sábado, 25 de julio de 2015

Por qué no hay que aplicar el método Estivill

  Muchas veces, en alguna reunión social o en alguna conversación entre padres en el parque, surge el tema Estivill. Sigo sorprendiéndome de la naturalidad con la que comentan su eficacia quienes lo han aplicado. Por eso hace tiempo que tengo pendiente escribir este post. Pero antes, hablemos de este señor, Estivill, y lo que propone para hacer dormir a los niños.
No todo el mundo sabe que lo que ha hecho este pediatra es copiarse un método ideado por el estadounidense Ferber, que consiste en aumentar progresivamente el tiempo que se deja llorar al bebé en la cuna por las noches, hasta que deja de llorar del todo (total, nadie va a acudir). De manera que Estivill no ha hecho nada original.
¿Y funciona? Pues sí: los niños acaban durmiendo. Con este argumento, los padres que defienden el método justifican su decisión. Pero, en la crianza (y en la vida), el fin nunca justifica los medios.

Estas son algunas de las razones por las que no hay que aplicar el Estivill:
  1. Los niños no llegan a dormir como los adultos hasta cumplidos los 6 años. Es decir, hasta esa edad, los despertares nocturnos son normales. No hay nada de malo en un bebé que se despierta por las noches. El problema lo tienes tú, no tu bebé.
  2. Tú sabes que tu bebé está perfectamente a salvo en su cuna. Pero tu bebé no sabe que está a salvo. Para él, la mayor amenaza es no tenerte cerca. Gracias a este instinto, que está escrito en su código genético desde que existe la especie humana, es que hemos podido sobrevivir. Imagina a un bebé abandonado a su suerte en una pradera prehistórica, presa fácil de cualquier depredador. Sin el instinto de llorar al sentirse en peligro, y así alertar a su madre, sus minutos están contados. Tu bebé, en el siglo XXI, comparte el mismo código genético que ese bebé prehistórico. Para él, la amenaza de estar a oscuras, solo en una cuna, sigue siendo tan real como la del bebé expuesto a ser devorado por las fieras.
  3. Los bebés no piden lo que no necesitan. No está tratando de manipularte, ni de salirse con la suya: eso lo hacemos los adultos. La necesidad de contacto para un bebé es tan importante y vital como la necesidad de alimento. Pretender que un bebé se quede tranquilito en su cuna sin chistar y que duerma toda la noche es un sinsentido. De acuerdo con Rosa Jové, sólo un 10 o un 15% de los bebés son capaces de dormir 10 o 12 horas de un tirón a la edad de 7 meses.
  4. Un bebé espera ser atendido cuando llora. Si nadie acude, comprenderá que de nada sirve hacerlo, que él no es importante: que no es amado. Y arrastrará este condicionamiento (y la consecuente falta de autoestima) hasta la vida adulta. Aprenderá que no vale la pena luchar, que la batalla está perdida de antemano. Lamentablemente, son demasiados los adultos hoy en día que ven la vida de esta forma. Y esto es algo trágico.
  5. Un niño es un ser humano y merece el mismo respeto que un adulto. Esto incluye el respeto a sus propios procesos naturales. ¿Le negarías atención a un adulto que sufre, sólo para que «aprenda»?
  6. Un niño que siente miedo y cuyo llanto no es atendido, segrega adrenalina y otras sustancias que hacen que en todo su organismo se active un estado de alerta (igual que te ocurre a ti en situaciones de peligro). Llega un momento en que la amígdala, una parte del cerebro emocional, se colapsa. Entonces el organismo empieza a segregar nuevas sustancias (endorfinas, serotonina) para combatir ese estado de alerta, pues no se puede mantener por demasiado tiempo. Es entonces cuando el niño, drogado por su propio organismo, se duerme. ¿Ha aprendido a dormir? No. Se ha autodrogado (Dormir sin Lágrimas, Rosa Jové). En esto es que se basa el Estivill. Cuanto más pequeño es el niño, mayor es el estado de shock al que se le somete.
  7. Una exposición prolongada a la adrenalina y otras hormonas del estrés trae muchas secuelas negativas, como el daño de células cerebrales y una «desregulación duradera de la bioquímica cerebral» (Jové),  con consecuencias como depresión, trastornos del apego, indefensión aprendida, ansiedad, hiperactividad…
  8. Si no te hubiesen convencido de que el método Estivill es sano, no lo harías. No conozco una sola madre que no haya tenido la más mínima duda de estar haciendo lo correcto al escuchar llorar a su bebé y no acudir. Pon la mano en tu corazón y pregúntate si realmente quieres hacer esto. ¿A que no? ¿A que todo tu cuerpo te está pidiendo que acudas de inmediato y cojas en brazos a tu hijo, y le cantes y arrulles hasta que este dormido? Pues eso es exactamente lo que tienes que hacer, lo que la naturaleza te ha programado para que hagas. ¿Por qué vas a dar más crédito a un médico que le pone su nombre a un método que inventó otro que a tu propio corazón? ¿Quién es quién para decirte que es malo coger a tu hijo y cantarle?
  9. Existen otras alternativas. Si tu bebé se despierta cada hora y media (como lo hacía el mío), si estás agotada y no puedes más, existen formas respetuosas de ayudar a tu bebé a conciliar el sueño más rápidamente, y a volver a dormirse sin ayuda cuando se despierte por la noche. Te recomiendo el libro El Sueño del Bebé Sin Lágrimas de Elizabeth Pantley, que puedes conseguir en Amazon entrando aquí. A mí me cambió la vida, y sin derramar ni una sola lágrima. Ninguno de los dos.

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