Están por todas partes. En la puerta del súper, del estanco, de la
Iglesia. A veces les das algo de dinero suelto, otras, ni les miras,
pero no por ello dejan de existir. La asociación Chupano,
formada por y para los sin techo, estima que unas doce mil personas
carecen de hogar en Madrid, entre los que se encuentran también los
okupas y los que duermen en sus vehículos. De todas esas personas, 5.000
duermen directamente en la calle, según asegura Lagarder Danciu,
activista sin techo que se ha consagrado a hacer visible la pobreza en
España. "He visto familias enteras durmiendo en furgonetas o entre
escombros", asegura.
Lagarder adquirió protagonismo mediático al irrumpir en actos electorales de los cuatro principales candidatos a la Presidencia del Gobierno y en la manifestación del colectivo de extrema derecha Hogar Social Madrid.
Mientras los políticos preparan su campaña electoral, él sigue con su
lucha para recuperar los servicios públicos. "A partir de 2003 el PP de
Madrid apuesta por la privatización, aunque ellos prefieren usar la
palabra externalización", dice. Es el caso del Samur Social, dirigido
por Darío Pérez, que está en manos de la empresa Grupo 5 y que, a pesar
de estar destinado a ayudar a la pobreza, consigue obtener beneficios de
60 millones de euros al año.
El Samur Social ha preferido no
hacer declaraciones al respecto. Para hablar con ellos es necesario
firmar un acuerdo de confidencialidad en el que se exige que no se
publique nada de la conversación. Lo mismo pasa con el Área de Gobierno
de Equidad, Derechos Sociales y Empleo, cuya concejala es Marta
Higueras.
"La
empresa de limpieza EULEN", cuenta Lagarder, "propiedad de Florentino
Pérez, cobra cincuenta céntimos a los sin techo para ducharse, y aun así
sigue pidiendo subvenciones". A pesar de sus beneficios, esta red de
recursos sociales solamente ayuda a unas mil personas.
"Ante esta
situación de desprotección, la única solución es hacer ruido y
protestar, organizarnos con asociaciones como Chupano, Invisible Coslada o Invisible Tetuán. Hemos contactado con PAH Madrid y nos hemos adherido a la Plataforma por la Remunicipalización de los Servicios Públicos", dice Lagarder.
Son
los problemas de los invisibles, los problemas que se evitan a toda
costa y sobre los que nunca se reflexiona para dejar tranquila a la
conciencia. Las quejas que nunca se oyen porque tampoco interesa
escucharlas.
VOCES DE LA CALLE
“Techo
improvisado” es el nombre que Lagarder usa para referirse a la madrileña
Plaza Mayor. Según asegura, todas las noches duermen allí entre sesenta
y ochenta personas. “Luego, entre alrededor de las 7:30 horas, viene la
Policía a echarlos”. Pide que se respete la intimidad de los sin techo y
no se saquen fotos sin su permiso. “En muchos casos no quieren que sus
familias sepan que están en la calle”.
Es
domingo por la tarde y en la Plaza Mayor hay dos grupos que reparten
comida, una parroquia y un grupo de jóvenes inglesas que no pertenecen a
ninguna asociación. En cuestión de una o dos horas, alrededor de
doscientas personas pasan por la zona para recoger un bocadillo y un
vaso de agua. Entre esas personas está Carlos.
Carlos trabajó diez
años de guardia de seguridad y desde hace cuatro está en la calle. Dice
que no le gusta dormir en albergues. "Prefiero la calle, no me siento
tan coaccionado, llevo un buen régimen de alimentación y hay calor
humano y cartón". Aún no ha aceptado su situación, durante la
conversación delira varias veces para siempre terminar diciendo que "el
momento llegará, siempre hay que ser positivo".
Otros
no son tan optimistas. Don Antonio está sentado en la terraza de un bar
ya cerrado de la plaza. Según dice, acabó en la calle por "una
desgracia". Tiene sesenta y tres años, empezó a trabajar desde los
catorce, los últimos en el sector de la construcción; se quedó en paro y
fue desahuciado, "cosas que pasan en la vida". Su orgullo le impide
recurrir a albergues, "yo no he nacido para que me den un plato de
comida, yo ese plato lo gano, a mi no me tienen que dar nada". Además,
denuncia que en estos lugares"mezclan a todo tipo de gente, drogadictos,
enfermos mentales, personas que deben recibir ayuda en otras
instituciones". También se queja de los periodistas, algunos no han
dudado en quitarle el cartón para hacerle una foto o grabarle sin
preguntar. "Uno tuvo que salir corriendo porque lo corríamos a gorrazos", comenta con humor.
Nico,
nombre falso a petición, trabajó diez años en Barcelona, los cinco
primeros sin papeles, pero con la crisis se quedó sin empleo y llegó a
Madrid donde lleva tres años haciendo pompas de jabón para los niños en
la Plaza Mayor. "Ahora a finales de mes volveré a Barcelona, donde hay
turistas", dice. Es ucraniano, estuvo en el ejército y tiene dos hijos.
La chica sigue en el instituto pero el mayor lucha en Donbass contra los
prorrusos. Luce un orgulloso su D.N.I con su dirección, "chalet cinco
estrellas de la Plaza Mayor", como él llama, con mucho humor, a su hogar
de cajas de cartón. No es muy usual que un sin techo esté empadronado
en el sitio donde duerme, a pesar de que la ley así lo establece. “Hay
una sentencia de la abogacía del Estado que obliga a los ayuntamientos a
empadronar a los sin techo en el lugar donde duermen, pero no lo hacen
para no dar visibilidad a la pobreza”, informa Lagarder.
