Los bombardeos contra el pueblo de Gaza no cesan desde hace días. La población está sometida a un régimen de terror: nadie está salvo en ningún sitio ni a ninguna hora. Ayer podíamos contemplar la desolación más absoluta en el rostro de un hombre que había perdido a ocho miembros de su familia, cinco de ellos niños, muertos por dos misiles del ejército israelí. En un solo día, el 8 de julio, el ejército de Israel lanzó 160 ataques sobre la Franja. En el momento de escribir este artículo, la actuación criminal del sionismo se ha cobrado la vida de casi un centenar de personas entre los que se cuentan más de 20 niños y 10 ancianos, ha provocado cientos de heridos y destruido innumerables viviendas. Los hospitales, completamente desbordados, no pueden atender a las víctimas como sería necesario. Este crimen se perpetra contra una población asfixiada por siete años de bloqueo que ha provocado un desempleo masivo y una dramática escasez en las necesidades más básicas.
Tras la desaparición de tres jóvenes israelíes el pasado 12 de junio, que el gobierno de de Netanyahu atribuyó a fuerzas de Hamás y que posteriormente aparecieron muertos, se puso en marcha la primera fase de la ofensiva del ejército israelí, con redadas nocturnas contra los palestinos en Cisjordania que culminaron con la detención de más de 400 personas. El pasado 1 de julio comenzaron los bombardeos. Todo este sufrimiento no parece no ser suficiente para el gobierno de Israel, que ya ha movilizado a 40.000 reservistas y desplegado a 1.500 soldados alrededor de la Franja, y amenaza con iniciar una ocupación terrestre en los próximos días.
La demagogia de Netanyahu, intentando justificar esta carnicería con la defensa de la población civil israelí, es una cortina de humo. Lo cierto es que las condiciones de vida de las familias trabajadoras israelíes poco importan a la burguesía sionista. En los últimos años la miseria se ha disparado hasta el punto de que según la OCDE uno de cada tres niños vive en la pobreza, situando a Israel en el primer lugar en tasa de pobreza entre los países desarrollados.
Como ya es habitual, la mayoría de los medios de comunicación reproducen la campaña de intoxicación del gobierno israelí, que bien se puede resumir en las declaraciones del ministro de Defensa, Moshe Yaalon del 9 de julio: “Estamos asesinando terroristas de diferente rango, y esta operación proseguirá y se intensificará.” ¡Qué hipocresía más repugnante! La realidad es bien distinta. El ejército israelí, el más poderoso de la zona, con el respaldo del imperialismo estadounidense, la potencia militar más formidable del planeta, bombardea, dispara y masacra a la población palestina, cuya vida ha sido convertida en un auténtico infierno. Conocemos muy bien las mentiras de los imperialistas, porque conocemos sus crímenes en Iraq y Afganistán. Así actúan las potencias imperialistas, destruyen y asolan países y pueblos enteros para garantizar su control político y sus beneficios económicos. Por nuestra parte no hay ninguna duda, estamos con el pueblo palestino, denunciamos los crímenes del sionismo y exigimos el cese inmediato de la masacre que se está perpetrando en Gaza