PÁGINAS

miércoles, 9 de octubre de 2013

Gonzalo Romero nos ha dejado. ¡Hasta siempre compañero!

El pasado lunes 30 de septiembre nos dejó Gonzalo. Se ha ido un maestro, un pedagogo, un intelectual de los de verdad, de los que aplican sus ideas a la realidad. Pero sobre todo Gonzalo era un revolucionario, que entendía la educación como una herramienta de transformación social. Por eso nos enseñó la diferencia entre educar para la vida o amaestrar para el mercado.

Siempre preocupado por los que ya no tienen ni voz, él les prestaba la suya desde El Candelero, programa que consideramos nuestra casa gracias a Gonzalo y sus compañeros y amigos de Candela. Ha sido un honor y un placer compartir contigo parte del camino. ¡Hasta siempre, compañero!

Gonzalo Romero Izarra: Doctor en pedagogía y profesor del Departamento de Didáctica de la Universidad de Alcalá. Autor de varios libros de relatos y de pedagogía social. Miembro fundador de la Asociación cultural Candela dedicada al desarrollo de proyectos socioeducativos comunitarios. Su vocación, su investigación y acción pedagógica y su mirada literaria recorren y analizan el mundo de la exclusión social. Presentador y dinamizador del programa de radio Vallekas “El Candelero”.

A la memoria de Gonzalo Romero
Gonzalo Romero nos dejó en la madrugada del pasado lunes huérfanos de palabras y acciones.  Su ausencia perdura como una pesada sombra sobre el mundo, al menos sobre el mundo que él siempre quiso cambiar, ese mundo plagado de Goliats y molinos contra los que tirar piedras y arremeter cargados de justicia y verdad.  Nosotros, como el fiel Sancho, no podíamos sustraernos a su influjo.  Si orbitabas cerca de él sabías que corrías el riesgo de quedar atrapado en un compromiso ineludible y a tiempo completo, como un ministerio sin fin lleno de la intimidad que da saber que haces lo correcto con los compañeros de viaje que elijes.
Todos nosotros podemos hacer la nómina inabarcable de lo que emprendimos con Gonzalo, y mientras repasamos las grandes –o pequeñas- cosas que hicimos con él, caemos en la cuenta que la suma de todo ello es lo que él mismo hizo, una tarea que parecía imposible para una única persona que era en verdad única –¿os acordáis de estar con Gonzalo en la radio, rehabilitando una ermita en León, enseñando en una escuela de adultos, viajando incansablemente a Bolivia…?- o escribiendo, siempre escribiendo, como si tuviera que llevar un estadillo de la pobreza y desheredad que acompañaba, infatigable y ajeno a esa compraventa que impregna la vida toda, como el loco de la vía, ¿verdad Rafael?
Ahora nos toca a los demás seguir construyendo la ciudad que pobló con sus palabras y acciones, sin descanso, juntos, y por muy altos que sean los gigantes o muy recios que se nos presenten los molinos no desfalleceremos porque tendremos siempre presente su ejemplo.  Un ejemplo de persistencia, profundidad y acción.  Por eso, como siempre decía en su querido Candelero, “nos vemos en la calle”.
 Luis A. Cerrón