¿Pero es que nadie va a pensar en los niños? parecen berrear estos días voceros y plumillas de la caverna, cual inefables personajes de Los Simpson. Y todo porque en la Cabalgata de Reyes organizada por el Ayuntamiento de Madrid habrá reina maga. La mejor respuesta posible a esta gente ha venido desde otro de los ayuntamientos del cambio, el valenciano, con su Cabalgata Republicana, con las magas Libertad, Igualdad y Fraternidad al frente.
¡Claro que alguien va a pensar en los niños! Pero no sois vosotros. Son sus familias y su comunidad. Porque al margen de lo que pueda parecer simplemente una pataleta más de la derecha (el nivel intelectual del facherío patrio parece no tener límite, para muestra este botón), no sólo es eso. Mucho está en juego, también con la Navidad. No es lo mismo que estas fiestas sean una oportunidad de celebrar en comunidad, siendo niñas y niños protagonistas directos de la fiesta, o que pasen a ser, familias y chavalería, receptores pasivos de publicidad, afianzando la relación entre Navidad y consumismo que tanto parece agradar a los "defensores" de la familia y la tradición.
A continuación reproducimos el artículo Cabalgatas y luchas vecinales aparecido en eldiario.es en enero de 2013, que refleja la lucha de los vecinos de Hortaleza por su Cabalgata contra el Ayuntamiento de Madrid en tiempos de Vampirín.
Déjenme que les
cuente una historia de los Reyes Magos y de mi barrio, que puede
parecer menor en comparación con todo lo que tenemos encima, pero que
quizás sirva para entender cómo hemos llegado hasta aquí, y hasta tiene
moraleja aprovechable para los tiempos venideros.
Mi
barrio es Hortaleza, en el noreste de Madrid, un antiguo pueblo
absorbido por la capital, con larga tradición de movimiento vecinal
participativo y reivindicativo, y un fuerte tejido asociativo. En 1979
los vecinos decidieron organizar una cabalgata de Reyes,
para que los niños pudieran ver a Sus Majestades de Oriente por su
barrio. Fíjense en la fecha, que no es cualquiera: 1979, cuando el
empujón político y social de la Transición está en su momento más alto,
cuando los ciudadanos van perdiendo el miedo, antes de que el golpe de
Estado de 1981 mande parar, y antes de que el PSOE, ya en el poder, se
aplique en descabezar y desmovilizar el movimiento vecinal que tan
importante fue en el final de la dictadura.
Durante
tres décadas todo transcurre sin sobresaltos, cada 5 de enero Melchor,
Gaspar y Baltasar desfilan por el barrio. En ese tiempo va cambiando el
paisaje y sobre todo el paisanaje de Hortaleza: su población crece a
gran velocidad, se urbaniza hasta el último trozo de campo, se
construyen miles de viviendas, muchas de ellas de precios elevados que
cambian la composición socioeconómica del viejo barrio obrero. Pese a
ello, el asociacionismo se mantiene fuerte, y los vecinos de Hortaleza
encabezan muchas luchas por mejorar su barrio, y se suman a otras de
ámbito mayor.
Hasta que llega 2007, y el ayuntamiento
decide que ya vale de cabalgata popular: la siguiente edición, la de
2008, la ilusión de los niños quedará en manos de profesionales, que el
distrito se merece una cabalgata de calidad, que las carrozas de los
vecinos tienen su gracia pero son cutrecillas, se ve mucho el celofán y
el cartón bajo el espumillón. Una vez más fíjense en la fecha: 2007,
cuando las dos burbujas, la financiera mundial y la inmobiliaria
española, están a punto de caramelo, la crisis se ve venir en forma de
avalancha, pero seguimos mirando para otra parte y llevados por la
inercia de los buenos tiempos.
Así que los
gobernantes municipales deciden hacerse cargo de la cabalgata, pero para
privatizarla: en 2008 será organizada por una empresa, y cambiará su
recorrido, dejará de circular por las zonas populares del distrito (por
ejemplo la UVA, grupo de viviendas de realojo de los sesenta), y a
cambio rodeará un gran centro comercial, que casualmente patrocinará el
desfile.
