PÁGINAS

miércoles, 10 de octubre de 2012

Los preventorios franquistas

La rutina era espartana y no admitía el más mínimo desvío. Se despertaban de madrugada. En el patio, al amanecer, las internas cantaban el Cara al sol. El agua estaba racionada y solo se bebían dos vasos al día. También las duchas frías: una a la semana. Las inyecciones con vacunas o medicinas misteriosas eran más frecuentes. Casi diarias. Si alguna interna tenía que hacer sus necesidades, había una hora estipulada para ello. Y se cronometraba.
Máquinas represorasLa siesta, justo antes del rosario, se programaba para la tarde. Moverse en la cama estaba prohibido, so pena de castigo físico (golpes, quemaduras...) o humillaciones (encierros, insultos...). El contacto exterior, inexistente. Las cartas a familiares se censuraban y las internas solo veían a sus padres algún domingo. Aunque puede que para cuando se encontraran con ellos el miedo hubiera calado tan hondo que esas niñas (sí, niñas) ya hubieran aprendido a guardar silencio para siempre.
Hoy, 40 años después, las niñas son mujeres, y no tienen miedo a salir en 20 minutos para denunciar los malos tratos sufridos durante su infancia en el preventorio de Guadarrama (Madrid). Los preventorios eran una suerte de colonias infantiles creadas durante el franquismo (funcionaron de 1945 a 1975) con la excusa de prevenir enfermedades como la tuberculosis, aunque en la práctica eran cárceles, máquinas represoras del régimen pensadas para lavar el cerebro en busca de una población sumisa y obediente.
Lo que queremos es compartir lo ocurrido y encontrar documentación de aquella época que aporte luz"Éramos muy pequeñas y tampoco se podía denunciar.Aprendí a olvidar. Muchos años después encontré por Internet un grupo de chicas que contaban sus experiencias en el preventorio. Comprendí que no estaba sola, y nos juntamos para dar voz a lo ocurrido aquellos años", dice Alicia, una de las afectadas.
La sección femenina de la Falange era la encargada de recorrer los colegios de España para recolectar a las niñas, muchas veces con mentiras. En principio, las preferidas eran aquellas que venían de familias de izquierdas, pobres o desestructuradas, pero con el tiempo empezaron a traer a muchas otras. Solo en Guadarrama, el único preventorio de Madrid, había capacidad para 500 internas.
"Lo que queremos es compartir lo ocurrido y encontrar documentación de aquella época que aporte luz. Nadie dice nada ¿Qué eran esas inyecciones?, ¿por qué nos torturaban así? No queremos culpables ni juicios, solo comprender y cicatrizar heridas", comenta Chus, otra de las mujeres denunciantes.

Sus testimonios

"Siempre lo he tenido muy oculto en mí"
Blanca Romero, 51 años.
 "Estuve en 1969. Alguien le vendió a mi madre que era como una colonia. Los castigos eran muy habituales, sobre todo si te hacías pis en la cama. Una vez me dieron con una percha en la cara, tan fuerte que me la dejó marcada. Estaba aterrorizada, pero a mis padres les dije que me había caído. Una vez nos trajeron a una niña desnuda, morena y muy delgada. Nos obligaron a insultarla. Ella corría con una vela quemándole el culete. La primera vez que vi un documental sobre Auschwitz, me vi transportada allí. Nunca hablé mucho de esto, la verdad, como si me diera vergüenza".
"Tomé conciencia cuando crecí"
Chus Gil, 49 años.
 "Fui con siete años. No nos duchábamos y me empezaron a salir unas pústulas por la piel. La ropa se me pegó al cuerpo y me devolvieron a casa. La segunda vez que me llevaron desarrollé sarampión. Estuve en cuarentena 40 días en la enfermería sin ver a nadie. Años después un médico me dijo que lo somaticé".
"Me fui, no podía ni hablar, solo lloraba"
Marián Alejandre, 48 años.
 "Entré con seis años. Estudiaba en un colegio público de Tribunal y un día vinieron dos señoras muy agradables a contarnos maravillas del preventorio. Insistí en ir, pero al llegar pensé que mis padres me habían perdido porque no podía creer lo que veía. A una niña le llenaron las manos de cera de vela derretida,  gota a gota. Hace cuatro años me perdí de verdad, en coche, y me topé con el preventorio. Me dio una bajada de tensión... y volví a recordar. Yo no lo superé. Me costó perdonar a mi madre. Siempre pensé que se despreocupó de mí por dejarme en un sitio tan terrible".
"No pudieron conmigo. Al final, fui libre"
Alicia García, 63 años.
 "Estuve en 1957. Había gusanos en la comida. Un cura dejó sorda a una niña cuando la golpeó: 'Esto es una hostia. Tú debes decir sagrada forma', le gritó. Lo peor era la humillación de lavarnos en grupo en la ducha, como si fuéramos ganado. Me tapaba la cabeza con una sábana y no me quería despertar. Mi familia era pobre, pero me creyeron y no tuve trauma. Fui con mi hermana mayor y eso nos dio mucha fuerza".
"Fue algo planificado  por el Estado"
Ángela Fernández, 60 años.
"Tenía ocho años. La comida estaba asquerosa. Si la devolvías , te hacían tragar el vómito. Cuando volví a casa tenía la vesícula como un balón y estuve meses a dieta. Una vez me hice pis porque no me dejaban ir al baño. Me obligaron a dormir con la ventana abierta y la ropita mojada. Al patio a veces se salía desclaza y con ropa interior. Un cura no dijo 'Todos los que tengáis muertos dudosos, sois, en realidad, basura'. Se refería, claro, a nuestros familiares republicanos. Mi familia era republicana y mi hermano estuvo en otro preventorio. Dediqué mi vida a luchar contra la dictadura".