PÁGINAS

jueves, 16 de octubre de 2014

El drama de la emigración y la política de la Unión Europea

La emigración surge de las condiciones de vida, es una triste necesidad para millones de trabajadores. Nadie deja su tierra y su gente a miles de kilómetros por gusto, y mucho menos para venir a robar carteras en el metro, como insinúan algunos voceros del capital. Frente a esta realidad, la Unión Europea insiste en poner puertas al campo. El Tratado de Amsterdam concedió a la UE competencias en materia migratoria. En los textos de la Comisión Europea se habla de tres ejes: políticas de control y lucha contra la inmigración irregular, políticas de integración y cooperación al desarrollo.

Las políticas de integración son poco más que brindis al sol con el Himno de la Alegría de fondo. Aunque nos creyéramos las buenas intenciones de las solemnes declaraciones de los burócratas de Bruselas, la realidad es que la integración no se consigue en los despachos sino en la escuela, en los barrios, en los tajos y en la lucha (en este tema la PAH es un ejemplo a seguir). Y la cooperación al desarrollo es una estafa de dimensiones cósmicas. En realidad las políticas europeas sobre inmigración se centran en el control de fronteras y en los controles de permanencia. El Acuerdo Schengen establece la libre circulación, suprimiendo las fronteras internas. Pero al mismo tiempo traslada los controles a las fronteras exteriores (principalmente los países del sur). De ahí vienen las vallas con concertinas, las patrulleras, las devoluciones en caliente y demás barbaridades. Pero no sirven de mucho para evitar la entrada irregular, ya que la inmensa mayoría de las entradas se producen de manera legal por los aeropuertos, pasando a ser irregulares al vencer los visados temporales. Para lo que sí sirven estas políticas es para criminalizar la inmigración y provocar tragedias como las de Ceuta y Lampedusa (desde 1988 han muerto más de 20.000 personas en las costas de Andalucía y Canarias).

Criminalización de la inmigración

Lo importante es el control de la permanencia. Las leyes de extranjería de los distintos países son cada vez más restrictivas. Estas políticas restrictivas han dado lugar a las vergonzosas e ilegales redadas racistas (policías a la caza de sinpapeles) y los CIES (la reciente reglamentación de estas bárbaras cárceles para inmigrantes que no han cometido delitos, permite, además, su privatización). Incluso se ha llegado al extremo de negar la asistencia sanitaria a inmigrantes irregulares, un hecho inhumano que además supone un atentado contra la salud pública (los índices de incidencia de enfermedades infecciosas como el VIH o la tuberculosis se disparan si los enfermos no reciben tratamiento y seguimiento sanitario). La burguesía es plenamente consciente de que es imposible poner puertas al campo. Su objetivo real no es la expulsión de los inmigrantes irregulares, sino mantener un remanente de mano de obra semiesclava, indefensa y atemorizada. Y de paso, introducir en la sociedad el veneno del racismo y la xenofobia. El divide y vencerás de siempre. Prácticas que por cierto no sólo sufren los trabajadores extracomunitarios. Ya han comenzado las deportaciones de españoles en Bélgica y Alemania.

Por si esto fuera poco, además el PP ha puesto su sello reaccionario y cínico. Mientras intenta crear un clima de alarma social para convertir a los inmigrantes en los chivos expiatorios de la crisis, pone a la venta los permisos de residencia. Lo obtendrán aquellos extranjeros que adquieran bienes inmuebles de más de medio millón de euros, a los que compren deuda pública por más de dos millones y a los que realicen una inversión empresarial “significativa”. Argumentan que se trata beneficiar a los que vienen a crear riqueza en el país. Parece que se les olvida que quienes generan riqueza son quienes producen, los trabajadores. Y no las mafias china y rusa para quien parece haberse tomado esta medida.

La socialdemocracia europea actúa como cómplice necesario en todo este tinglado, confirmando su completa capitulación y subordinación ante el capital. No vamos a olvidar a Rubalcaba negando las redadas racistas y las torturas en los CIES desde el Ministerio de Interior. Miles de trabajadores en situación irregular han sido detenidos y encerrados como ganado cuando iban a trabajar. Y los dirigentes sindicales guardando un vergonzoso silencio.

