Volver a impulsar con fuerza la movilización en las calles
La noche
del 26 de junio millones de jóvenes y trabajadores, sindicalistas y
activistas sociales fuimos sorprendidos por unos resultados imprevistos a
tenor de las encuestas. ¿Qué había pasado? ¿Cómo explicar lo ocurrido?
Desde GanemosCCOO queremos aportar nuestra reflexión y contribuir al
rearme de la izquierda, una tarea imprescindible en el camino de
reagrupar nuestras fuerzas para las futuras batallas.
La táctica del miedo
El PP se
alzó con la victoria electoral, pasando de 123 a 137 escaños gracias a
un aumento de casi 700.000 votos respecto al 20D (aunque sigue perdiendo
3 millones respecto a 2011). En el caso del PSOE, si bien pasó de 90 a
85 diputados, la pérdida de votos fue mucho más escasa de los esperado,
en torno a 125.000. Pero sin duda, el gran desconcierto llegó con los
resultados de Unidos Podemos que, a pesar de mantener los 71 escaños que
lograron Podemos e Izquierda Unida por separado el pasado diciembre,
perdía un millón de votos.
Si
tuviéramos que destacar un solo elemento por encima de los múltiples
factores que han estado presentes en estas elecciones, sin duda sería el
chantaje al que han sometido a la población los grandes poderes
económicos a través de sus partidos y medios de comunicación. Durante
semanas, hemos sido bombardeados mañana, tarde y noche con todo tipo de
apocalípticas previsiones si Unidos Podemos ganaba las elecciones. La
economía se derrumbaría, los inversores huirían, el paro se dispararía…
En esta
campaña del miedo las dificultades del pueblo venezolano han sido una
pieza fundamental. Sin pudor alguno, los dirigentes del PP y Ciudadanos
—ayudados activamente por Pedro Sánchez y Felipe González— han intentado
convencernos de que el desabastecimiento y las largas colas son las
consecuencias inevitables de la revolución, y que Venezuela era una
feroz dictadura. Incluso Albert Rivera, rodeado de decenas de cámaras en
Caracas, hacía campaña contra Unidos Podemos con la desfachatez y la
impunidad del que se siente a salvo de sus mentiras y calumnias. Todo un
programa para identificar a Unidos Podemos con un caos cuya
responsabilidad máxima recae sobre la derecha venezolana y sus amos de
Washington, que siguen el mismo guión que aplicaron contra Salvador
Allende en Chile.
Una vez
más hemos comprobado el cinismo del que es capaz la burguesía y la
derecha española que, mientras se llenan la boca de democracia y
derechos sociales en lo que respecta a Venezuela, destruyen la sanidad y
la educación publica en el Estado español, nos reprimen con todo tipo
de leyes autoritarias, nos desahucian de nuestras viviendas, se
enriquecen ilícitamente a través de una corrupción masiva, o apoyan la
legislación que encierra a miles de personas asustadas e inocentes,
muchas de ellas niños, en los campos de detención de refugiados.
En lo que
respecta a la dirección del PSOE, hemos vuelto a constatar que no ha
tenido ninguna dificultad en seguir arrojando arena a los ojos de la
clase obrera. Si tras el 20D abortó la formación de un gobierno de la
izquierda mediante su fallido pacto con Ciudadanos, en esta segunda
vuelta electoral se ha situado en primera línea de la histeria contra la
llegada de los "comunistas" al poder. Tampoco dudamos de que en el
futuro más próximo Pedro Sánchez, Susana Díaz, Felipe González y
compañía, estarán por la labor de facilitar, de una forma u otra, por
activa o por pasiva, la conformación de un gobierno de la derecha.
