¡Basta de opresión contra la comunidad LGTBI!
En 1969, el Frente de Liberación Gay
publicaba el primer número de la revista Come Out!, presentándose como
“un grupo revolucionario homosexual compuesto por mujeres y hombres
conscientes de que la completa liberación sexual sólo puede realizarse
con la demolición de las actuales instituciones sociales. Rechazamos los
intentos de la sociedad de imponer papeles sexuales y cualquier
definición de nuestra naturaleza, porque hemos renunciado a dichos
papeles y a los mitos simplistas de la sociedad. Queremos ser lo que
somos. Queremos crear nuevas formas sociales y nuevas relaciones humanas
basadas en la fraternidad, la cooperación, el amor y la desinhibición
de la sexualidad. Babilonia nos ha empujado hacia una sola meta: la
revolución”.
Karl Marx explicaba que el sistema capitalista necesita
transformarse continuamente para poder adaptarse a los cambios que se
producen en la economía, y esos mismos cambios afectan a la estructura
del sistema, aunque la necesidad de opresión permanece. Por eso, para
los revolucionarios la lucha por la liberación LGTBI, al igual que la
lucha por la liberación de la mujer trabajadora, es inseparable del
combate contra el sistema capitalista, y no puede ser concebida de otro
modo.
Se inicia el camino de la organización
El clima de rebelión social a finales de
los años 60 y los 70 se sentía con fuerza también en los EEUU.
Acontecimientos como las revueltas de Stonewall , posibilitaron la
creación de diversas organizaciones de lucha, como el propio Frente de
Liberación Gay y la Alianza de Activistas Gays, fundadas por la
activista transexual Sylvia Rae Rivera, quien más adelante organizaría
con su amiga, Marsha Johnson, la Acción Travesti Callejera
Revolucionaria. Estas organizaciones lucharon a pie de barrio contra la
homofobia, la discriminación hacia los afroamericanos y los latinos,
contra el capitalismo, y contra la lacra de las drogas y la
prostitución. También hubo otros casos significativos de colaboración
entre las luchas obreras y las llevadas a cabo por la liberación del
colectivo gay, como el célebre apoyo de la organización Lesbians and
Gays Support the Miners (LGSM) a las huelgas mineras de 1984 en Gran
Bretaña contra la política reaccionaria del gobierno de Margaret
Thatcher. Estas acciones unitarias entre trabajadores y el colectivo
LGTBI crearon el marco perfecto para la reintroducción de la lucha por
la liberación gay en el seno de la izquierda.
En concreto, el Frente
de Liberación Gay adoptó una perspectiva más amplia contra el sistema
capitalista, e incluso participó con el movimiento de los Panteras
Negras combatiendo y poniendo a debate sus ideas machistas y homófobas.
Su aportación llegó hasta el punto de que Huey Newton, líder de los
Panteras Negras, hizo pública su solidaridad con el movimiento LGTBI en
1970, argumentando que “los gays no tienen ningún tipo de libertad
dentro de esta sociedad. De todos, puede que ellos sean los más
oprimidos…”.
El Frente de Liberación Gay, como muchas organizaciones
similares, supo ver la necesidad de transformar la sociedad de forma
radical y luchar de manera organizada. En otras palabras, los miembros
de esta organización comprendieron que para acabar con cualquier tipo de
opresión y lograr la plena libertad en todas las facetas de la vida de
los seres humanos, era necesario acabar con el sistema capitalista. Es
más, al igual que en ocasiones anteriores, la evolución del movimiento
LGTBI y los avances que en aquella época vivimos en nuestros derechos,
sólo pueden entenderse dentro del contexto de ascenso de la lucha de
clases. El enfrentamiento artificial de homosexuales contra
heterosexuales, de negros contra blancos, de hombres contra mujeres…
alimentado por la ideología dominante, promueve la desigualdad y la
discriminación, y le sirve a la burguesía para dividir la fuerza de la
clase trabajadora, y debilitar así las fuerzas sociales que se pueden
movilizar por la emancipación social. Por el contrario, la unión y la
lucha de todos los que somos sometidos por esta sociedad injusta en
contra de cualquier forma de opresión, nos hace más fuertes.
