PÁGINAS

sábado, 27 de junio de 2015

Entrevista a Daniel Pont, miembro fundador de la COPEL

Daniel Pont Martín (Madrid, 1949 ) es uno de los 12.000 presos sociales que poblaron las cárceles españolas del último período de la dictadura y del inicio de la Transición. Hijo de una época convulsa caracterizada por la brutalidad y la negación de todos los derechos sociales y la imposición del miedo a todas las instituciones oficiales del régimen, Daniel Pont ingresó en prisión a los diecisiete años al serle aplicada la Ley de Vagos y Maleantes por unos pequeños robos, cumpliendo por este delito una condena de cinco años. Seguidamente, a los veintitrés tres años, se le aplicó la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social por atraco, lo que le llevó a ingresar de nuevo en prisión cumpliendo una condena de seis años y cuatro meses. En su lucha por la supervivencia intramuros, fue uno de los impulsores y miembros más activos de la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL), nacida en 1976 en la cárcel de Carabanchel con el objetivo de conseguir la Amnistía General y el cambio de las normas de vida en el interior de las prisiones.
¿En qué contexto se dio el empoderamiento del preso social ?
La delincuencia de la dictadura era una delincuencia de subsistencia. Pero el desarrollismo económico español supuso la entrada en prisión de delincuentes juveniles más rebeldes y con una naturaleza muy diferente a la de los presos de la posguerra y del período de hambre. El cambio de conciencia se dio después, a primeros de los años 70, con la entrada de presos por drogas, atracadores extranjeros y presos políticos revolucionarios que tenían acceso a literatura progresista y otra mentalidad. En la Europa de los últimos años 60 había un fuerte movimiento de lucha y denuncia en contra de la prisión especialmente en Francia con el Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP) con Michel Foucault y Daniel Defert al frente y su heredero, el Comité de Acción de los Prisioneros (CAP ). También en Italia hubo un movimiento de lucha en las cárceles muy importante como el de los Núcleos Armados Proletarios (NAP) que, en sus inicios, era una escisión de un partido de izquierda marxista-leninista y que se nutrió con decenas de presos sociales. Todo esto y la necesidad de recuperar la autoestima entre los presos dentro de un contexto donde la supervivencia se basaba en el abuso de los presos más fuertes sobre los más débiles, nos llevó a tomar conciencia de nuestra condición.
Cuéntanos qué es la COPEL y de su proceso de formación.
La Copel surgió en un contexto específico durante los últimos años de la dictadura y los primeros de la transición a raíz del abandono que sentimos los presos sociales con la Amnistía Política de Julio del 1976. Al vernos excluidos de la primera Ley de Amnistía, empezamos a organizarnos de forma espontánea a partir de denuncias, escritos y comunicados a los medios y los partidos políticos. También, meses antes, habíamos empezado una campaña anónima de agitación y de información escribiendo pequeños panfletos en letra minúscula que distribuíamos anónimamente por las ventanas a los demás compañeros presos en Carabanchel. Poco tiempo después, la dirección nos permitió celebrar la primera Asamblea Colectiva en la cárcel de Carabanchel que convocó, seguidamente, la primera huelga de talleres en la misma prisión. A finales del 76, la COPEL se hizo visible en el exterior .
EL motín de Carbanchel se ha presentado como el símbolo irrevocable del presos en lucha .¿Qué pasó aquel 18 de Julio de 1977?
El motín del 18 de Julio de 1977 se organizó en la rotonda de la 6 ª galería de Carabanchel. En ese añadido de galería, donde nos tenían aislados alrededor de 40 presos, convivíamos en comuna: teníamos nuestra biblioteca y funcionábamos de forma totalmente asamblearia y autoorganizada. De todos los 11 años que estuve en prisión, nunca viví de esa manera tan horizontal, con tanto respeto y con tanta fuerza y unidad como entonces. Decidimos dar un paso más en el pulso que manteníamos contra el Estado. Mientras el revuelo provocado por el lanzamiento de unos explosivos –fabricados con latas de conservas y cabezas de cerillas prensadas– hacía su efecto como maniobra de distracción, siete compañeros voluntarios de la COPEL subieron al tejado con unas pancartas que habíamos confeccionado previamente en el patio de la rotonda. Paralelamente, el resto de compañeros nos tragamos objetos metálicos y nos autolesionamos. Fue la primera autolesión colectiva y nunca olvidaré, por la carga emocional que supuso, el vernos unidos 26 compañeros chorreando sangre abundante mientras cantábamos el himno de la COPEL, que es una adaptación del bella ciao. A nuestro paso se unieron otros presos hasta amotinarse prácticamente toda la prisión. Al final subieron al tejado de Carabanchel unos setecientos presos, sumándose unas veintidós tantas cárceles más de todo el Estado.
