La situación en las cárceles del estado español mejoró considerablemente como fruto de la lucha encabezada por la COPEL a finales de los años 70. De las espantosas condiciones que sufrían las personas presas bajo el franquismo, se pasó a un intento por "democratizar" el sistema penitenciario. Se arrancaron derechos y ciertas mejoras (muy importantes) en las condiciones de vida de la población reclusa.
Sin embargo, poco a poco las condiciones volvieron a endurecerse. Y el aparato del estado tomó nota y afinó la represión. De hecho, la represión, la introducción masiva de la heroía en las cárceles y la creciente desmovilización social en general, hizo que finalmente también se impusiera la paz social en las cárceles.
A principios de los años 90 resurge la lucha, exigiendo los presos mejoras en sus condiciones de vida y denunciando torturas y trato vejatorio por parte de los funcionarios de prisiones. Para frenar este escenario, en 1991 Instituciones Penitenciarias crea el Fichero de Internos de Especial Seguimiento. Como respuesta al conocido como Régimen FIES (la cárcel dentro de la cárcel), surge la Asociación de Presos en Régimen Especial (APRE). Se extienden las protestas, huelgas de hambre, motines y secuestros de funcionarios, pero no son protestas mayoritarias, salvo alguna excepción. Además, el apoyo exterior fue muy reducido (Salhaketa, Madres Contra la Droga y ciertos sectores del entorno libertario, poco más). Poco a poco, la lucha se fue diluyendo, manteniéndose ciertas luchas individuales cada cierto tiempo. Pero sí se mantuvieron grupos de apoyo en el exterior, que han tenido una clara importancia a la hora de mantener viva la crítica al sistema carcelario.
La huelga de Quatre Camins
A finales de los 90, se retoma la lucha contra el Régimen FIES, sobre todo por parte de los movimientos sociales, desde el exterior de los muros. En 2000, Madres Unidas Contra la Droga interpuso un recurso contra la Instrucción 21/96 que regulaba estos ficheros. Tras 9 años de lucha en los tribunales, el Tribunal Supremo decretó la ilegalidad del FIES. Sin embargo, la reforma del Reglamento Penitenciario (Real Decreto de 25 de marzo de 2011) blindó la aplicación de medidas de este tipo.
El malestar de la población reclusa seguía en aumento, y finalmente estalla en la prisión catalana de Quatre Camins. Durante meses, los presos alertaron (a través de grupos de apoyo) de las muertes recurrentes por negligencias y desatención médica. Si algún preso hablaba sobre ello, era conducido a aislamiento. Y finalmente, el 28 de mayo 2002, 150 presos del Módulo I (prácticamente todos) se declaran en huelga de brazos caídos, negándose a realizar ningún tipo de labor. A su vez, amenazaron con la posibilidad de iniciar plantones negándose a entrar en sus celdas e iniciar una huelga de hambre si no eran atendidas sus reivindicaciones:
- Abolición del FIES encubierto
- Excarcelación de los presos con enfermedades terminales (art. 60 del antiguo Código Penal).
- Mejora de las condiciones higiénicas y sanitarias dentro de la prisión.
- Destinos remunerados. Que los presos cobren por el trabajo realizado.
- Fin de las falsas recompensas y del sistema SAM (introducido por la antigua consejera de Justicia Nuria de Gispert que proponía motivación e incentivaba las delaciones entre los presos y beneficios carcelarios para los colaboradores).
- Fin de maltratos y torturas. Desaparición de las esposas dentro de la prisión.
- Fin de los "protocolos especiales”, consistentes en impedir la utilización del polideportivo, talleres, o espacios abiertos, a presos considerados "fuguistas”.
- Mejora de la calidad de la comida.
- Desmasificación de la prisión.
Los presos eligieron un Comité de Huelga, que actuara como portavoces frente a las autoridades. Desde Instituciones Penitenciarias se mostraron al menos en apariencia proclives al diálogo, pero los sindicatos de funcionarios de prisiones se opusieron frontalmente a cualquier salida negociada, y reclamaban más personal, medidas coercitivas más contundentes y mayores condenas.