La reacción intenta levantar cabeza
Partiendo de esta premisa, no es ninguna
casualidad que en el contexto de aguda crisis económica en el que nos
encontramos actualmente, los viejos lacayos del sistema vuelvan a
arremeter contra los sectores oprimidos con fuerza redoblada. Recordemos
la masacre de Orlando en junio de 2016, la mayor matanza en EEUU desde
el 11-S. También tenemos presentes todas las agresiones y asesinatos
contra el colectivo LGTBI, que nos dejan datos tan escalofriantes como
que el 80% de los transexuales no sobreviven más allá de los 35 años en
América Latina, que entre 2008 y 2014 hubo más de 1.800 personas
transexuales asesinadas, o la persecución institucional contra gays,
lesbianas y transexuales en Rusia y numerosos países de Asia, África y
Oriente Medio, y en muchos estados de EEUU. Y por supuesto, la
indignación que causó en el Estado español el autobús de la secta
ultracatólica Hazte Oír, financiada con recursos públicos y apoyada por
las altas esferas de la burguesía española. Un claro exponente además de
la propaganda retrógrada y homófoba de la Iglesia Católica y aquellos
partidos como el PP que pretenden devolverle la hegemonía y la posición
de la que disfrutaba durante el franquismo.
No debemos pasar por alto
tampoco la doble moral de los defensores del sistema capitalista que
lloran lágrimas de cocodrilo ante las agresiones y los asesinatos.
Realmente se esconden tras un discurso vacío y políticamente correcto
para rascar votos de los sectores del colectivo LGTBI más aburguesados,
renunciando a denunciar a los sostenedores de la ideología que alimenta
estos crímenes y obviando que la opresión no es igual para alguien
acomodado económicamente que para una persona de la clase obrera. De
hecho, son estos mismos políticos los que favorecen esta situación de
discriminación con sus políticas de recortes en los derechos sociales.
Que no nos vengan los dinosaurios del Partido Demócrata en EEUU, Merkel,
Rajoy, Rivera, o cualquier otro lacayo de los capitalistas a hablarnos
de los derechos de la comunidad LGTBI, cuando son ellos los primeros en
apoyar y sostener regímenes como el turco, el saudí, el marroquí, el
egipcio, o los fascistas de Ucrania, donde la persecución institucional y
social al colectivo LGTBI está a la orden del día.
La repugnante hipocresía del PP y la jerarquía católica
No
olvidamos que el gobierno del PP permite manifestaciones fascistas y
ampara a los agresores. Ha habido más de 200 ataques a personas del
colectivo LGTBI entre 2015 y 2016, en los cuales solamente se incluyen
las agresiones notificadas a la policía. Exactamente igual que ocurre
con la violencia machista, el PP y sus mamporreros de Ciudadanos, y
también los dirigentes del PSOE con sus políticas cada vez más
neoliberales, hacen declaraciones ‘políticamente correctas’, mientras
que la realidad muestra que la discriminación homófoba y machista no
solo está totalmente tolerada, sino que además se crea el caldo de
cultivo para fomentarla. El gobierno del Partido Popular con su política
de recortes en la educación y la sanidad publicas, en los servicios
sociales, etc., y con su ideología reaccionaria y clerical, lejos de
mejorar la situación para las personas del colectivo LGTBI, ha
perpetuado la discriminación en la práctica de todas aquellas personas
que no se identifican ni comparten su modelo heteropatriarcal.
Precisamente
leyes como la reforma educativa de la LOMCE, que el PP ha impulsado —y
que dio luz al movimiento de la Marea Verde con el Sindicato de
Estudiantes e Izquierda Revolucionaria en primera línea—, pretenden
reavivar la ideología reaccionaria de la Iglesia Católica que ya impera
en los centros educativos religiosos e introducirlo en nuestras escuelas
públicas. Es el mundo al revés.