¿Cómo desapareció la COPEL?
El Estado fue capaz de neutralizar la lucha de la COPEL utilizando los medios represivos más intensos como el aislamiento y la tortura. Nosotros resistimos con dignidad hasta los últimos meses del 78, momento en que el Estado se aferró al artículo 10 del reglamento penitenciario, que aprobaba el aislamiento indefinido de presos que consideraban rebeldes. El último año que estuve en la cárcel antes de salir en libertad en abril del 79 lo pasé en régimen de aislamiento en el Puerto de Santa María. Lo que perseguían era mi destrucción psicológica, así como lo hace el régimen FIES cerrando los presos durante 22 o 23 horas en celdas de aislamiento de escasos metros, sin luz natural ni ventilación. Paralelamente, la dirección de Carabanchel propició la creación de un grupo de incontrolados instrumentalizados por la policía, con la única intención de reproducir el antiguo statu quo fascista de los presos más fuertes sobre los más débiles. Todo aquello nos recordaba a los guerrilleros de extrema derecha de Cristo Rey. Por último, la introducción de la heroína y las constantes manipulaciones de los medios de comunicación del régimen provocaron el abandono progresivo del apoyo exterior .
¿Cómo se legitiman las cárceles? ¿Crees que hay una relación directa entre el poder y la delincuencia?
La función de la prisión, según la teoría que nos dice el sistema legislativo y judicial, es la de mantener un sistema de convivencia social aparentemente equilibrado. Pero lo que realmente se esconde detrás de estas leyes es el interés de defender una clase social hegemónica por encima de otra que sumisamente lo acepta, castigando cruelmente a aquellos que no se integran dentro de este orden social establecido. En la práctica, la prisión sólo ocasiona sufrimiento y destrucción. No tiene ningún sentido mantener la prisión en pleno siglo XXI. Pero, si no se cambia esta sociedad de una forma radical con una revolución social profunda, no hay nada que hacer, porque el alimento de la prisión es el mismo poder que ejerce este sistema. La delincuencia interesa porque el Estado necesita del enemigo necesario y necesita del miedo y de la represión para mantener el control social. Esto es lo que nos quieren imponer con la Ley de Seguridad Ciudadana: amordazar a los sectores sociales que no aceptan sumisamente la precariedad de nuestras vidas provocadas por la crisis del capitalismo y el carácter de una clase dirigente corrupta y poderosa.
El triunfo de un modelo penitenciario, entendiendo la rehabilitación de sus presos como meta, debería tener como consecuencia la reducción de presos ¿Cómo se explica que actualmente haya 73.000 presos en el estado Español?
El panorama penitenciario es pesimista, sobre todo porque las cárceles están llenas. El discurso social normalizado es que la cárcel es necesaria, sin cuestionarse en absoluto el porqué de este tipo de cárceles y leyes; ni qué representa ni qué intereses defiende. La rehabilitación relacionada con esta sociedad es una falacia. No es posible que una sociedad que genera violencia, injusticia y represión, rehabilite socialmente a nadie. Yo no me considero rehabilitado; al menos, he cambiando mi conciencia y he aprendido a sobrevivir con otros valores. La rehabilitación social es un concepto originado con la religión católica. Desde sus orígenes, sobre todo en la dictadura la iglesia católica siempre ha estado muy ligada con la administración de la represión. Por otra parte, ¿qué trabajos rehabilitadores hay en las cárceles que sean profesionalmente factibles de incorporarse a la vida en libertad? Escasísimos talleres, con un tipo de trabajo alienante y sin ninguna opción de adecuarlo a las necesidades laborales del mundo exterior. Y no nos olvidemos de la toda industria penitenciaria que se beneficia por el cierre de casa preso.
¿Qué repercusiones reales puede llevar el historial de un preso insumiso? ¿Podemos enmarcar la huelga de hambre que mantiene José Antúnez Becerra desde el 14 de Enero en Brians 2 dentro de este patrón?
La huelga de hambre de Antúnez Becerra la enmarco dentro de la urgencia de denuncia de la cadena perpetua encubierta que sufre y de la dureza en el tratamiento penitenciario; sin olvidarnos del goteo interminable de decenas de suicidios. Antúnez es un hombre con unas características singulares: ex miembro de COPEL, fue uno de los cuarenta y cinco reclusos que protagonizaron la fuga de la Modelo en 1978. También participó en el motín de Quatre Camins en 2004 como denuncia los brutales malos tratos que se daban en esta prisión. José Antúnez ha sido siempre un hombre reivindicativo, autodidacta e insumiso a aceptar la injusticia carcelaria tan inherente a la Institución y por ello requiere el máximo respeto y el máximo apoyo.
Traducción al castellano de una entrevista de Neus Solá a Daniel Pont en la Directa