El pasado 7 de Enero, dos militantes yihadistas atacaron el semanario francés Charlie Hebdo matando a doce personas (entre periodistas y policías) y causando heridas graves a otras cuatro. Sólo dos días más tarde un tercer yihadista asesinaba, también en París, a una policía y secuestraba a varios rehenes en un supermercado judío matando a cuatro de ellos. Estas acciones criminales, a las que nadie que se considere de izquierdas puede encontrar la más mínima justificación, han desatado una oleada de indignación entre el pueblo de Francia que se ha movilizado masivamente en repudio de estos crueles atentados.
Al mismo tiempo, la acción de estos terroristas fanáticos ha permitido a los gobiernos occidentales que aplican una furiosa política de recortes sociales, que atacan cotidianamente los derechos y libertades democráticas, y que son responsables de las intervenciones imperialistas contra el pueblo árabe, correr una cortina de humo para ocultar su política y salir a la palestra en “defensa de la libertad de expresión”. Una vez, más el nefasto papel del terrorismo queda al descubierto.
Las lecciones del 11S
Asesinar periodistas, degollar rehenes, atentar contra las torres gemelas (el 11-S) o colocar bombas en trenes matando a decenas de inocentes (tal como ocurrió el 11M de 2004 en Madrid) jamás ayudarán a la causa del pueblo árabe, no debilitarán al imperialismo occidental, ni impedirán las intervenciones de los ejércitos de Francia, de EEUU o de Gran Bretaña en Siria, Afganistán, Iraq, Libia… Por supuesto, no favorecerán en absoluto a los millones de emigrantes árabes y musulmanes que viven en Francia yen el resto de Europa y EEUU, muchas veces en situaciones de marginación y carentes de los más mínimos derechos sociales y laborales. Al contrario, estas acciones servirán para justificar, en nombre de la seguridad y la lucha contra el terrorismo, el aumento de las medidas represivas y el recorte de todo tipo de derechos; funcionarán de elemento catalizador para el discurso racista y xenófobo de la extrema derecha, creando una coartada ante la opinión pública para las incursiones imperialistas en el mundo árabe tal como ocurrió después de los atentados del 11S en EEUU.
En unos momentos donde los ataques a la clase obrera europea se intensifican, la burguesía utilizará estos atentados para desviar la atención y frenar la creciente movilización de los trabajadores con el argumento de la “unidad nacional”. En la gran manifestación del 11 de enero en París pudimos ver a individuos como Netanyahu (el responsable de la muerte de más de 2.000 civiles palestinos, la mayoría niños, en los ataques del ejército israelí durante la invasión de Gaza del pasado verano), paseando del brazo con Rajoy, Samaras, Merkel y Hollande…¿Qué mejor prueba de que el terrorismo integrista (en muchas ocasiones alentado y armado por el propio imperialismo) le hace el juego a los capitalistas y reaccionarios de occidente?
Hipocresía sin límites
La crueldad de estos asesinatos no puede ocultar la hipocresía con que actúan los gobiernos imperialistas y sus voceros mediáticos. Hablan de libertad de expresión, democracia y los valores occidentales pero obvian a su vez que mantienen excelentes relaciones y hacen grandes negocios con monarquías feudales como Arabia Saudí, Kuwait o Catar, regímenes tiránicos y opresivos que permiten que las mujeres sean condenadas a una situación de casi esclavitud, y que alientan concepciones religiosas similares a las empleadas por los grupos yihadistas a los que además apoyan de forma abierta. En nombre de esos supuestos valores “occidentales” hemos asistido en las últimas década a toda una serie de intervenciones militares del imperialismo que han devastado países como Afganistán, Iraq o Libia, hasta reducirlos a un estado de completa barbarie; con armas fabricadas en EEUU, en Francia, en Gran Bretaña o en el Estado español se han asesinado a cientos de miles de personas, creando las condiciones para que el integrismo islámico se hiciera fuerte en zonas donde nunca había tenido ninguna clase de presencia (los mismos casos de Iraq o Libia por ejemplo).
Tampoco se ha dado ningún tipo de solución al pueblo palestino, al que se le siguen negando de forma sistemática sus derechos básicos como nación, al tiempo que se apoya incondicionalmente los ataques militares que de forma criminal el Estado sionista comete de forma periódica sobre la Franja de Gaza y se mira hacia otro lado ante la política de colonización y desmembramiento que aplica sobre Cisjordania.
El imperialismo siempre ha utilizado al integrismo islámico como ariete contra los movimientos de izquierda, de clase, o incluso contra el nacionalismo progresista, surgidos en el mundo árabe y que pudieran representar una amenaza contra sus intereses. Desde el Egipto de Nasser, hasta la “guerra santa” contra las fuerzas soviéticas en Afganistán, pasando por el conflicto en Líbano, en Iraq, y más recientemente en Libia y en Siria, los imperialistas han armado, entrenado y financiado a muchas de las organizaciones integristas (Al Qaeda o el Estado Islámico) que hoy vuelven sus armas contra ellos. Esta es la cosecha caótica que se ha recogido de las intervenciones imperialistas, que no buscaban llevar la libertad y la democracia a estas naciones, sino garantizar su saqueo y el control de su petróleo para mayor beneficio de las multinacionales occidentales
Los marxistas nos oponemos firmemente a cualquier forma de terrorismo individual, métodos que lejos de hacer avanzar las luchas de la clase trabajadora y de los pueblos oprimidos sólo consiguen debilitarlas, suministrando a la burguesía y al imperialismo excusas para reforzar su propaganda y sus métodos de represión. Lejos de ser un medio revolucionario, el terrorismo individual fortalece la contrarrevolución. Para el marxismo la única forma de lucha que permite a los explotados y oprimidos avanzar es aquella que se basa en la movilización consciente y organizada de las masas de la clase obrera, con un programa socialista e internacionalista.