Mientras que esa misma jerarquía
eclesiástica es continuamente señalada y acusada de múltiples casos de
abusos sexuales contra menores, sus máximos jerarcas y sus voceros en
los medios de comunicación, públicos y privados, criminalizan y humillan
con total impunidad a las personas del colectivo LGTBI, tratándolos de
enfermos, antinaturales, o incluso —e irónicamente— de pederastas, entre
otras tantas barbaridades. Por ejemplo, el Arzobispo de Alcalá, Reig
Pla, famoso por su guía para curar la homosexualidad, llegó a declarar
en 2012 en la televisión pública que las personas homosexuales a menudo
“se prostituyen” y “van a clubes de hombres” para “encontrar el
infierno”. También está el ejemplo del Cardenal Fernando Sebastián,
quien dijo que “la homosexualidad es una deficiente sexualidad que se
puede normalizar con tratamiento". O el Obispo Casimiro López Llorente,
quien declaró que “las parejas de personas del mismo sexo provocan el
notable aumento de hijos con graves perturbaciones de personalidad”.
Absolutamente lamentable e intolerable.
Fuera el negocio y la derecha del Orgullo Gay
Todos aquellos que luchamos por una
sociedad realmente libre, pertenezcamos o no al colectivo LGTBI, no
debemos pasar por alto que ha habido un intento claro de hacernos
olvidar la verdadera raíz del problema: el propio sistema capitalista,
el cual se apoya en el heteropatriarcado como una herramienta más para
intentar dividir a los sectores oprimidos de la sociedad. Por eso han
tratado de convertir el Orgullo Gay en un lucrativo negocio en el que
los grandes empresarios pretenden erigirse demagógicamente como
defensores de nuestros derechos. Pero realmente la única intención es
extraer un suculento beneficio, además de fomentar una caricatura de un
día que en sus inicios fue un símbolo de lucha contra la opresión y el
capitalismo.
Hoy el neoliberalismo se quiere apropiar de ello para
desfigurarlo y fomentar el machismo y el clasismo dentro de la propia
comunidad gay, mitificando la figura del hombre homosexual masculino y
elitista, e invisibilizar la gran diversidad dentro del colectivo LGTBI y
su tradicional carácter reivindicativo. Ejemplo de ese machismo y
clasismo recalcitrante dentro de los sectores aburguesados del colectivo
gay masculino es la utilización de vientres de alquiler, que no son
otra cosa que la compra-venta y la mercantilización del cuerpo de las
jóvenes mujeres trabajadoras. No podemos apoyar una práctica que pone
por encima los deseos de paternidad de unos ricos a costa de la dignidad
y los derechos de las mujeres obreras, que sufren una doble represión
por su condición de género y de clase.
Es precisamente por todo esto
que los jóvenes y los sectores avanzados del movimiento obrero tenemos
que trabajar juntos con la comunidad gay para recuperar el carácter de
clase y combativo del movimiento LGTBI. Sólo de ese modo podremos
convertir de nuevo las luchas LGTBI en un instrumento fundamental contra
el sistema opresor capitalista, y para que hombres y mujeres de todo el
mundo podamos alcanzar una sociedad que no pisotee la dignidad y la
vida de las personas.
Desde Izquierda Revolucionaria, el Sindicato de
Estudiantes y Libres y Combativas, mostramos nuestro apoyo total al
colectivo LGTBI, y reivindicamos el carácter combativo de este
movimiento. Rechazamos frontalmente la homofobia además de todas las
políticas e ideologías que la fomentan y amparan, y abogamos por la
liberación de todos los sectores oprimidos de la sociedad. No es la
raza, la nacionalidad, las creencias religiosas ni la orientación sexual
lo que nos diferencia. La sociedad está dividida, claro que sí, pero en
líneas de clase, en opresores y oprimidos. Nuestra emancipación solo
puede llevarse a cabo con la unión consciente y organizada en la lucha
contra el sistema capitalista.
¡POR UNA SOCIEDAD SOCIALISTA Y VERDADERAMENTE LIBRE!
¡VIVAN LAS LUCHAS DE LA COMUNIDAD LGTBI!