La Transición fue una tomadura de pelo. Una sangrienta estafa, que no sólo se ha intentado ocultar, sino que se cubrió con un vergonzoso manto de impunidad a los genocidas de la dictadura y a los asesinos fascistas de los años en los que se cambió todo para que no cambiara nada.
En 1978, con los sucesos de Vitoria y Montejurra muy presentes en la población, los fascistas decidieron reventar los San Fermines, utilizando a las fuerzas de seguridad. Este crimen sigue impune.