9 de abril de 1977. Sábado Santo. La mayoría de la población española estaba de vacaciones. Sale por TVE un periodista diciendo “Noticia de última hora: el PCE ha sido legalizado”. El mayor partido del antifranquismo, la bestia negra de los militares era legal.
Tras varias peleas judiciales, en las que el Gobierno pretendía dejar en manos del Tribunal Supremo esta cuestión, Suárez
finalmente decidió legalizarlo. Pero no fue el presidente el que lo
legalizó sin más. Fueron los centenares de miles de militantes (en el
momento de la legalización contaba con unos 200.000) que habían luchado
durante los años de la dictadura franquista en las fábricas, en las
universidades, en la calle para acabar con el régimen, los que empujaron
hacia la legalización. Y también una opinión pública manifiestamente
favorable (un 45 por ciento estaban a favor frente a un 17 por ciento en
contra en marzo de 1977.
Pero quienes estaban rotundamente en
contra de que aquello pasaron eran los militares. En septiembre de 1976,
Suárez se había reunido con la cúpula del Ejército para decirles que no
iba a hacer nada para legalizar el PCE. Cuando se enteraron de la
noticia, la reacción no se hizo esperar. Pita de Veiga, ministro de Marina, dimitió. Asçi describía el general Armendi la situación en el Ejército:
“No hay nada decidido, pero la
situación es muy delicada; hay altos mandos del Ejército y sectores
influyentes de la vida nacional que están dispuestos a convertir la
acción gubernamental de legalizar el PCE en ‘casus belli’”
Pero esta legalización no fue ni mucho
menos un camino de rosas para el PCE. A cambio de la misma, la dirección
del Partido renunció a casi todo lo que habían defendido durante años:
la República, la bandera republicana, la depuración de los cuerpos
represivos, la lucha por el socialismo. Aunque realmente, esta renuncia
no se produjo en los años de la Transición. Ya era anterior. En 1956,
Carrillo y compañía ya abogaban por una política de “reconciliación nacional”
en la que no se juzgaran los crímenes franquistas, en el que sólo se
luchara por la democracia (da igual si habría rey o no) y no se
cuestionara el sistema de producción capitalista. De hecho, en esos
años, la dirección del PCE renunciará también al termino “leninismo” , lo que produjo fuertes tensiones internas e incluso rupturas.
Lo que está claro es que aquella
legalización, los militantes, hombres y mujeres anónimos, que se habían
dejado la piel para luchar contra el franquismo, celebraron por todo lo
alto lo conseguido. Porque lo consiguieron ellos, a base de pelar, de
luchar, de torturas, de cárcel, de muerte. Nadie regaló nada a la
izquierda en aquellos años. Todo se tuvo que conquistar a base de
movilización social. La dirección del partido no quiso hacer grandes
celebraciones. Y días después, el 14 de abril justamente, en un famoso
comité central, Carrillo y compañía aceptaban la bandera monárquica, que, con el águila en medio, habían usado los franquistas durante 40 años.
Desde Recuperando Memoria queremos
homenajear a todos aquellos que lucharon y se dejaron la piel por acabar
con el franquismo y con su impunidad. Pero también hacemos críticas al
proceso de Transición. No todo fue tan bello como desde los medios de
comunicación nos lo pintan. La violencia política, la sangre inundó
también las calles en esos años. Y muchas cuestiones se dejaron en el
tintero. Como por ejemplo, al cuestión de República o Monarquía, la
lucha por el socialismo. Y como no, la impunidad de los crímenes
franquistas. Hacer una crítica de aquel periodo no es menospreciar a
todos aquellos que lucharon durante la dictadura, ni mucho menos. Es
aprender de los errores, estudiar con franqueza el pasado, para poder
transformar el presente y tener un futuro mejor.