PÁGINAS

viernes, 7 de junio de 2013

"Pasabas horas atada y amordazada a una silla o en un banco al sol, te hacías todo encima"

Extraído de RTVE
"Si te resistes puedes acabar atado en una silla o en el banco al sol todo el día, si aún te resistes te amordazan, con papel de embalar adhesivo, y te pueden llegar a inyectar algo que te deja KO".
Éste es el estremecedor testimonio de Aránzazu y Esteban, ahora mayores de edad, y de una tercera menor, recogido por Amnistía Internacional en su informe Si vuelvo, ¡me mato! sobre los menores internados en centros de protección terapeúticos en España, en el que denuncia abusos, medicación forzada y malos tratos después de analizar la situación en Madrid, Cataluña y Andalucía.
La primera vez que Aránzazu Celdrán Osorio pisó un centro de menores tenía 18 meses. La llevó su abuela porque sus padres, que eran toxicómanos, no podían atenderla. Ahora tiene 19 años.
Esta joven ha relatado a Amnistía Internacional como la castigaban atándola y amordazándola en una silla. Si se resistía era peor: "entonces, te pinchaban algo que te dejaba boba. Pasabas allí horas, te hacías todo encima. No sabes quién eres, pierdes la cabeza...A veces es mejor no resistirse porque te pueden atar entre ocho personas y te hacen más daño".

Atada a una cama

Sara Casas Hernández tiene ahora 25 años. Cuando ingresó por desamparo junto a sus dos hermanos pequeños en un centro catalán tan sólo tenía seis años. Como otros jóvenes ha relatado a AI que fue sometida a medicación forzosa.
"En el centro pasé días atada a una silla, con una mordaza. Sin ella se me caía la baba. Tenía el cuello doblado y la cabeza caída. También estuve en la celda de aislamiento atada a una cama, donde, además, me pinchaban y me pasaba al menos tres días con los ojos vueltos".
Sara ha explicado a AI que pasó todos estos años en los centros de menores "con tranquilizantes a punta pala".

Psicofármacos en comida y bebida

El informe de Amnistía, calificado de "exagerado" en algunos aspectos por el Defensor del Pueblo andaluz, recoge también testimonios de los internos y de los propios educadores denunciando el suministro de medicamentos sin ningún tipo de control y conocimiento de los menores.
AI recoge el relato de uno de los jóvenes que asegura que "se le obligaba a ingerir medicamentos cuyos efectos le desagradaban, sin recibir explicaciones suficientes acerca del diagnóstico que justifica dicha medicación". Si se negaba, era castigado.
Según menores y educadores, en ocasiones los psicofármacos se mezclan con las comidas y bebidas. Un joven de 15 años ingresado en un centro de Cádiz cuanta, según recoge el informe, "que después de beber un vaso de leche con chocolate a veces no podía ni levantarse de la silla".
Amnistía muestra su preocupación por la existencia de máquinas en estos centros que trituran los medicamentos para echarlos en la comida.
"Si preguntas qué medicamentos son, no te informan 'tú no tienes por qué saberlo'. Y si te niegas a tomarlos te amenazan o fuerzan mediante contención", coinciden varios testimonios.

Maltrato físico y verbal

"Yo no sabía ni qué eran los derechos humanos, no sabía que lo que allí pasaba no se podía hacer, atarte a un banco y pincharte, hacerte cargar piedras con las manos atadas a una carretilla, triturarte la medicación, prohibirte las visitas, leer tus cartas, humillarte, tratarte a golpes, castigarte. Nunca supe qué medicación tomaba hasta que con 16 años me llevaron a urgencias al hospital (...) Cuando nos pegaban, nos prohibían las visitas para que no vieran los 'moraos". Es el testimonio de Esteban, que ahora cuenta con 18 años.
El informe recoge varios relatos de contenciones físicas: "Una vez un vigilante me agarro del cuello y me tiró al suelo (...) donde había restos de cristales y me corté en la frente".
"A un compañero le fracturaron el cráneo (...) le dieron con la cabeza en el radiador, dejándole lleno de chichones. No le llevaron al médico, aunque él se quejaba mucho del golpe en la cabeza".

Registro con desnudos integrales

El informe Si vuelvo, ¡me mato! recoge el testimonio de María Herguedas, educadora en el año 2008 en el centro Picón del Jarama, en una denuncia ante el Instituto Madrileño del Menor y la Familia:
"Los registros consistían en llevarlas a un cuarto, hacerlas quedarse en bragas y sujetador, hacerlas bajarse las bragas y obligarlas a hacer sentadillas, mínimo tres".
Un menor de 15 años relata como al "ingresar en el centro de protección de Cádiz" fue sometido a "un registro que incluía la introducción del dedo del educador en el ano".
Amnistía denuncia que, según los menores, tanto los vigilantes como los educadores del sexo opuesto pueden exigirles desnudos integrales. "Cuando me ducho hay un educador mirando. Dos educadoras han entrado también en la ducha estando yo completamente desnudo".