Ya hablamos en su momento sobre las contenciones mecánicas en
las unidades de psiquiatría como una vulneración clara de los derechos
humanos, existen otras prácticas que quedan soterradas y son igualmente
deplorables. También tratamos las esterilizaciones forzosas que se
producen sobre todo en mujeres, pero hay más derechos que se vulneran en
las unidades de psiquiatría.
Lo cierto es que en
2008 se ratificó La Convención de Derechos de Personas con Discapacidad,
pero se incumple en muchos puntos. Pacientes y profesionales han
denunciado a través de la campaña de twitter #DDHHPsiquiatría estas
vulneraciones. Pacientes y familias aseguran que un ingreso voluntario
se convierte en forzoso, ya que después si decides salir ya no depende
de ti, sino del psiquiatra de turno.
Muchos pacientes denuncian la falta de personal que
existe en los servicios de psiquiatría, aunque también denuncian la
falta de voluntad que hay. Una paciente relata que en uno de sus
ingresos estaba muy nerviosa, pero si una enfermera se sentaba con ella a
charlar eso le tranquilizaba, por lo tanto no era necesaria una
contención mecánica, ni pinchazos, ni correas.
Sin
embargo, asegura que muchas veces se echa de de menos “esa voluntad de
tener un trato más humano y ‘perder’ tiempo con los pacientes”, y por
tanto se hagan más contrataciones para que haya “más enfermeras que
puedan y quieran salir del control de enfermería y charlar y cuidar a
los pacientes que lo necesitamos”.
Precisamente es
por esa falta de personal que en algunos centros contratan en lugar de a
celadores a personal de seguridad sin ninguna formación en Salud Mental
y se pasean según denuncia la paciente “con la porra colgada del
cinturón en plan disuasorio, por lo que resulta muy violento,
intimidante y amenazante”.
Ana Carralero, enfermera
de salud mental, asegura además que “en teoría los vigilantes de
seguridad no deberían tocar a los pacientes, y en muchos sitios ayudan a
las contenciones o los usan para asustarlos”. De hecho, hay un
documento de la Asociación Española de Salud Mental, donde recomiendan
"su uso".
Otra de las cuestiones que se ha denunciado
es el trato discriminatorio dentro del mismo hospital, como sucede en
el Ramón y Cajal, donde los pacientes tienen que llevar un pijama
diferente que los distingue del resto de pacientes del hospital.
Si se habla de que a los pacientes se les trata como a presos no es
gratuito, ya que además se les quita sus objetos personales, y no se les
permite usar su ropa, ni su gel, ni su champú, un libro, música... si
no es sin permiso. En los ingresos psiquiátricos se filtran las llamadas
familiares y amigos, permitiéndose tan sólo una diaria.
Un familiar denuncia haber visto lo que se denomina "aislamiento
sensorial" -calificado de tortura por organismos de derechos humanos-
consistente en atar a una persona a la cama, inmovilizarla y prohibirle
cualquier lectura o música, además de no permitir la entrada de nadie.
Volviendo al tema de las contenciones forzosas o mecánicas se han dado
casos en los que el psiquiatra ha sido ayudado por otro paciente para
atar a otro. Es algo que el comité contra la tortura de la ONU
puntualiza específicamente que eso no puede ocurrir en ningún caso. Por
ejemplo, entre las recomendaciones que se dan en el caso de que las
contenciones sean inevitables, es que los pacientes no pueden estar
solos con otros pacientes. Sin embargo, en muchos sitios eso ocurre, ya
que en el hospital Ramón y Cajal las habitaciones son triples y si atan a
uno está con otros dos en la habitación, según aseguran fuentes
cercanas al hospital.
La medicación forzosa es otro
de los puntos a denunciar, ya que se producen amenazas, como “quitarles
los permisos o no darles el alta o dejarles sin comer si no se toman la
medicación”, asegura Carralero. “Portarse bien es algo que se usa mucho,
como condición para, como si de niños se tratase”.
Como si de un capítulo de Black Mirror se tratara, un paciente explica
que “en los ingresos muchas veces te dan pastillas que no sabes qué son y
la enfermera se niega a decírtelo porque eso tienes que hablarlo con el
psiquiatra, que no va a verte hasta el día siguiente, tres o cuatro
tomas de medicación más después”, explica. “Y si te niegas a tomarte la
medicación, te humillan, te enfrentan a tus compañeros (‘nadie va a
poder levantarse de la mesa hasta que no te la tomes’), te amenazan con
reducirte y pinchártela”, denuncia.
Algo que también
se está denunciando es la falta de formación en el personal –algo a lo
que obliga la Convención- ya que hay una especialidad en salud mental
para enfermeras, pero no se exige. Los auxiliares de enfermería y
celadores no reciben una formación específica para trabajar en las
unidades por lo que muchas veces no entienden por qué los pacientes se
comportan de una determinada manera, creen que lo hacen porque quieren.
Otra vulneración son los engaños al paciente, ya que “se les dice que
vaya al hospital porque les van a hacer una prueba médica por ejemplo y
una vez en el hospital les ingresan involuntariamente”, explica un
profesional sanitario.
Estas son tan sólo algunas de
las denuncias que se han producido en los centros sanitarios de salud
mental. Muchas otras no se tienen en cuenta, porque ¿quién va a creer a
un loco? Precisamente de esa vulnerabilidad se aprovechan tanto
profesionales como “los Jefes de Todo Esto”.
La pregunta es ¿queremos que lugares que se destinan a sanar se conviertan en cárceles donde se suprimen los derechos humanos?