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martes, 25 de noviembre de 2014

Encerrando no se educa

Resolución aprobada por el XVII Congreso del Sindicato de Estudiantes 

Miles de jóvenes sobreviven privados de libertad en centros de menores. En el estado español, un menor de edad puede perder la libertad por intervención judicial, al ordenarse su ingreso en un centro de reforma (al ser condenado por cometer una infracción penal) o por decisión administrativa siendo internado en un centro terapéutico, instituciones del sistema de protección de menores (al considerarse que sufre un trastorno de conducta). Ambos tipos de centros funcionan como verdaderas cárceles.

Se trata de dos caras de la misma moneda: la criminalización y la psiquiatrización de la pobreza. Se intenta dar así una respuesta individual a los problemas sociales que genera el capitalismo, responsabilizando a estos menores de los problemas que sufren y eliminando así de un plumazo la responsabilidad del modelo social en el origen de los mismos (la inmensa mayoría de los menores privados de libertad han sufrido la exclusión social desde la cuna).

Desde la entrada en vigor en 2001 de la Ley de Responsabilidad Penal de los Menores, la justicia juvenil ya no persigue el delito sino a la persona; no se juzga un hecho concreto, sino el “expediente vital” (es decir, la situación social del menor y su familia). Un aberrante proceso de criminalización de la pobreza, que supone un gran negocio, ya que esta ley permite la privatización de las cárceles de menores. Por lo que se disparó el número de reformatorios (y por tanto de menores presos) sin que esto fuera acompañado por un aumento de las tasas de delincuencia juvenil.

En los centros de protección terapéuticos (también privatizados) la indefensión de los menores es aún mayor. Son internados allí vía administrativa (por tanto, sin derecho a tutela judicial) en base a un supuesto trastorno psiquiátrico. Existen serias dudas sobre estos diagnósticos. Porque la Asociación Americana de Psiquiatría (que marca las directrices mundiales en este campo) no reconoce la existencia del trastorno de conducta. Y porque en nuestro país ni siquiera existe la especialidad de psiquiatría infanto-juvenil. Entonces, ¿quién realiza estos diagnósticos? En realidad muchos diagnósticos se realizan tras el ingreso, por psiquiatras contratados por los propios centros donde se interna con carácter indefinido a menores por supuestos trastornos psiquiátricos (algo impensable en adultos tras la Reforma Psiquiátrica de 1986).

Encerrando no se educa

Desde el Sindicato de Estudiantes consideramos que es imposible educar y socializar desde la estigmatización y el aislamiento social que implica el encierro. Es imposible socializarse al margen de la sociedad. Esta es la tesis defendida desde hace décadas por las ciencias sociales, la psicología y la psiquiatría (incluso se reconoce la existencia del síndrome de prisionización: conjunto de síntomas psicosociales y psiquiátricos producidos por vivir encarcelado, y que dificultan sobremanera la reinserción del preso). En menores de edad las consecuencias son especialmente graves, al estar conformándose la personalidad del sujeto.

Malos tratos en los centros de menores

Cuando nuestra organización tuvo conocimiento directo de lo que ocurría en los centros gestionados por O´Belen, denunciamos los hechos ante el Defensor del Pueblo, lo que culminó con la publicación en 2009 de un durísimo informe sobre la situación de los centros de protección terapéuticos. En este informe, el Defensor del Pueblo denuncia lo que ya era un secreto a voces gracias a la movilización social: que en este tipo de centros se vulneran sistemáticamente los derechos humanos (celdas de aislamiento, malos tratos físicos y psicológicos, camisas de fuerza químicas a base de psicofármacos…) Estos hechos fueron corroborados por las investigaciones de Amnistía Internacional y finalmente varios centros fueron clausurados y se realizaron cambios cosméticos, pero la situación sigue siendo muy parecida.

Ante esta situación, desde el Sindicato de Estudiantes consideramos necesario y urgente un debate público sobre los sistemas de protección de menores y justicia juvenil, para superar los actuales paradigmas de intervención, apostando por la prevención y la intervención comunitaria a todos los niveles, también en salud mental (por ejemplo, en relación a justicia juvenil, la Generalitat Valenciana gasta el 95% en financiar medidas de privación de libertad, y sólo el 5% para medidas en medio abierto). A su vez, consideramos imprescindible la creación de la especialidad en psiquiatría infanto-juvenil.

Y mientras esto sucede, exigimos que se tomen las siguientes medidas para garantizar el respeto a los derechos humanos en los centros de menores:

-Todos los centros de titularidad y gestión pública.

·        - Ninguna medida de privación de libertad sin tutela judicial.

·    -Respeto a la legislación internacional en la materia (prohibición de las penas de aislamiento y cualquier castigo cruel, inhumano o degradante; restricción al uso de la coerción y la fuerza; facilitar el contacto del menor con la comunidad, autorizándose la comunicación con familiares, amigos y representantes de organizaciones de reconocido prestigio).

·       -  Respeto a la Ley de Autonomía del Paciente (prohibición de la medicación forzosa).

·   -Fin de la opacidad. Libre acceso a los centros de instituciones independientes, como Amnistía Internacional.

SERVICIOS SOCIALES PÚBLICOS, DEMOCRÁTICOS Y DE CALIDAD
¡ENCERRANDO NO SE EDUCA!