COPEL y APREr
(Asociación de Presos en Régimen Especial) han organizado una
columna el próximo 22M:
El
22 DE marzo por la unidad real contra el abuso, por las calles
madrileñas. Por la derrota de la expoliación. Por la derrota del
crimen institucional. Por la salud, cultura y vida en dignidad del
pueblo. Somos obreristas y también somos la representación viva de
los excluidos y los presos injustificables. Somos las víctimas
directas y heredadas del franquismo. Somos todas las posibilidades
civilizadas y organizadas del desarrollo humano. Somos los que vamos
y los que no pueden ir por las rejas, hospitales o cualquier
imposibilidad física o material. Somos los demócratas contra los
usurpadores. Somos amigos de quienes luchan y sólo discutiremos y
avergonzaremos a quienes utilizan los mecanismos del poder para
castigar la palabra, las actitudes humanas y la economía del pueblo
llano, destruyendo el tejido social por los enfrentamientos de
supervivencia. Somos los que han muerto por torturas y disparos en
cárceles, comisarías y en la calle. Somos los subsaharianos
asesinados y ahogados porque somos la humanidad en lucha. Somos
Europa de abajo arriba. Somos el mundo soñado. Somos los niños que
enferman y sufren por el mundo. Somos Copel-Apre con identidad
propia, unidos a todas las desesperaciones y a todas las esperanzas
que marcharán por Madrid. Somos la pretensión de la paz, la mejor
ambición humana posible, sacando de los ministerios, escaños y
ayuntamientos a quienes traicionan al pueblo porque no nos
representan.
Para
derribar los muros de las prisiones es necesario derribar los muros
mentales de la sociedad que hace posible la coerción por las
desigualdades generalizadas. La cárcel es el efecto de la injusticia
y la desproporción. Pretendemos ayudar humanitariamente a las
personas mas necesitadas. Por conciencia y solidaridad, COPEL y APRE
(r) lanzan la siguiente tabla reivindicativa:
1.-
Amnistía presos sociales del franquismo.
2.-
Cuatro alternativas para evitar las torturas:
a)
Entrada libre y sin limites a las asociaciones para evitar los malos
tratos.
b)
Habeas Corpus (presentación inmediata ante el Juez) de cualquier
preso que lo solicite.
c)
Un observador judicial permanente en cada prisión.
d)
Instalación de una oficina pro derechos humanos en cada cárcel con
un mínimo de 500 residentes.
3.-
Trabajo remunerado con cotizaciones a la SS o subsidio por desempleo
para todxs lxs presxs.
4.-
Asistencia medico-sanitaria no dependiente del Ministerio del
Interior. Personal sanitario no corporativo.
5.-
Libertad de enfermos crónicos, patologías incurables y
discapacitados físicos y psíquicos. O cumplimiento de pena
domiciliaria.
6.-
Anulación del régimen FIES (aislamientos crónicos y precoces).
7.-
Desprisionización de parados laborales, precarizados o personas con
ingresos económicos inferiores al salario mínimo.
8.-
Presentaciones telefónicas para las medidas cautelares de control
externo.
La
cita para el 22 M es en Atocha a las 16,15 horas, en Cuesta de Moyano (pincha aquípara ver el lugar exacto) Las buenas comunicaciones y el espacio
garantizan la concentración.
Las
asociaciones convocantes marcharán junto a lxs compañerxs del Grupo
Noelia Cotelo, a los que profesamos especial afecto, por la dignidad
de todxs lxs presxs.
Somos
solidarios con las reivindicaciones del resto de las marchas. Nos
afecta la destrucción económica de las personas por la corrupción
creciente en los aparatos institucionales. Las leyes de control del
cuerpo de las mujeres, la penalización de la palabra por la ley
mordaza, los ataques a la sanidad, la destrucción de la cultura y el
racismo, entre otras reivindicaciones de los colectivos que integran
las marchas. Las apoyamos porque las hacemos propias.
COPEL.
LA REVOLUCIÓN EN LAS CÁRCELES
La
COPEL (Coordinadora de presos españoles en lucha) fue fundada
clandestinamente en la cárcel de Carabanchel a finales de 1976, con
dos objetivos: la amnistía para los presos sociales y cambiar las
condiciones de vida en las prisiones.
La
situación prerrevolucionaria que se vivía en el estado español
también tuvo su reflejo en las cárceles. El contacto de los presos
políticos con los denominados presos comunes ayudó
a politizar y electrizar el ambiente en los penales. Y finalmente,
tras conocerse las palizas continuas en el reformatorio de
Carabanchel, en el verano de 1976 estallaron motines con subidas a
los tejados en varias prisiones, destacando el desarrollado en
Carabanchel. Fueron violentamente reprimidos, siguiendo una brutal
venganza (con palizas y aislamientos generalizados).