Pero como en Hortaleza somos de ideas fijas,
los vecinos no nos conformamos con asistir de espectadores a una
cabalgata que seguramente sería más vistosa, más espectacular, no se
notarían el celofán ni la barba postiza de los Reyes; pero no sería
nuestra cabalgata, aquella donde las asociaciones preparaban durante
semanas las carrozas, que servía para construir comunidad, donde los
niños tenían un papel central, y que además recorría las zonas más
humildes.
Así que, en un gesto de desobediencia que
se une a las muchas insumisiones que ha conocido este barrio, decidimos
seguir con nuestra cabalgata por nuestra cuenta, con nuestro recorrido y
nuestros medios. Y sin ninguna ayuda municipal: al contrario, durante
varios años el ayuntamiento se dedicó a poner zancadillas a los vecinos,
cambiando la fecha y el recorrido a última hora para no quitar
protagonismo a su cabalgata privatizada, y saboteando en todo lo posible
el trabajo vecinal.
Hasta que, tras cuatro años de
pulso, llega la pasada edición, la de 2012, y el ayuntamiento suspende
la cabalgata “oficial”, la patrocinada y privatizada que rodeaba el
centro comercial, al tiempo que cancela la mayoría de cabalgatas de
distrito, y suprime las ayudas que daba a los organizadores. La tijera
de los recortes no entiende de ilusión, y si algún niño quiere ver a los
Reyes Magos, que se vaya a la Castellana y disfrute la cabalgata
central, esta sí montada por profesionales, sin participación ciudadana,
y adornada por los logos de sus patrocinadores: Mastercard, El Corte
Inglés, Movistar, Vodafone, Samsung o Universal, entre otros traficantes
de ilusión.
Y sin embargo, los niños de Hortaleza
recibirán también este año la visita de los Reyes Magos, porque los
vecinos nunca tiramos la toalla: tras ganar el pulso al ayuntamiento,
seguimos montando nuestra cabalgata, la de toda la vida, y que vuelve a
ser la única del barrio, hecha con el esfuerzo de muchos y sin ayudas
municipales, con la aportación económica de vecinos y comerciantes.
Ahí tienen la moraleja, por si les sirve: la tortuga vecinal derrotó a
la liebre del ayuntamiento y sus patrocinadores, y si hoy los niños de
Hortaleza tienen cabalgata es porque sus mayores la peleamos, nos
apropiamos de ella, resistimos presiones y cantos de sirena, nos
mantuvimos íntegros cuando lo cómodo era ver pasar la carroza con el logo del hipermercado, denunciamos a
los privatizadores, funcionamos de manera autónoma, participativa,
horizontal, democrática; en definitiva, tomamos el control de lo
nuestro, lo de todos, lo público. Y hemos ganado.
¿Podemos sacar alguna lección para otras luchas? Yo creo que sí.
Evidentemente no tiene la misma dimensión pelear por la cabalgata que
resistir el desmantelamiento de la educación pública o la privatización
sanitaria, no se trata de comparar, pues ni el esfuerzo ni los
adversarios son equiparables en unos casos y otros. Pero al final el
fondo es el mismo, y la estrategia a seguir es idéntica: resistir,
denunciar, desobedecer, organizarnos, construir comunidad, tomar el
control.
Les he contado la de Hortaleza, porque es la
mía y porque su historia es larga. Pero no es la única que saldrá
mañana en Madrid gracias a la resistencia de sus vecinos. También lo
harán en Butarque-Villaverde y Carabanchel, barrios hermanados con el mío en tantas luchas recientes.
También en esos casos el ayuntamiento ha puesto todas las zancadillas
que ha podido, hasta impedirles en el último momento que salgan el
sábado, cosa que finalmente han conseguido solicitando permiso a la
Delegación del Gobierno, que no está para autorizar cabalgatas sino
manifestaciones. Otra buena metáfora de lo que vivimos, y que no se
agota ahí: en el caso de Carabanchel, además, el rey Baltasar está encerrado en un CIE para ser expulsado a su país, prueba de que ni la ilusión de los niños está a salvo de este tiempo terrible.