El 29 de octubre de 2010, a la una de la madrugada, fallecía
Marcelino Camacho, dirigente histórico de las Comisiones Obreras,
comunista, obrero metalúrgico y símbolo de la lucha de los trabajadores
contra la dictadura franquista. Marcelino entregó toda su vida a la
causa del socialismo. Fue un pionero en la construcción de un gran
movimiento sindical en las condiciones más adversas, en las asambleas
clandestinas en los barrios obreros y fábricas de cualquier ciudad del
país o desde las celdas de las prisiones del dictador Franco. Su voz
siempre retumbó como un aldabonazo a favor de la libertad de los
oprimidos.
Desde el Proceso 1001 y las grandes batallas de los años setenta, en
la constitución y desarrollo de las CCOO, pero también manteniendo la
bandera del sindicalismo de clase y combativo contra aquellos que desde
el interior del propio sindicato tratan de domesticarlo, doblegarlo y
convertirlo en una columna más del sistema capitalista, Marcelino fue la
voz de la conciencia obrera.
Sus últimos combates, cuando la ofensiva
contra las ideas del socialismo y del marxismo arreciaba y muchos ex
comunistas y líderes sindicales eran ganados para el programa de la
desmovilización y la paz social, son una fuente de inspiración para los
que seguimos defendiendo las señas de identidad que forjaron CCOO.
La actitud de lealtad a la causa de los trabajadores, y sus firmes
convicciones revolucionarias, llevaron a Marcelino a granjearse la
hostilidad de muchos a los que él mismo había iniciado en el movimiento
sindical. Marcelino probó, en los momentos en que los principios nadan
contra la corriente y deben defenderse con más tesón, que él estaba
hecho de una pasta diferente.
Nunca se dejó domesticar, nunca claudicó. Ya fuera bajo la dictadura,
sufriendo con su compañera Josefina y sus hijos la carga de la
represión y la cárcel, o luchando dentro de las CCOO, cuando una parte
de la dirección se sometió a los dictados del “mercado” y cambió de
trinchera para transformase en “Hombres de Estado” y campeones del pacto
social. Algunos pretenden reescribir la historia, pero miles de
militantes y delegados no olvidamos que Antonio Gutiérrez e Ignacio
Fernández Toxo —actual secretario general de CCOO— pusieron toda la
maquinaria de un aparato cada día más burocratizado y alejado del sentir
de los trabajadores para destituir a Marcelino Camacho como Presidente
de las CCOO.
Eso ocurrió no hace tanto, en el VI Congreso, celebrado del
17 al 20 de enero de 1996, en el que Ignacio Fernández Toxo desempeñaba
ni más ni menos que el papel de Presidente de la reunión. En ese VI
Congreso se intentó por todos los medios borrar las huellas de una
tradición de lucha ejemplar, y Marcelino fue destituido por el voto de
571 delegados, un 57,2%, frente a 366 compañeros, el 36,7%, que se
opusieron a este acto indigno. Jamás olvidaremos semejante traición.
Hoy, desde el aparato que le destituyó y que le marginó sindical y
políticamente, se hacen fastos y se pretende rendir homenaje a su
memoria. El comportamiento de estas personas, los mismos que le dieron
una patada a él y a miles de luchadores, recuerda aquellas palabras de
Lenin: “En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les
someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia
más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de
mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en
iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de
una cierta aureola de gloria para ‘consolar’ y engañar a las clases
oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria,
mellando su filo revolucionario, envileciéndola”.
Sin duda, Marcelino hoy estaría rodeando el Congreso contra el secuestro de la democracia.
Nuestro homenaje, continuar su lucha. Contra el capital y en defensa de unas Comisiones Obreras combativas, clasistas y asamblearias.
¡MARCELINO VIVE, LA LUCHA SIGUE!
¡VIVAN LAS COMISIONES OBRERAS!
¡VIVA LA LUCHA DE LA CLASE OBRERA!
Fuente: GanemosCCOO