La estafa de la cooperación al desarrollo

Ésta es la faceta progre de la jugada, a la que siempre apelan los socialdemócratas. Dicen que se trata de ir a la raíz del problema, de ayudar al desarrollo de los países de origen para que no vengan. Pero a medida que han ido aumentando los proyectos de cooperación, se ha ido extendiendo la miseria en el llamado Tercer Mundo. Aunque no es de extrañar al saber que el ideólogo de este circo fue el presidente Henry Truman, que en 1949 presentó su política de “trato justo” como estrategia para evitar que determinadas regiones cayeran bajo la influencia soviética.

En la práctica, la mayoría de las acciones honestas de la Ayuda Oficial al Desarrollo se centran en paliar los efectos de los conflictos armados. Primero te bombardeo y luego te mando tiritas. Pero la mayor parte de los fondos no se dedican a fines tan honestos. Por ejemplo, los acuerdos de externalización del control de fronteras entre la UE y terceros países se financian en parte con estos fondos. Parte del presupuesto de la Ayuda Oficial al Desarrollo se destina a “cooperación policial”.

Aunque la mayor tomadura de pelo deriva de los intereses comerciales que se esconden tras la mayoría de los proyectos. Por ejemplo, la ayuda a Mauritania se utilizó para mejorar el puerto de Nuadibú, estratégico para la flota pesquera europea. Y para rizar el rizo, bajo el antifaz de la Responsabilidad Social Corporativa, las multinacionales están trincando cada vez más dinero público de los fondos de cooperación. El IV Plan Director de la Cooperación Española (2013-2016) se fundamenta en un modelo de capitalismo inclusivo articulado en torno al fomento de la Marca España. Casi nada. Y ahí tenemos por ejemplo el proyecto Acobamba en Perú, dirigido en pandillita por Telefónica, BBVA, Santillana, Ayuda en Acción, Ecodes, Entreculturas y Solidaridad Internacional. Y ahora ACS y FCC obtienen la adjudicación para construir la línea 2 del metro de Lima por 3900 millones de euros. Sin comentarios.

Además, la cooperación al desarrollo y el sainete oenegero montado a su alrededor sirven de coartada ideológica, al despolitizar la lucha contra la pobreza. Ya está Francisco y sus monjas tertulianas trabajando en este sentido. “No le des peces, enséñale a pescar”. ¡Pero si ya saben! El problema es que los ingentes recursos de estas regiones son sistemáticamente esquilmados por las multinacionales occidentales, gracias a los gobiernos sicarios de las antiguas metrópolis. La cooperación al desarrollo no es más que otro instrumento de dominación imperialista. El problema es el capitalismo. Por eso, la única solución posible al drama de la emigración es la solidaridad internacionalista y la lucha por el socialismo.

No se puede poner puertas al hambre
Los movimientos migratorios, una constante en la historia de la humanidad, están determinados por una compleja conjunción de factores sociopolíticos y económicos. Una somera aproximación a la historia reciente de las migraciones en Europa servirá para ilustrar esta afirmación.

Tras la II Guerra Mundial, un prolongado boom económico y un potente movimiento obrero conseguían mejorar significativamente las condiciones de vida. Se forjó y extendió por Europa así el llamado estado del bienestar. Al mismo tiempo, en el mundo colonial cristalizan los movimientos de liberación nacional, ofreciendo esperanzas de un futuro digno a sus habitantes. Como resultado, hasta la década de los 70 el principal flujo migratorio procedía de los países del sur de Europa (con una economía subdesarrollada y regímenes autoritarios) hacia el norte y el centro del continente y hacia América.

Ya en los años 80, se empiezan a aplicar en África y América Latina las recetas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (puestas a prueba por primera vez en el Chile de Pinochet), auspiciadas principalmente por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Las consecuencias de estas políticas neoliberales fueron desastrosas para la población de estos continentes. Este proceso sumado a la restauración capitalista en Europa del Este configuraron los nuevos flujos migratorios, del este al oeste y del sur al norte.. Y ahora, con la crisis como excusa, estas mismas políticas se están imponiendo en Europa, acabando con el llamado estado del bienestar y transformando a los países del sur de receptores a emisores de emigración una vez más.

NATIVA O EXTRANJERA, LA MISMA CLASE OBRERA