabajan fuera se desloman y nadie les puede ayudar. Donde yo trabajo hay
muchas mujeres migrantes sin red familiar o social, van a trabajar a las siete
de la mañana, alguien de servicios sociales lleva a sus niños al colegio, luego
alguien los busca y los deja en el Centro de Día hasta que la madre puede
recogerlos a las ocho de la tarde.
Laura: Nosotros tenemos un caso de una mujer a la que solo le sale
trabajo como interna. Si se va de interna no puede cuidar a su hija. Y si cuida
a su hija no puede irse de interna. Se ha llegado a plantear la guarda.
María: Hay muchos casos así. Y claro, la violencia machista está
muy presente, ha aumentado, pero los recursos que hay como respuesta son cada
vez menores. La mujer te dice: ¿cómo me voy a ir de casa si no voy a conseguir
trabajo y solo me acogerán por un breve periodo en un centro? ¿Y luego qué?”.
Porque saben que lo de conseguir trabajo ahora es muy difícil.
Laura: Y ahora hay un perfil nuevo que es el hombre de 45 años a 60
que de repente se queda sin trabajo, está todo el día en casa, tiene a la mujer
harta y acobardada. Ellos son más reticentes a compartir la parte emocional, a
pedir ayuda, a ir al centro cultural. Son las mujeres las que vienen a pedir
ayuda, las que ponen nombre a las cosas, las que no tienen vergüenza, mientras
que ellos no ponen palabra a lo que sienten. Y ese perfil de hombre sabe que ya
no va a trabajar más, en el mejor de los casos está con un humor de perros y en
el peor de los casos aumenta el consumo de alcohol y se dispara la violencia de
género.
“Separarse es un lujo”
Laura: En mi zona intuimos que ha aumentado la
prostitución. Mujeres que no de forma continúa pero sí esporádica se
prostituyen para llenar la nevera.
María: Están los casos de parejas en proceso de
separación que no terminan de separarse por cuestiones económicas. Una mujer
que consiguió echar a su marido por violencia y alcoholismo me ha llegado a
decir: “Dejo que duerma en casa si viene sobrio, esa es la condición, se queda
conmigo esa noche y al día siguiente me deja algo de dinero para la niña”. Yo
le digo: “Tú sabes cómo se llama eso, no?”. Y ella dice: “Para hacerlo con un
extraño, pues lo hago con mi marido, aunque me arriesgue a que me pegue”. Así,
con estas palabras.
Laura: Separarse es un lujo. Yo tengo casos de gente separada pero
que vive bajo el mismo techo porque no se puede permitir otra cosa, y los
chavales están fatal soportando esa situación.
María: Y hay una vuelta al machismo entre adolescentes. Todo lo que
habíamos conseguido en una generación se está perdiendo. Yo veo más casos de
violencia de género en la adolescencia, y el horroroso concepto de amor
romántico. Chicas cuyo único objetivo es casarse e irse de casa, y que te dicen
que solo podrán irse de casa si se unen a un hombre.
Manifestación de la marea naranja en defensa de los
Servicios Sociales (Marea naranja).
Pregunta: ¿Cómo repercuten los recortes en la
Administración en vuestro trabajo?
Laura: Sobre todo notamos el recorte del resto de los servicios.
Acabamos siendo las que reciben a quien no atiende el médico, al que no atiende
el psicólogo, el que en el cole no tiene el apoyo que necesita, el que no tiene
trabajo, el que no tiene para medicinas.
María: Los trabajadores sociales están desbordados, porque ha
aumentado la necesidad y no hay refuerzos. Coges la agenda y te preguntas: ¿A
quién atiendo primero? ¿Quién puede esperar tres semanas? Y quien espera tres
semanas es el que mejor está, pero cuando han pasado esas 3 semanas y llegas,
ya está mal. Estamos en intervención de urgencias permanente. Por ejemplo,
ahora ya no hay trabajadora social en todos los colegios, una sola persona
puede llevar tres colegios, y evidentemente eso no da los frutos deseados.
Caridad o solidaridad
Pregunta: ¿Creeis que en algún momento se está ofreciendo más
caridad que integración o solidaridad?
Laura: Antes de que empezara esto que llaman crisis, los servicios
sociales ya estaban planteados para contener. Acude a nosotros una población
que vive mal, ante la cual el resto de la población dice “no quiero acabar como
estos”. La Coordinadora de barrios y todo un sector hace una dura crítica a los
servicios sociales, a veces con razón, a veces no. Pero es verdad que los
servicios sociales se limitan a mantener la pobreza, es así.
María: Los 400 euros de ayuda a los desempleados no los van a
quitar, para contener. Si no percibieran esas prestaciones quizá tarde o
temprano saldrían a la calle a protestar...