El papel de la desmovilización
La lucha
masiva y sostenida en las calles ha sido la clave para asestar un fuerte
golpe al bipartidismo y al régimen del 78, y el factor fundamental a la
hora de impulsar la aparición de nuevas formaciones como Podemos o el
liderazgo de Alberto Garzón en Izquierda Unida. Desde el estallido del
15M —que llenó las calles y plazas de indignación y furia contra la
crisis capitalista y los recortes del gobierno de Zapatero— pasando por
las huelgas generales contra la reforma laboral, las movilizaciones
mineras, el levantamiento de Gamonal, la explosión de la Marea Verde y
la Marea Blanca, las grandes huelgas de la juventud contra la LOMCE y el
3+2, la impresionante Marcha de la Dignidad del 22M de 2014, o las
manifestaciones por el derecho a decidir en Catalunya, por poner sólo
algunos ejemplos… la fuerza de la clase obrera se dejó sentir con una
gran intensidad.
Pero,
lamentablemente, desde hace casi dos años la movilización social ha sido
arrinconada por aquellas formaciones que nacieron de ella. La visión
estrecha del trabajo institucional, que tanto daño ha hecho a la
izquierda, se ha vuelto una obsesión para algunos. Como la experiencia
histórica demuestra, abandonando la calle lo único que se hace es abrir
la puerta para que todos los prejuicios, todas las ideas que la reacción
abandera, puedan penetrar con más facilidad.
La paz
social del último periodo se ha cobrado un buen botín el 26J, y ha
propiciado, entre otras cosas, una fuerte desmovilización en las urnas
de un sector de la clase trabajadora. Este hecho queda reflejado en el
incremento del 3,36 puntos porcentuales de la abstención, que pasa del
26,8% en diciembre al 30,16% en junio (1,2 millones más de
abstencionistas que hace seis meses).
Para
entender el peso de la desmovilización como factor de primer orden en
estos resultados, podemos extrapolar lo que ocurre en nuestras empresas
en diferentes momentos. Cuando reina la rutina del día a día, los jefes y
los mandos intermedios son los que imponen el ambiente dominante: cada
trabajador se ocupa de sus propios asuntos y las conversaciones suelen
estar monopolizadas por las trivialidades que nos inoculan los medios de
comunicación. Pero, cuando la lucha irrumpe en los centros de trabajo,
el ambiente cambia, los temas de conversación son otros, la unidad de la
plantilla se hace necesaria, los enemigos y los amigos son fácilmente
identificables, los trabajadores y las trabajadoras valoran su fuerza y
comprenden mejor que nunca la necesidad de estar organizados. Y, es
precisamente en este segundo escenario, cuando los compañeros y
compañeras más conscientes y decididos pueden arrastrar tras de sí a la
mayoría, contagiándola con sus ideas y espíritu de lucha. Lo mismo
ocurre con la movilización social.
Para
combatir la abrumadora campaña de la reacción, también es importante
demostrar una determinación y confianza aún más firme en la viabilidad
de nuestras reivindicaciones, y aplicarlas allí donde gobernamos. En
esta tarea los llamados ayuntamientos del “cambio” han sido y son una
pieza clave. La amplia simpatía que millones de trabajadores sentimos
hacia sus dirigentes, Ada, Carmena, Kichi… es indudable; sin embargo la
falta de realizaciones prácticas en el año que ya ha transcurrido desde
su llegada a los consistorios se ha dejado notar. Nos referimos a las
condiciones de vida en nuestros barrios, donde la falta de becas
escolares y de vivienda social, o las carencias de los servicios de
limpieza y transporte, siguen siendo las mismas. Sin olvidar a los
colectivos de trabajadores de empresas municipales privatizadas, punta
de lanza de la lucha para desalojar a la derecha, que han visto como una
reivindicación estratégica, la remunicipalización, se ha abandonado.
Estos
años tan duros, marcados por el sufrimiento que ha provocado la crisis y
llenos de decepciones por el abandono de las direcciones políticas y
sindicales tradicionales, hacen que los discursos no sean suficientes
para conquistar una amplia mayoría: los hechos son imprescindibles.
Otro
factor que también ha influido es la confusión, por decir poco, del
mensaje que se ha transmitido cuanto más arreciaba la agresividad de la
derecha y del aparato del PSOE. Cuando eso ocurría, más se moderaba el
discurso de algunos dirigentes de Unidos Podemos, especialmente de Pablo
Iglesias. No deja de ser un error que, en el momento en que toda la
socialdemocracia europea sufre una de las crisis más grandes de su
historia, y allí donde gobierna, como es el caso de Hollande en Francia,
se enfrenta a una insurrección social, el candidato a presidente de
Unidos Podemos se sienta más socialdemócrata que nunca.
