La
emigración surge de las condiciones de vida, es una triste necesidad para
millones de trabajadores. Nadie deja su tierra y su gente a miles de kilómetros
por gusto, y mucho menos para venir a robar carteras en el metro, como insinúan
algunos voceros del capital. Frente a esta realidad, la Unión Europea insiste
en poner puertas al campo. El Tratado de Amsterdam concedió a la UE
competencias en materia migratoria. En los textos de la Comisión Europea se
habla de tres ejes: políticas de control y lucha contra la inmigración
irregular, políticas de integración y cooperación al desarrollo.
Las
políticas de integración son poco más que brindis al sol con el Himno de la
Alegría de fondo. Aunque nos creyéramos las buenas intenciones de las solemnes
declaraciones de los burócratas de Bruselas, la realidad es que la integración
no se consigue en los despachos sino en la escuela, en los barrios, en los tajos
y en la lucha (en este tema la PAH es un ejemplo a seguir). Y la cooperación al
desarrollo es una estafa de dimensiones cósmicas. En realidad las políticas
europeas sobre inmigración se centran en el control de fronteras y en los
controles de permanencia. El Acuerdo Schengen establece la libre circulación,
suprimiendo las fronteras internas. Pero al mismo tiempo traslada los controles
a las fronteras exteriores (principalmente los países del sur). De ahí vienen
las vallas con concertinas, las patrulleras, las devoluciones en caliente y
demás barbaridades. Pero no sirven de mucho para evitar la entrada irregular,
ya que la inmensa mayoría de las entradas se producen de manera legal por los
aeropuertos, pasando a ser irregulares al vencer los visados temporales. Para
lo que sí sirven estas políticas es para criminalizar la inmigración y provocar
tragedias como las de Ceuta y Lampedusa (desde 1988 han muerto más de 20.000
personas en las costas de Andalucía y Canarias).
Criminalización
de la inmigración
Lo importante
es el control de la permanencia. Las leyes de extranjería de los distintos
países son cada vez más restrictivas. Estas políticas restrictivas han dado
lugar a las vergonzosas e ilegales redadas racistas (policías a la caza de sinpapeles)
y los CIES (la reciente reglamentación de estas bárbaras cárceles para
inmigrantes que no han cometido delitos, permite, además, su privatización).
Incluso se ha llegado al extremo de negar la asistencia sanitaria a inmigrantes
irregulares, un hecho inhumano que además supone un atentado contra la salud
pública (los índices de incidencia de enfermedades infecciosas como el VIH o la
tuberculosis se disparan si los enfermos no reciben tratamiento y seguimiento
sanitario). La burguesía es plenamente consciente de que es imposible poner
puertas al campo. Su objetivo real no es la expulsión de los inmigrantes
irregulares, sino mantener un remanente de mano de obra semiesclava, indefensa
y atemorizada. Y de paso, introducir en la sociedad el veneno del racismo y la
xenofobia. El divide y vencerás de siempre. Prácticas que por cierto no sólo
sufren los trabajadores extracomunitarios. Ya han comenzado las deportaciones
de españoles en Bélgica y Alemania.
Por si
esto fuera poco, además el PP ha puesto su sello reaccionario y cínico.
Mientras intenta crear un clima de alarma social para convertir a los
inmigrantes en los chivos expiatorios de la crisis, pone a la venta los
permisos de residencia. Lo obtendrán aquellos extranjeros que adquieran bienes
inmuebles de más de medio millón de euros, a los que compren deuda pública por
más de dos millones y a los que realicen una inversión empresarial
“significativa”. Argumentan que se trata beneficiar a los que vienen a crear
riqueza en el país. Parece que se les olvida que quienes generan riqueza son
quienes producen, los trabajadores. Y no las mafias china y rusa para quien
parece haberse tomado esta medida.
La
socialdemocracia europea actúa como cómplice necesario en todo este tinglado,
confirmando su completa capitulación y subordinación ante el capital. No vamos
a olvidar a Rubalcaba negando las redadas racistas y las torturas en los CIES
desde el Ministerio de Interior. Miles de trabajadores en situación irregular
han sido detenidos y encerrados como ganado cuando iban a trabajar. Y los dirigentes
sindicales guardando un vergonzoso silencio.
