La Generalidad de Valencia en una operación ejemplar y esperemos pionera está poniendo orden en los centros de menores tutelados.
 La realidad, como venimos denunciando desde hace varios años, es que la
 tutela de los menores se ha cedido a organizaciones de origen, la 
mayoría de las veces, religiosas o sectarias. Organizaciones como 
Fundación O Belén (hoy ya prácticamente desarticulada), las 
organizaciones del Padre Ángel, Emaús, o la empresa Dianova , que deriva
 de la organización sectaria del Patriarca, son algunas de la 
organizaciones que se ha ido quedando poco a poco con este negocio.
Se presentan como organizaciones sin ánimo de lucro pero
 somos muchos los que sospechamos que el único objetivo es, por el 
contrario, el lucro. Y aquí está el problema: la custodia de menores 
tutelados se ha convertido en un negocio sin más. Las organizaciones 
religiosas o sectarias se han quedado con la mayor parte del pastel y 
esta intervención de la Generalidad valenciana ha sacado al luz como las Hermanas Capuchinas tenían
 en el más absoluto abandono uno de estos centros. La Generalidad ha 
puesto el asunto en manos de la Fiscalía. Lo que no se entiende es que 
se hace con los fondos públicos que se recibe por este servicio. Es 
urgente que las administraciones asuman por sí mismas la gestión de los 
centros tutelados y que exploren vías, como la Generalidad de Valencia está
 empezando hacer, donde se potencia la guarda en familias más que la 
reclusión en centros.
No obstante es increíble que, en pleno siglo XXI, 
la tutela pública sea ejercida por organizaciones religiosas y todo ello
 con dinero público. El defensor del Pueblo, en un 
informe del 2009, ya sacó a la luz estos problemas de los centros de 
menores por la cantidad de quejas que esta institución ha ido 
recibiendo: medicalización excesiva de los menores, centros en malas 
condiciones, falta de personal especializado etc,etc. La crisis 
económica ha multiplicado el número de menores tutelados ya que, aunque 
parezca mentira, una de las causas más comunes del ejercicio de la 
tutela publica sobre los menores es la pobreza y la falta de 
oportunidades de mujeres o familias. 
Esta presión sobre la pobreza es 
algo que algunas asociaciones como la “Asociación de familias siglo XXI”
 vienen denunciado; la precarización social y la exclusión 
socioeconómica está en el origen de estas situaciones; también el 
sistema educativo existente en nuestro país requeriría una verdadera 
revolución empezando por potenciar la escuela pública y no ahondando en 
la segregación social que significa el mantenimiento de la red 
concertada.
Tras el manto de la caridad, las iglesias y sus fundaciones y órdenes
 religiosas han penetrado en sectores como los menores tutelados o las 
residencias de ancianos o la asistencia domiciliaria. Se busca, 
contrariamente a lo que pueda parecer, no realizar ninguna caridad sino 
realizar un buen negocio con apariencia no mercantil.
Los hechos son los siguientes: tras una inspección en el centro que las Hermanas Terciarias
 Capuchinas de la Sagrada Familia tenían en Segorbe la Generalidad 
decide cerrar de inmediato el centro debido a las condiciones del mismo,
 y a los maltratos que recibían los 18 menores tutelados que allí 
residían ; poniendo los hechos en conocimiento del fiscal. Las Hermanas 
Capuchinas lo han negado todo y dicen que tiene más de 
un siglo de experiencia en el trato con menores además subrayan que su 
labor es “institucional” y de confianza de las administraciones públicas
 no solamente en este centro sino en los otros ocho centros que tienen 
en diversas puntos de la geografía española. Este caso es la punta del 
iceberg. Esto, el acogimiento de menores y la asistencia social, sí 
debería convertirse en una cuestión de Estado y no de las iglesias y las
 organizaciones sectarias.