Poco
después se creó la COPEL, que se encargaría de organizar y
extender la lucha. Fue fundamental el apoyo exterior del grupo de
abogados y la creación de la Asociación de Familiares y Amigos de
Presos (AFAPE). Se empezaron a realizar asambleas en distintas
cárceles, y se editaron miles de panfletos (con una imprenta
clandestina hecha con la goma de los zapatos) que se distribuían a
las cárceles de todo el estado desde Carabanchel, aprovechando que
todos los traslados penitenciarios pasaban obligatoriamente por esta
prisión.
En
1977 la COPEL hizo públicas sus reivindicaciones:
Amnistía
o Indulto General
Abolición
de las torturas y los tratamientos que violasen los Derechos Humanos
Alimentación
decente
Sanidad
efectiva
Supresión
de los aislamientos indefinidos
Régimen
de visitas no humillante para presos y familiares y amigos
Creación
de visitas íntimas
Fin
de la censura de la correspondencia
Reforma
del Código Penal para adecuar las penas a la realidad social
Trabajo
remunerado digno
Supresión
de la Ley de Vagos y Maleantes
Acceso
a la Educación y creación de bibliotecas
Mejora
de las instalaciones carcelarias
Derecho
a la libertad condicional
Redenciones
de pena por trabajo para todos los presos por igual
Las
reivindicaciones se dieron a conocer coincidiendo con una serie de
huelgas de hambre colectivas en Carabanchel. La prensa se hizo eco de
la noticia, por lo que se decidió dar un paso más en la lucha. El
18 de julio de 1977 (la fecha no se escogió al azar) se inició lo
que posteriormente se conocerá como “La Batalla de Carabanchel”.
Ocho presos vestidos con camiseta roja y pantalón negro subieron al
tejado de la cárcel, portando una pancarta con el escudo de COPEL y
banderas representando las distintas comunidades del estado. Desde
allí, animaron a gritos al resto de los presos de las distintas
galerías (que estaban en los patios), y unos 800 presos se
encaramaron a los tejados al grito de “COPEL, Amnistía, Libertad”.
En
ese momento, varios de los presos que se encontraban en la sexta
galería comenzaron a autolesionarse, aumentando la confusión de los
responsables de la prisión. La acción de los grupos de apoyo
exteriores fue fundamental para garantizar, entre otras cosas, la
presencia de la prensa en el momento justo. Cuando al cuarto día
lograron sofocar el motín (por la falta de agua y comida, los
numerosos heridos y la utilización de fuego real), comenzó una
nueva orgía vindicativa. Torturas, aislamiento, dispersión...Pero
la mecha prendió, y los motines se extendieron a prácticamente
todas las prisiones. Motines, subidas a los tejados, fugas
colectivas, huelgas de hambre, huelgas en los talleres laborales
(donde la explotación era salvaje), autolesiones colectivas...se
sucedían mientras crecía el apoyo social en la calle y la prensa
internacional se hacía eco de la espantosa situación de las
cárceles españolas.
Como
respuesta, el gobierno de UCD apostó por la represión total. Se
inició una campaña de torturas generalizadas y se establecieron
compañías enteras de antidisturbios en las prisiones. Pero la lucha
había saltado los muros, e incluso las fronteras. Las muestras de
solidaridad con los presos en lucha se sucedían y en el interior la
desobediencia ante las normas era general. Los presos organizados
empezaban a controlar la vida, avanzando el sentimiento comunitario
en el colectivo. De hecho, lograron desarticular a los grupos
mafiosos que controlaban las cárceles en connivencia con la
institución. Fue
en este contexto cuando se decidió introducir de forma masiva la
heroína en las cárceles. E incluso se recurrió a la “guerra
sucia”, creando un grupo de presos antiCOPEL (Presos Incontrolados
en Lucha) apoyándose en esos mafiosos que habían perdido sus
privilegios, en fascistas y en los chivatos de toda la vida (entre
otras forma de pago, se les permitió controlar el tráfico de drogas
en el interior).
La
lucha continúa, y el 13 de marzo de 1978 siete presos fueron
torturados con una brutalidad inusitada. Como consecuencia, falleció
el preso anarquista Agustín Rueda. El escándalo saltó a la opinión
pública, aumentando la presión contra un gobierno desbordado por la
determinación de los presos en lucha. El 22 de marzo, los
GRAPO asesinaron a Jesús Haddad, Director General de Prisiones. En
ese momento, ante la presión interna e internacional, el gobierno
cambió de estrategia.