EL DOLOR DE LAS PROMESAS INCUMPLIDAS
En
época electoral las promesas políticas parecen ilimitadas, hay de todos
los colores. Los políticos se acuerdan de las PYMES, las familias
trabajadoras, los autónomos... Todos los colectivos reciben su ración de
promesas, compromisos rápidos, fáciles de hacer y fáciles de olvidar
entre el tsunami de las elecciones. Los sin techo son los primeros de
los que se olvidan, para luego pasar a ser marginados y criminalizados.
Esperanza
Aguirre, en la campaña de las municipales, prometió prohibir que la
gente durmiera en la calle ("ahuyentan a los turistas") y es famoso el
caso de los separadores que el consistorio de Ana Botella puso en los
bancos de las paradas de autobús para evitar que nadie pudiera tumbarse.
Antonio,
un leonés fuerte e indignado, recuerda el compromiso de alquiler social
que la actual alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, aseguró en la
campaña de las elecciones municipales de 2015. "Carmena no ha cumplido
sus promesas, la vivienda que tenemos es una caja en la plaza", asegura
Antonio. "De los pobres no se acuerda nadie, lo último de la sociedad,
lo que nadie quiere", añade con enfado. Como la mayoría de los sin
techo, no está empadronado, lo cual le supone muchos problemas. "Para
conseguir cualquier cosa en Madrid, como una plaza en un albergue o en
comedores, necesitas estar empadronado en la comunidad (...) En los
servicios sociales de la calle Asturias me dijeron que no tenía derecho
al bono social". Esto es así a pesar de que tiene una minusvalía del
setenta por ciento y un marcapasos. No tiembla cuando dice "España es un
asco, yo soy español y nuestro país da asco"; el patriotismo queda en
evidencia cuando se tiene el estómago vacío y se duerme en un saco de
dormir en la calle. "Me siento extranjero en mi país, me siento
avergonzado", añade.
En
las pasadas elecciones generales Antonio no fue a votar, ni lo ha hecho
nunca. "Yo no voto porque no estoy de acuerdo con las políticas de los
gobiernos que hemos tenido, todos han prometido ayudarnos a los pobres y
no han hecho nada (...) Para ellos los sin techo deben estar apartados,
marginados, para ellos no contamos. Y si no cuentan con nosotros no
contaré con ellos". Dice que para llevarle a las urnas, los políticos
deben tener algún gesto, actuar contra la pobreza, demostrar el
verdadero interés en el problema. Pero asegura que para eso aún queda
mucho. "Los políticos sólo piensan en repartirse los escaños y el
dinero, de los demás no se acuerdan", zanja.
Los medios de
comunicación se llevan el último dardo certero de Antonio. "A la prensa
no le interesa la gente sin techo, solo les interesa la política, los
ricos y el fútbol. Los pobres no somos rentables", y recuerda a todos
esos periódicos gratuitos que son ellos, los sin techo, quienes hacen
cola para coger un ejemplar. Se mantienen informados pero nunca leen las
noticias que verdaderamente les afectan.
SEGUIRÁN SOÑANDO
Papi
duerme junto a los cines Ideal, frente a la conocida discoteca
Independance. "Hoy no abren, pero mañana habrá fiesta de estudiantes
Erasmus y se mearán y se cagarán a mi lado", comenta. Es presidente de
la asociación Chupano, lleva seis años sin hogar, a veces como okupa, y
lleva en su puesto de la calle Doctor Cortezo 160 días sin interrupción.
"Aquí he pasado el invierno y echaré el verano", afirma, aunque
advierte que "ahora cierran la mayoría de comedores y el estómago de los
sin techo se va de vacaciones". Considera que el pueblo madrileño es
"bastante solidario" y sobre todas las cosas agradece que alguien "se
pare a hablar, poder tener una conversación inteligente". Nos dice que
el Ayuntamiento ya ha repartido algunas habitaciones de edificios
abandonados a grandes asociaciones como Cáritas o la fundación RAIS
pero, según él, "esta gente no tiene intención de darnos viviendas
mientras sigan haciendo negocio con la pobreza".
Papi tiene aires
de perro viejo y alma de poeta, y lo demuestra recitando un poema suyo
que recuerda al discurso de Martin Luther King:
"Anoche tuve un sueño.
Soñé que todos estaban trabajando,
que el Gobierno les había dado una casa
y que curas, monjas y otras malas hierbas engordaban las listas del paro.
Me desperté y todos estaban durmiendo.
Nadie se levantaba.
¡Levantaos! ¡Levantaos! grité.
Nadie se levantó y yo me volví a quedar dormido
porque prefiero seguir soñando".
"La
Plaza Mayor es una nube cargada de sueños", dice Lagarder, pero Madrid
entero lo es. Sueños de calor, de comida caliente y abundante y camas
mullidas, pero también sueños de justicia, de solidaridad e igualdad.
Ellos, Papi, Antonio, Carlos, todos ellos, mañana se volverán a levantar
en la calle entre cartones mojados por las mangueras de los servicios
de limpieza de Madrid. Volverán a hacer el recorrido de todos los días
para ganarse su sustento como puedan y seguir, siempre, viviendo, por si
acaso algún día llega ese porvenir más justo.