¿Pero qué es el Manual
Diagnóstico y Estadístico?
Se trata de una convención
acordada por un grupo de psiquiatras de la Asociación Psiquiátrica Americana
(APA), que recopila síntomas constitutivos de alguna "enfermedad
mental" o "trastorno". En un marco de apariencia científica,
psiquiatras de la corriente dominante cognitivo-conductual, formando 13 grupos
de trabajo, se ponen de acuerdo en hacer una relación de hipotéticas
enfermedades y revisión de las ya existentes y otras, como si fueran videntes,
que están por venir.
¿Quiénes están detrás de este
manual?
Si nos atenemos a quien paga los
congresos psiquiátricos en lugares paradisíacos, a todo lujo y carísimos
regalos, tendríamos que afirmar sin lugar a dudas que quienes financian e
inspiran la creación de nuevas "enfermedades mentales" y el
mantenimiento de las antiguas, son las multinacionales farmacéuticas que ya
disponen de tratamientos para los "trastornos" que van a llegar.
Con el DSM-V las casi 300
patologías del manual anterior (DSM-IV), que suponía que la mitad de la
población americana estuviera enferma, se multiplican de tal manera que lo
difícil será encontrar una persona "sana". La utilización de estos
manuales diagnósticos, supone el abandono total del estudio de patologías en
psiquiatría, de manera que los diagnósticos se realizarán a través de la
elección en un extenso catálogo de síntomas del padecimiento, en el que nadie
estará libre de "enfermedad" y se dispondrá de una extensa gama
química farmacéutica para su tratamiento. Puede parecer exageración, pero si
tenemos en cuenta que el entorno de la psiquiatría es uno de los más
conservadores, debería de iluminarse alguna alarma cuando el jefe de
psiquiatría infantil de Ginebra, François Ansermet, comenta irónicamente que
"en el futuro, ¿habrá que curar a los normales"?
Sería hasta cómico de no ser por
el drama cotidiano para muchas personas y sus familiares a quienes se les
niegan otras alternativas. La psiquiatría no pretende incidir en el contexto
social y/o familiar, sino modificar y anular químicamente voluntades y síntomas
aunque el dolor psicológico germine por dentro.
Con el DSM-V se ha reconocido
que, no sólo se incrementan las tasas de trastornos mentales con nuevos
diagnósticos y con umbrales más bajos, sino que debido a las graves
imprecisiones, se podrán crear "decenas de millones" de "falsos
positivos" con "la rúbrica de enfermedad mental" y con el peligro
de ser medicados, con fármacos devastadores, de por vida.El DSM-V está
planteado con tal insensibilidad, que no contempla posibilidad de mal uso o la
interpretación como sucede entre jueces y la ley.
Por otra parte, incluye en su
redactado una serie de diagnósticos tan absurdos como problemáticos. Aquí
enumeramos sólo algunos:
- Síndrome de riesgo de
psicosis. Supone que, debido a la alta tasa de "falsos
positivos", "cientos de miles de adolescentes y jóvenes adultos
recibirían una prescripción de antipsicóticos atípicos". La identificación
temprana y su tratamiento, es un riesgo peligrosamente prematuro, pues los
antipsicóticos reducen las expectativas de vida.
- Trastorno disfuncional
del carácter con disforia. Hace referencia a la psiquiatrización de lo que
conocemos popularmente como "mala leche".
- Trastorno cognitivo
menor. Se refiere a alteraciones cognitivas que habitualmente aparecen a
partir de los 50 años, convirtiendo esta etapa de la vida, en un inicio
patológico.
- Trastorno de déficit de
atención con o sin hiperactividad. El DSM-V, no sólo aumenta la tasa de
este hipotético trastorno, sino que pretende utilizar un generalizado abuso de
medicaciones estimulantes en una población especialmente vulnerable.
- Trastorno de
atracones. Los millones de personas que se dan atracones una vez a la
semana, pueden tener, de repente, un trastorno mental estigmatizante y cuyo
tratamiento es de dudosa eficacia.