Un
prestigioso abogado antifranquista, Carlos García Valdés, fue
nombrado nuevo Director General de Prisiones, y se anunció la
creación de una nueva ley penitenciaria. Se crearon comisiones
parlamentarias y varios diputados y senadores se entrevistaron con
portavoces de COPEL. Incluso se debatió en sede parlamentaria la
posibilidad de conceder
un indulto general, y
El
24 de mayo de 1978 se aprobó en el Senado un dictamen sobre la
situación de las cárceles, que incluía los principios doctrinales
para una auténtica reforma democrática del sistema penitenciario:
a)
imposibilidad de que la prisión restrinja otros derechos
fundamentales que los que estén intrínsecamente vinculados a la
situación de la privación de libertad;
b)
prohibición de todo tipo de torturas, malos tratos físicos o
psíquicos;
c)
preservación del derecho a la sexualidad;
d)
control de la legalidad en el cumplimiento de las penas (ejercitado
por la autoridad judicial, la institución penitenciaria, la
representación de los presos, los Colegios de Abogados y las
organizaciones ciudadanas);
e)
regulación de las condiciones del trabajo penitenciario cuidando
evitar cualquier vulneración de la legislación laboral vigente;
f)
derecho de asociación de los presos, que habría de ser regulado por
ley;
g)
separación absoluta entre internos menores y adultos;
h)
supresión del carácter paramilitar de los Cuerpos de Funcionarios
de Prisiones.
Pero
mientras enseñaba la zanahoria, el estado también daba con
el palo. Inundaron de heroína las cárceles, azuzaron a los
antiCOPEL, mezclaron a los menores con los adultos y los carceleros
salieron de las galerías, en una política de “apañaros como
podáis”. La intención era obvia: crear el caos en el interior de
las prisiones para que la COPEL fuera perdiendo apoyo entre los
internos.
Esta
estrategia consiguió que surgieran divisiones en el seno de COPEL,
entre los que apostaban por mantener e incluso endurecer la lucha y
los que preferían negociar, fruto del cansancio de tantos meses de
lucha. El sector más combativo hizo un último intento de mantener
una lucha generalizada, organizando un corte de venas a nivel estatal
el 10 de mayo. Un 80% de los presos de todo el estado lo secundaron,
cortándose las venas para provocar su traslado al hospital,
colapsando a las administraciones. A partir de ese momento, la lucha
se fue
dispersando en acciones cada vez más aisladas. Hasta que finalmente
fue sofocada por el cansancio acumulado tras más de dos años de
lucha, la brutal represión y la creación del primer centro
penitenciario de máxima seguridad, la tristemente célebre Herrera
de La Mancha, centro de aniquilación donde se trasladaba a los
presos más combativos. Inaugurada el 22 de junio de 1979, sigue
siendo una de las peores pesadillas de los
presos
en el estado español.
Y
aunque finalmente la COPEL se disolvió y muchos de sus integrantes
sufrieron el miserable ensañamiento del aparato del estado a través
de torturas, aislamiento, dispersión, largas condenas (muchos que
entraron en prisión muy jóvenes con pequeñas condenas, se han
pasado la vida entre rejas por su participación en los motines)...la
lucha obtuvo sus frutos. No se consiguió el indulto general, aunque
cientos de presos lograron fugarse y obtuvieron así la tan ansiada
libertad. Pero el mayor
logro se produjo el 26
de septiembre de 1979, cuando
se aprobó la Ley Orgánica General Penitenciaria, donde se recogían
casi todas
sus reivindicaciones. Se mejoró así significativamente las
condiciones de vida de la población reclusa, acercándose hacia esa
quimera de la función reinsertadora. Aunque el gobierno finalmente
desoyó los mandatos más rupturistas del dictamen del Senado y
escondió
una trampa. El parlamento rechazó las enmiendas presentadas por los
diputados comunistas que recogían el derecho de libre asociación de
las personas presas, y se creó el
llamado régimen cerrado dentro de las cárceles (el origen del FIES,
lamentable figura represiva instaurada bajo el gobierno de Felipe
González). De esta forma, pretendían blindarse ante futuros
repuntes de la lucha carcelaria.
Con
el paso del tiempo, los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP han ido
recortando y eliminando muchos de estos avances, con el vergonzoso
silencio de la mayoría de las organizaciones de izquierdas. Y el
estado aprendió de la experiencia, por lo que han ido creando
macrocárceles alejadas de los núcleos urbanos para invisibilizar a
los presos, y ha afinado los mecanismos y protocolos de control de la
población reclusa. Pero mientras existan las cárceles, existirá la
resistencia y la lucha. Tenemos el deber de aprender de la
experiencia de la COPEL, para encarar las nuevas luchas que tenemos
en el horizonte. Hasta que todos seamos libres.