Han transcurrido 30 años desde que un grupo de gente comprometida y concienciada entraron en contacto con la cárcel. Después de su paso, temporal o no tan temporal, por “el vientre de la bestia” conocieron la indefensión en la que se encontraban la mayoría de las personas presas.
Por ello decidieron constituir una asociación de apoyo a estas personas y nombrarla con la denominación de Salhaketa, pues la denuncia de las condiciones de vida y de la situación de las cárceles sería una de sus principales tareas. Desde entonces la situación ha cambiado mucho en algunos elementos accesorios pero en la esencia no ha variado apenas. Se han conseguido algunos logros a los que Salhaketa ha contribuido, en muchas ocasiones de manera fundamental: implantación de programas de intercambio de jeringuillas, de los Turnos de Asistencia Penitenciaria y Servicios de Orientación Jurídica Penitenciaria, creación de pisos de acogida para disfrutar de permisos de segundo y tercer grado y libertades condicionales,…..y, especialmente, la consolidación en todo el Estado de numerosas asociaciones de apoyo y defensa de los derechos de las personas presas, que constituye una red de solidaridad esencial.
Durante estos años hemos llevado a cabo también un sinfín de campañas con el objetivo de dar a conocer y denunciar las condiciones de vida en las prisiones así por ejemplo: campaña por el cumplimiento en los lugares de origen, contra los malos tratos y la tortura, por la abolición del régimen FIES,….y tantas otras.
Como decía estos días pasados un compañero de la asociación ASAPA, de apoyo a las personas presas en Aragón, podríamos resumir estos años transcurridos desde nuestra creación, que coincide casi con la aprobación del primer reglamento de desarrollo de la Ley Orgánica General Penitenciaria, por decenios: los años 80 serían los del genocidio del SIDA, donde se dejo morir en prisión a montones de personas sin arbitrar medidas que hubieran evitado, al menos, el contagio. Los 90 trajeron consigo, entre otros datos negativos, la implantación del régimen FIES, la persecución de algunos colectivos denunciantes aunque supusieron también la creación de la Coordinadora estatal de Solidaridad con las Personas Presas, en cuyo germen participó activamente Salhaketa y cuyo trabajo fue heredado por la Coordinador para la Prevención de la Tortura posteriormente. En el primer decenio de este nuevo milenio hemos asistido a la consolidación del modelo de macro cárcel, totalmente desocializador pero muy rentable para la institución y, mucho más, para las empresas paraestatales y privadas de construcción de estas infraestructuras.
Así que la conclusión sólo puede ser, después de todo lo que os hemos contado, que Salhaketa no puede dejar de existir porque la cárcel parece ser la panacea para todos los males, según nos lo vende el discurso predominante.