Laura: Cuando se ha intentado que los servicios sociales sean algo
más llegan los problemas. Cuando se ha planteado crear redes de verdad, se han
puesto obstáculos desde arriba.
María: Sí. Pero ahora quizá eso pueda cambiar algo. Por necesidad,
no por ideología. Quiero decir, que proyectos como los mercados de trueque que
antes siempre nos vetaba la administración, ahora se permiten porque Servicios
Sociales no tiene nada de dinero. Antes querían que la gente no saliera de las
redes oficiales, que dependieran. Ahora ya no hay nada que ofrecer dentro, así
que levantan un poco la mano.
Laura: Y siempre se han hecho cosas de forma extraoficial, porque
si no, la burocracia te ata de pies y manos. Ahora se están activando
mecanismos sociales -por ver la parte positiva, lo digo- de redes con nuevos
formatos. El reto para el curso que viene es canalizar la solidaridad. Los
barrios están llenos de gente dispuesta a hacer cosas; quizá es gente que no
iría a una manifestación pero sí estaría dispuesta a acompañar a una persona
mayor al médico o a recoger el niño de una madre que ha conseguido trabajo tras
dos años en el paro.
María: En mi barrio hay familias que hacen más comida y reparten a
quienes no tienen.
Laura: Eso antes no pasaba. Se están generando mecanismos y falta mucho
por canalizar.
María: Hay colegios que pasan los libros de texto en pdf y los imprimen
para los críos. Lo que me da miedo de esto es que se avanza hacia la caridad.
Laura: Depende. En mi zona la gente que está moviendo estas cosas huye
de la caridad, su objetivo es implicar a la gente, marcan una línea.
María: Pero por mucho que la marquen no se está promoviendo la justicia
social.
Laura: Depende. Imagina que se organiza un espacio donde hay cosas y si
necesitas algo lo coges, y dejas cosas que tú tienes. Eso es ayuda mutua, no de
caridad. O si se me estropea la lavadora y mi vecino sabe cómo arreglarla...
María: Sí, generar una alternativa al modelo de consumo actual es una
lucha política en sí misma.
El puente entre los movimientos sociales y la población
necesitada
Laura: Eso sí, todo esto ocurre por necesidad, no por principios.
Es preciso más red que pueda hacer de puente entre el movimiento social
politizado que protesta y está concienciado y quienes tienen necesidad pero no
tienen conciencia política. La gente no va del sofá a la manifestación, eso
requiere de un recorrido que puede ser más o menos largo en función del contexto
y la persona. Hay un perfil de gente que no va a ir a una protesta o a una
reunión a priori, pero si conecta con redes y hace otras cosas, al final se
construye su propia conciencia, y puede terminar yendo a una protesta.
María: Ese es el enganche del ocio gratuito. Y ¿quién puede
fomentar el ocio gratuito? Los movimientos sociales, que son trincheras, al fin
y al cabo. Y de ahí, algunos terminarán en el activismo.
Laura: Pero lo harán porque primero han ido a un taller, nunca irán
directamente a la protesta. Y en ese sentido el movimiento político no siempre
tiene huecos.
Pregunta: Lo que contaís es abrumador. ¿En
vuestro trabajo podéis acceder a atención psicológica para vosotras?
María: Yo sí. La suelo usar para que me dé
herramientas para las familias, que son las que necesitan la ayuda.
Laura: En mi trabajo no tenemos.
María: Es duro. Yo a veces llego a casa sin energía,
es muy duro que la gente te diga que no quiere seguir, que no puede...
Laura: Lo más duro es la impotencia, el ver que lo
más que puedes decir a alguien es "el gimnasio te vendrá bien".
María: Yo a veces me planteo dejar este trabajo, no
creo que pueda toda la vida...
Laura: ¿Y qué hacemos?
María: Pues como tú decías antes, ponemos una
frutería.
Laura: Es difícil. Un día estaba fumando antes de
entrar en el trabajo y cuando apagué el cigarrillo me dije: "Venga,
preparada para otras siete horas de miseria. A ponerle cara a los
recortes." Y luego si en las reuniones cuentas la realidad te llaman
transgresora.
María: Supongo que seguimos porque hay
satisfacciones. Yo veo a niños de cuatro años con la mirada triste o peor aún,
llena de rabia, que dices ¿pero qué te ha hecho la vida para que tengas ya ese
odio en los ojos? Y cuando al cabo de unas semanas sonríen y ves que mejoran y
se normalizan, eso es muy grande.
Laura: Y la capacidad que tiene mucha gente para
salir adelante... Yo me quito el sombrero. Y cómo gestionan el dinero, las
virguerías que hacen. Yo les pondría a gestionar lo público [sonríe]...