Mena: menor extranjero no acompañado. Así se llama oficialmente a los niños y niñas migrantes que llegan solos a nuestro país. La ley (y el sentido común) dicta que deben ser atendidos como niños en situación de desamparo. Sin embargo, las distintas administraciones tratan de "quitarse el marrón", incluso mandado a estos chavales a otras comunidades autónomas de forma clandestina.
Y cuando superan todas las trabas, como la determinación de su edad (una batalla continua para evitar el limbo jurídico que significa ser "mayor de edad" para el sistema de protección de menores, pero "menor de edad" para las demás administraciones e instituciones), se encuentran con todas las carencias del sistema de protección de menores. Pero aquí no acaban los problemas. ¿Qué ocurre cuando cumplen la mayoría de edad?
Pues que son expulsados de los centros de protección de menores (muchas veces sin la documentación en regla, vulnerándose de nuevo la ley desde las propias administraciones). Abandonados a su suerte, en la calle con una mano delante y otra detrás. Ante el escándalo, el Ayuntamiento de Madrid ofrece sus servicios: la red de atención a personas sin hogar. Una red también privatizada y colapsada (las listas de espera son eternas para quien duerme en la puta calle). Lo mismo se hace con refugiados políticos, familias desahuciadas, etc. Se está llenando de "menas" el Centro de Acogida Luis Vives (el menos inadecuado de toda la red, pero que también tiene sus cosillas).
Madrid, caso paradigmático de cómo se afronta la migración infantil en nuestro país. Pero también paradigma del compromiso social con los más vulnerables. Ahí tenemos la labor incansable de las compañeras de la Fundación Raíces, el Banco Obrero Solidario de Alimentos, San Carlos Borromeo, Hortaleza Boxing Crew, y un largo etc. Incluso la plantilla del centro de Hortaleza está denunciando la situación.
Por un lado tenemos vulneración de derechos, abandono y maltrato institucional, junto a una campaña racista de criminalización de, no lo olvidemos, niños y niñas desamparadas. Pero por el otro, tenemos la creciente contestación social y la solidaridad del pueblo madrileño. Las espadas siguen en alto. Pero a los "mena" se les acaba el tiempo.