A principios del presente año tuve que acudir a los juzgados en varias ocasiones ya que personas vinculadas con la Fundación O’Belen habían interpuesto contra mí demandas de conciliación por injurias, debido a mis declaraciones a varios medios de comunicación sobre los malos tratos que sufren los menores internados en los centros terapéuticos que gestiona O’Belen, en especial en el centro Casa Joven donde trabajé como educador y donde fui testigo de esos malos tratos, por lo que junto a otros compañeros, y con el apoyo del sector crítico de CCOO de Guadalajara y del Sindicato de Estudiantes, interpusimos una denuncia ante el Defensor del Pueblo que finalmente terminó con la clausura de Casa Joven y otros centros de O’Belen.
En primera instancia, los denunciantes no se presentaron (supuestamente no habían recibido la citación), por lo que se tuvo que volver a citar a las partes, viéndome obligado así a acudir al juzgado dos veces por cada denuncia. Ante esta situación, decidimos denunciar públicamente lo que a mi entender es una campaña de acoso hacia mi persona (las papeletas de denuncia son idénticas y todas han sido presentadas por el mismo abogado, lo que en mi opinión demuestra que han tenido que reunirse y planificar la actuación). Tras esta denuncia pública, uno de los denunciantes sí se personó, acompañado por un abogado de O’Belen y no por el letrado que figura en su denuncia, finalizando el acto sin acuerdo (el resto han sido declarados sin efecto y condenados en costas los demandantes).
Y actualmente, he recibido una nueva oleada de demandas de conciliación como consecuencia de haber explicado públicamente que me estaban denunciando (el primer acto de conciliación de esta nueva tanda ya se ha producido, no presentándose el denunciante otra vez).
Lo único que están consiguiendo es que tenga acudir reiteradamente al juzgado, con el trastorno que esto conlleva. Pero tan absurdo es creer que estas denuncias me van a amedrentar como pensar que la lucha contra los malos tratos en los centros de menores depende de unas pocas personas. Cada vez más colectivos y organizaciones se están implicando en la lucha por unos servicios sociales públicos, democráticos y de calidad, más necesarios que nunca en estos momentos en los que el desempleo masivo está empujando a muchas familias hacia la marginación social.
El Militante