El 29 de mayo, el Comité de Huelga se reúne con el director y el subdirector de Instituciones Penitenciarias. Pero ante la falta de voluntad real de diálogo, los presos reclamaron la presencia del Conseller de Justicia de Catalunya y varios
mediadores. También reclamaron la presencia de la Cruz Roja como
observadora ante la insalubridad de la cárcel. Mientras tanto, la prensa juega su papel, hablando de violento motín y de la extremada peligrosidad de los presos.
Ese día, los presos del Módulo I pasaron todo el día en el patio, secundando la huelga. Sobre las 21 horas, al enterarse del despliegue de antidisturbios de los mossos, varias decenas se suben al tejado y el resto se niega a volver a las celdas. Cerca de la media noche, al negarse los presos a deponer su actitud, los mossos entran cargando brutalmente. Al escuchar los disparos de los escopeteros, los presos del Módulo II intentan sumarse a sus compañeros. Finalmente, sobre las 2 de la mañana del 30 de mayo, las fuerzas policiales controlaban completamente la cárcel.
La represión que aquel día ocurrió supuso uno de los puntos oscuros de nuestra democracia. Junto a los antidisturbios de los mossos, cargaron muchos funcionarios de otras prisiones (fuera de servicio) portando material antidisturbios. Y tras esto, llegaron las venganzas, los aislamientos, las torutras y los traslados a otras cárceles de los que consideraban "cabecillas" de la huelga.
En La Modelo, se produjo un conato de motín (rápida y brutalmente sofocado) provocado por la indignación de los presos al ver el lamentable estado en que llegaban los trasladados desde Quatre Camins.
La prensa trasladó una imagen totalmente distorsionada del conflicto (llegando a vender la moto de que se había producido un violento motín porque los presos querían cobrar por hacer la cama). Además, los sindicatos jugaron un lamentable papel (especialmente CATAC, posteriormente integrado en UGT) llegando esos días a convocar movilizaciones exigiendo más personal y materiales coercitivos, mientras denunciaban el "desamparo" que sufren los funcionarios en las cárceles. De esta forma, se silenció la protesta de los presos y se eludió el debate sobre sus reivindicaciones.
El motín
Tras salir derrotados, las condiciones de vida y la represión en Quatre Camins se endurecieron, ante el aumento de la impunidad y una mayor dificultad par dar a conocer la realidad más allá de los muros. Hasta que la rabia contenida de los presos explotó en el famoso motín de Quatre Camins del 30 de abril de 2004, que se saldó con una feroz represión y con el subdirector de seguridad de la prisión gravemente herido (en ese momento fue reconocido por los presos como el mayor responsable
de los abusos y agresiones que se venían reproduciendo en la prisión).
La prensa trasladó la idea de una revuelta de peligrosos presos que controlaban el tráfico de drogas en el interior de la prisión. Aunque esta vez no se pudo ocultar la realidad, y pocos meses después la dirección de la prisión era destituida. También hubo consecuencias legales: 14 presos fueron condenados a penas de hasta 17 años por su participación en el motín. Y esta vez también fueron condenados varios carceleros, pero a penas ridículas. En cualquier caso, esta vez la lucha sirvió para demostrar que la tortura seguía muy presente en nuestras cárceles, y se aflojó el cerco represivo en el día a día de Quatre Camins.
Lamentablemente, esta historia no ha terminado. Las cárceles siguen siendo los mismos centros de exterminio, y el aparato del estado busca venganza. Venganza contra aquellos que osaron quedarse quietos frente a los abusos, en la huelga de brazos caídos del 2002. A finales de febrero se inicia el juicio contra los participantes en aquella lucha...¡quince años después! No permitamos que se ejecute esta venganza. Con lo rápido que prescriben otros delitos...