La penalización de la pobreza está en manos de los servicios
sociales. Su “multa”moral al respecto, pasa por separar a madres de sus
hijos, separar incluso parejas, y cuestionar en el acto su pasado,
presente y futuro inmediato. España, crisis. Sobre semejante desastre se
sientan miles de personas en Bienestar social tras pedir la vez, y a
partir de ese instante comienza el strep-tease vital. Cuestionarán lo
que has sido, quién eres y la que te espera. Ante todo tendrás pena,
para morir de miedo no mucho más tarde. Ellos, los funcionarios,
psicólogos, psiquiatras, educadores, asistentes...forman un equipo
conciliador que perturba en exceso. Están para ayudar, eso se entiende.
Sin embargo, cuando no es suficiente un desahucio, estar parado o
depender del banco de alimentos ; un embarazo puede convertirse en la
peor de las condenas. La alarma social de los niños robados durante el
franquismo, continúa vigente en busca de la verdad. No se contempla ese
otro lado, el actual, legal y consentido, donde los hijos son
arrebatados en el mismo hospital que se ha dado a luz. Jóvenes, de
mediana edad, adolescentes, no importa. Salen con los puntos de sutura
todavía tiernos, sin hijo y con la mirada perdida. Los motivos, tan
diversos como cuestionables, podrían resumirse en uno : Pobreza.
Si
no tienes dinero ni trabajo, si no cuentas con una vivienda fija, si tu
familia no está dispuesta a dar la cara por tí, si –además- no estás
casada ni tienes pareja de hecho; el informe de desamparo se expide con
una facilidad alarmante. Sobre él ya ni siquiera estás tú, puesto que te
colocan por debajo a la primera de cambio.
A partir de ese
informe, la desamparada debe cumplir un protocolo que empieza por el
“plan de intervención”, tras haber sido separada de su hijo, que se
encuentra en manos de una familia provisional de acogida durante los
primeros seis meses de vida, para pasar a un proceso de adopción no
consentida a partir del séptimo. Todo legal. La madre biológica se
somete a una serie de exámenes psicológicos y psiquiátricos, con su
provocado –oficialmente- desequilibro a cuestas, en los que le puede ser
asignada la etiqueta más vaga de cualquier transtorno. Firma y sello.
Indiscutible. Ella, esa mujer desasistida tanto en lo económico como en
lo emocional, tendrá que demostrar en medio año que “puede” ser madre.
Con suerte, visitará a su hijo recién nacido en el “punto de encuentro”
de los Servicios Sociales, previa cita y en presencia de algún educador o
asistente. A la propia madre se le prohíbe terminantemente hacer fotos
de su hijo y son -tan controladas como cuestionadas- incluso las
palabras que dirige a su bebé, así como su aspecto físico, la longitud
de su pelo, el color, sus tatuajes si los tuviere, sus aficiones,
amistades, relaciones personales o íntimas, modos y formas. En sí y en
suma, todo su ser.
Cuando finalmente se le deniega la guardia y
custodia iniciando proceso de adopción, todos sus gritos, intentos de
suicidio, tiros, agresiones, protesta o desesperación al respecto, serán
resumidos en una sola palabra: Loca.
Para ello, los Servicios ya
tienen preparados informes anteriores al respecto que les darán la
razón ante cualquier sospecha. Todo legal. Todo cubierto. De los viejos
barros, estos lodos. Que nadie se llame a engaño.