Años de denuncias por las inhumanas condiciones del centro por malos tratos y vejaciones de todo tipo, sin que pase nada. Maltrato a niveles que hacen que los niños prefieran vivir en la calle. Pero nos dicen que es porque son pendencieros y no quieren cumplir normas. Claro, claro. Y ahora esto, un educador que apuñala a un menor. Incomprensible (aunque leyendo la noticia publicada en El País ya se va entendiendo). Pero casi más doloroso es comprobar que si no se amotinan los chavales aquí nos comemos otra "versión oficial", con el silencio cómplice generalizado del personal del centro. La puerta del "centro de acogida" es una poderosa metáfora de lo que pasa dentro de esos muros.