Andreas murió de meningitis tras estar 75 horas atada en psiquiatría. Un terrible suceso que vuelve a poner de manifiesto que muchas cosas fallan en nuestra atención psiquiátrica. Una joven acude repetidamente a su centro de salud donde le diagnostican reiteradamente amigdalitis. Cada vez peor, acude a Urgencias, donde vuelven a diagnosticarle amigdalitis, pero incluyen en el informe los "antecedentes" de salud mental familiares. Vuelve al hospital, y termina ingresada en Psiquiatría, falleciendo cuatro días después atada a la cama, por una meningitis que nadie diagnosticó.
La familia ha denunciado a los médicos participantes en el caso, y esperamos que se depuren penalmente las responsabilidades que obviamente existen. Pero este caso pone de relieve lo que muchos colectivos llevan décadas denunciando. Que una vez se te etiqueta como "enfermo mental", tus derechos más básicos pueden ser fácilmente conculcados. Sólo eso puede explicar que una persona sin ningún trastorno mental ingrese voluntariamente, y cuando manifieste que se quiere ir, termine atada a la cama hasta su muerte.
También queda demostrado que todos los controles establecidos supuestamente para evitar abusos no son más que trámites burocráticos a modo de disclaimers legales. Todo el mundo certifica lo que ha sentenciado el primero.
Todo nuestro apoyo y afecto a la familia de Andreas. Hay que seguir luchando por unos servicios de Salud Mental públicos dignos, suficientemente dotados y democráticos. Encerrando ni se educa ni se sana. Normalmente se hacen otras cosas, más vinculadas al orden público que a la salud.