La
estafa de la cooperación al desarrollo
Ésta es
la faceta progre de la jugada, a la que siempre apelan los socialdemócratas. Dicen
que se trata de ir a la raíz del problema, de ayudar al desarrollo de los
países de origen para que no vengan. Pero a medida que han ido aumentando los
proyectos de cooperación, se ha ido extendiendo la miseria en el llamado Tercer
Mundo. Aunque no es de extrañar al saber que el ideólogo de este circo fue el
presidente Henry Truman, que en 1949 presentó su política de “trato justo” como
estrategia para evitar que determinadas regiones cayeran bajo la influencia
soviética.
En la
práctica, la mayoría de las acciones honestas de la Ayuda Oficial al Desarrollo
se centran en paliar los efectos de los conflictos armados. Primero te
bombardeo y luego te mando tiritas. Pero la mayor parte de los fondos no se
dedican a fines tan honestos. Por ejemplo, los acuerdos de externalización del
control de fronteras entre la UE y terceros países se financian en parte con
estos fondos. Parte del presupuesto de la Ayuda Oficial al Desarrollo se
destina a “cooperación policial”.
Aunque la
mayor tomadura de pelo deriva de los intereses comerciales que se esconden tras
la mayoría de los proyectos. Por ejemplo, la ayuda a Mauritania se utilizó para
mejorar el puerto de Nuadibú, estratégico para la flota pesquera europea. Y
para rizar el rizo, bajo el antifaz de la Responsabilidad Social Corporativa,
las multinacionales están trincando cada vez más dinero público de los fondos
de cooperación. El IV Plan Director de la Cooperación Española (2013-2016) se
fundamenta en un modelo de capitalismo inclusivo articulado en torno al fomento
de la Marca España. Casi nada. Y ahí tenemos por ejemplo el proyecto Acobamba
en Perú, dirigido en pandillita por Telefónica, BBVA, Santillana, Ayuda en
Acción, Ecodes, Entreculturas y Solidaridad Internacional. Y ahora ACS y FCC
obtienen la adjudicación para construir la línea 2 del metro de Lima por 3900
millones de euros. Sin comentarios.
Además,
la cooperación al desarrollo y el sainete oenegero montado a su alrededor
sirven de coartada ideológica, al despolitizar la lucha contra la pobreza. Ya
está Francisco y sus monjas tertulianas trabajando en este sentido. “No le
des peces, enséñale a pescar”. ¡Pero si ya saben! El problema es que los
ingentes recursos de estas regiones son sistemáticamente esquilmados por las
multinacionales occidentales, gracias a los gobiernos sicarios de las antiguas
metrópolis. La cooperación al desarrollo no es más que otro instrumento de
dominación imperialista. El problema es el capitalismo. Por eso, la única
solución posible al drama de la emigración es la solidaridad internacionalista
y la lucha por el socialismo.
No se puede poner puertas al
hambre
Los
movimientos migratorios, una constante en la historia de la humanidad, están
determinados por una compleja conjunción de factores sociopolíticos y
económicos. Una somera aproximación a la historia reciente de las migraciones
en Europa servirá para ilustrar esta afirmación.
Tras la
II Guerra Mundial, un prolongado boom económico y un potente movimiento obrero
conseguían mejorar significativamente las condiciones de vida. Se forjó y
extendió por Europa así el llamado estado del bienestar. Al mismo tiempo, en el
mundo colonial cristalizan los movimientos de liberación nacional, ofreciendo
esperanzas de un futuro digno a sus habitantes. Como resultado, hasta la década
de los 70 el principal flujo migratorio procedía de los países del sur de
Europa (con una economía subdesarrollada y regímenes autoritarios) hacia el
norte y el centro del continente y hacia América.
Ya en los
años 80, se empiezan a aplicar en África y América Latina las recetas del Banco
Mundial y del Fondo Monetario Internacional (puestas a prueba por primera vez
en el Chile de Pinochet), auspiciadas principalmente por Ronald Reagan y
Margaret Thatcher. Las consecuencias de estas políticas neoliberales fueron
desastrosas para la población de estos continentes. Este proceso sumado a la
restauración capitalista en Europa del Este configuraron los nuevos flujos
migratorios, del este al oeste y del sur al norte.. Y ahora, con la crisis como
excusa, estas mismas políticas se están imponiendo en Europa, acabando con el
llamado estado del bienestar y transformando a los países del sur de receptores
a emisores de emigración una vez más.
NATIVA O EXTRANJERA, LA MISMA CLASE OBRERA