La clave sigue siendo la clase obrera
Por
supuesto que los trabajadores y las trabajadoras deseamos sonreír, tal y
como reivindicaba el eslogan electoral de Unidos Podemos; pero también
sabemos que los despidos, los EREs, las rebajas salariales, el aumento
de la edad de jubilación, los desahucios… no se detienen con gestos,
sino con la lucha y la organización.
Este no
es el resultado electoral que esperábamos y queríamos. En cualquier caso
nunca hemos alimentado ilusiones en que nuestros problemas se
solucionarán a través del Parlamento. Nuestra historia demuestra que
todas las conquistas de la clase obrera han sido producto de la
movilización. Nunca nadie nos ha regalado nada, todo lo que tenemos
procede de nuestra lucha, organización y conciencia.
A todos
aquellos que asienten satisfechos tras el resultado del 26J les
advertimos que se equivocan. Y lo hacemos con especial énfasis respecto a
algunos dirigentes que, desde sus posiciones en Podemos y en IU, han
puesto palos en el carro de la confluencia de la izquierda. Tenemos muy
presente que, su tono histérico hacia Pablo Iglesias y Alberto Garzón,
desaparece hasta enmudecer cuando se trata de criticar la paz social
practicada por las cúpulas de CCOO y UGT, cuando se trata de denunciar
la vergonzosa actitud de Toxo y Méndez con Rajoy en la pasada
legislatura.
La
cuestión es clara. Hay que reforzar la confluencia de la izquierda que
lucha, de Unidos Podemos, y sacar todas las conclusiones de lo ocurrido.
Por primera vez desde los años 70, formaciones a la izquierda de la
socialdemocracia tradicional tienen un apoyo de masas. Cinco millones de
votos son muchos votos, y su potencia sería tremenda si esa fuerza
social se utilizara para emprender una política de oposición
parlamentaria sin tregua, y sobre todo de movilización en las calles
contra los planes que el PP nos tiene reservados.
La
izquierda que lucha se alimenta del 15M, de las mareas blanca y verde,
de las marchas de la dignidad, de Gamonal, de la marcha minera, de las
huelgas indefinidas… De la necesidad que millones de trabajadores y
jóvenes tenemos de luchar contra los recortes, contra la injusticia
social que reina en la era del capitalismo en crisis. No olvidemos que
todos estos movimientos se desarrollaron bajo gobiernos del Partido
Socialista (el 15M) y del Partido Popular, al que decíamos alto y claro:
podéis tener mayoría en el parlamento, pero sois minoría en las calles.
GanemosCCOO
nace también de esta rebelión social para que las Comisiones Obreras
retornen a sus principios fundacionales: un sindicato sociopolítico al
servicio de la clase trabajadora. Si algo demuestra los resultados del
26J es que nuestra labor es imprescindible. Sí, acusamos el golpe, pero
nos levantamos y volvemos a la lucha. No vamos a aceptar el mensaje
lastimoso de los escépticos, de los cínicos, de los burócratas
desmoralizados. Ese es el mensaje que nos encadena, que nos hace
sumisos. Nuestra bandera es otra. Es la de todas las generaciones de
luchadores y luchadoras que, en las situaciones de más adversidad, no
cedieron, no se asimilaron, no doblaron la espalda. La crisis del
capitalismo continúa profundizándose, y un próximo gobierno del PP se
lanzará en tromba contra nuestros derechos. Por eso tenemos que explicar
a nuestros compañeros y compañeras de trabajo, a todos los delegados y a
los afiliados de base del sindicato, que la fuerza está en la clase, la
fuerza está en las calles.
Hoy más que nunca, Ganemos CCOO para las próximas batallas.
¡Por un sindicalismo democrático, de clase, combativo y asambleario!