martes, 20 de febrero de 2018

La Otra Memoria Histórica. Egunkaria


El reloj marcaba la una de la madrugada. Martxelo Otamendi, uno de los periodistas más reputados del País Vasco, estaba en pijama. De repente, un fuerte ruido le hizo saltar de la cama. “Abra, es la Guardia Civil”. Él abrió, y ellos, los guardias civiles, cerraron Egunkaria, el periódico en euskera que él dirigía. Pero no solo eso. También le apuntaron con un revólver a menos de un metro, lo esposaron, se lo llevaron a Madrid y lo torturaron. ¿Era Otamendi de ETA? No. ¿Formaba parte su diario de algún tipo de trama terrorista? Tampoco. Sólo hubo un problema: los tribunales tardarían varios años en reconocerlo.

Este 20 de febrero se cumplen 15 años de aquel imborrable día de 2003, en el que Euskadi perdió un auténtico emblema de la comunicación y la cultura vasca. “Por eso, porque éramos algo emblemático de este país, nos cerraron”, afirma Otamendi a Público. No en vano, Egunkaria fue el primer diario editado íntegramente en euskera tras la muerte de Franco. Antes hubo otro, que se llamó “Eguna” y que también tuvo un fin traumático: dejó de salir en 1937, cuando los franquistas entraron a Bilbao.

En cualquier caso, Egunkaria no fue el primer periódico vasco cerrado en democracia. Algunos años antes, en 1998, el gobierno del PP también actuó contra el diario Egin. Tanto en un caso como en otro, la acusación fue la misma: una hipotética subordinación o pertenencia a un entramado terrorista. Sin embargo, dicha teoría –enmarcada en el “Todo es ETA” que se aplicó durante varios años desde Madrid contra colectivos, empresas y medios de comunicación vascos- sería posteriormente descartada por los tribunales: en mayo de 2009, el Tribunal Supremo dejó sin efecto la “ilicitud” de Egin, mientras que en abril de 2010 la Audiencia Nacional absolvió a todos los imputados en la causa contra el periódico Egunkaria.

“La estrecha y errónea visión según la cual todo lo que tenga que ver con el euskera y la cultura en esa lengua tiene que estar fomentado y/o controlado por ETA conduce a una errónea valoración de datos y hechos y a la inconsistencia de la imputación”, puede leerse en la dura resolución que emitieron entonces los magistrados. Párrafo a párrafo, el fallo desmontó completamente las denuncias presentadas por Dignidad y Justicia y la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), que se habían personado como acusaciones populares. Como si esto fuera poco, la Audiencia concluyó que el cierre del diario vasco “no tenía habilitación constitucional directa y carecía de una norma legal, especial y expresa que la autorizara”.

El autógrafo de Ayrton Senna

Nada de eso importó en febrero de 2003, cuando la Guardia Civil se presentó en casa de Otamendi, le apuntó con una pistola y se llevó hasta los recortes de Fórmula 1 que guardaba de su época como comentarista de automovilismo en la televisión pública vasca. Entre otros objetos sospechosos, los agentes incautaron libros de Bernardo Atxaga o Pilar Urbano, además de un autógrafo que le había dedicado el mítico piloto Ayrton Senna. Siete años después, cuando fue absuelto y le devolvieron sus pertenencias, los responsables de la Benemérita olvidaron reintegrarle aquel autógrafo. “En 2010, Isaac Rosa escribió una columna en Público pidiendo que me lo devolvieran”, rememora el periodista.

Ejemplar del periódico 'Egunkaria'.

De sus recuerdos también aflora el horror. “Cuando me detuvieron estuve cinco días incomunicado, de los cuales tres fui objeto de torturas”, señala. Así se lo contó también al juez de la Audiencia Juan del Olmo, con la fiscal delante. ¿Su reacción? “Ni pestañaron”, resume el ex director de Egunkaria y ahora responsable de Berria. Tampoco lo hizo el gobierno de Aznar, que en lugar de comprobar si las declaraciones de los detenidos eran ciertas optó por querellarse contra ellos, aduciendo –en palabras del entonces ministro de Interior, Ángel Acebes- que al denunciar torturas habían cometido un presunto delito de “colaboración con banda armada”. La responsable de presentar esa denuncia –que no tuvo ningún recorrido- fue la entonces subsecretaria de Interior y ahora ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal.

Sin embargo, aquella jugada del gobierno de Aznar tuvo el efecto contrario al esperado: en octubre de 2012, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) acabó condenando al Reino de España por no investigar las denuncias de torturas que había realizado Otamendi.

Advertencias y silencios

15 años después de aquel febrero, Otamendi cree que detrás del cierre de Egunkaria “hubo dos objetivos”. Por un lado, el gobierno de Aznar “buscó criminalizar al mundo del euskera”. “Pero también había un aviso a navegantes en torno a la autodeterminación –continúa-. Con nuestro caso, el gobierno de Aznar y el servicio de Inteligencia de la Guardia Civil estaban diciendo ‘cuidado, a ver ustedes por dónde van a ir’”.

Del mismo modo, aquel operativo contó con un aliado fundamental: los medios de comunicación, que mayoritariamente callaron –o incluso justificaron- la clausura del periódico. “Habrá quien quiera ser autocomplaciente, pero la realidad es que no respondimos con la contundencia y el enfado que la situación merecía”, afirmó a Público la vicedecana del Colegio Vasco de Periodistas, Amaia Goikoetxea. ¿El motivo? “En aquellos momentos –responde-, en la lucha contra ETA todo valía… y todo se confundía”.

A su criterio, hubo un factor que influyó de manera decisiva: el “discurso dominante” que se amparaba en el “pensamiento único generalizado del resto de los medios de comunicación”. “El cierre de un medio es un drama y una vergüenza para un estado que se presente a sí mismo como democrático”, remarca Goikoetxea, quien no duda en calificar el operativo judicial y policial contra Egunkaria como un “ataque a la libertad de expresión y al derecho de información de la ciudadanía”.

“Nos siguieron coches camuflados”

Desde la redacción de Berria, Otamendi también quiere rescatar la memoria de aquellas y aquellos que actuaron de una forma radicalmente distinta. “Hubo gente en Euskal Herria, pero también en diferentes lugares del Estado, que nos apoyó y denunció lo que estaba ocurriendo”, subrayó. Puso el ejemplo de las charlas que se organizaron en lugares como Elche, donde al acabar una conferencia “nos siguieron dos coches camuflados”, o en la universidad de Las Palmas de Gran Canaria, cuyo rector, Manuel Lobo, prohibió en junio de 2003 una conferencia del periodista vasco. “A pesar de todo eso, hubo gente que se comprometió con nosotros”, recordó. Hoy, 15 años después, el ex director de Egunkaria afronta otra jornada de trabajo. Su objetivo sigue siendo el mismo que entonces: hacer posible un periódico en euskera. Ni más, ni menos.