- Trastorno mixto ansioso
depresivo. Convierte comportamientos habituales de la población en
síntomas poco específicos, psiquiatrizando reacciones normales de la vida por
las que todas hemos pasado.
-
Pedohebefilia. Distorsiona la pedofilia con la pederastia, convirtiendo el
abuso de menores en enfermedad y propiciando el abuso de la psiquiatría
por el sistema penal.
- Trastorno de espectro de
autismo. Se unifican los llamados autismos sin atender a las causas,
incorporando clasificaciones diagnósticas ajenas a ellos, como el denominado
síndrome de Asperger, y toda la estigmatización que conlleva.
- El trastorno de la
identidad sexual pasa a ser disforia de género. No se reconoce como enfermedad,
pero sí necesitada de tratamiento ya que lleva asociada un alto riesgo de
sufrimiento, sin reconocer que la angustia o incapacidad es causada por el
binarismo sexual cerrado que no permite otras experiencias a las asignadas en
el nacimiento como sexo.
- Desaparece la categoría
de trastornos sexuales, pero mantienen como desórdenes la pedofilia, el
masoquismo sexual, el sadismo sexual, la eyaculación precoz o el exhibicionismo
y los recolocan entre los capítulos disfunciones sexuales y desórdenes
parafílicos.
-
En los desórdenes parafílicos encontramos el desorden
travestista que se caracteriza por excitación sexual intensa y recurrente al
tener fantasías travestis. Se patologizan las fantasías y no la inexistencia de
cauces que permitan expresarlas. En la parte de los trastornos coercitivos
parafílicos, se corre el grave riesgo que penalidad y sanidad se confundan y
trastoquen.
Entre las cuestiones que se han
expresado que aparecen en este nuevo DSM, también se encuentra la eliminación
de la distinción entre "abuso" y "dependencia" de
sustancias, ampliando la nueva categoría de "adicción" que
reemplazaría a ambas.
También se psiquiatriza la
llamada hipersexualidad, así como las "adicciones conductuales"
permitiendo medicalizar comportamientos y elecciones de vida como por ejemplo,
las "adicciones" a los videojuegos, al sexo, a comprar, etc…
Otro de los diagnósticos que se
comenta que aparecía en el borrador y del que no se habla demasiado en medios
sanitarios, es el del "trastorno de oposición desafiante" que se
enmarcaría dentro de los trastornos de conducta y que además de servir como
otra forma más de control social de aquella población que "cuestiona la
autoridad", se sumaría al trastorno disocial y al negativista desafiante,
cubriendo así todo el espectro de "edades de la rebeldía". Si la
represión policial y judicial no es suficiente como elemento disuasorio y
coercitivo para la rebeldía, quizá un tratamiento psiquiátrico sea más
efectivo.
Entre las cuestiones más
preocupantes de este DSM-V, encontramos la medicalización del duelo normal, de
manera que tras un suceso de pérdida importante para una persona, el estado de
ánimo depresivo, la falta de apetito o de concentración, el insomnio, o la
pérdida de interés por las actividades, pueden ser calificadas como
"enfermedad mental". En los tiempos de precariedad que corren, con
esta medicalización, los únicos beneficiarios exclusivos serán las
multinacionales farmacéuticas.
Las orientaciones más influyentes
de la psiquiatría siempre han sido instrumento para el control social y el
sostenimiento del sistema, y en estos momentos se le exije una mayor
efectividad. La industria farmacéutica que se orienta al ámbito psiquiátrico,
lleva tiempo investigando, con la excusa de la curación de enfermedades, la
anulación de voluntades y los cambios conductuales. Por eso no sorprende que el
electroshock, haya recuperado la actividad de antaño a través de diferentes
formas de estimulación magnética y la lobotomía se realice por medio de
sustancias químicas. Si a todo esto le sumamos olimpíadas, fútbol o tele
basura, ya tenemos democracia para 40 años más.