El comandante Chávez ha sido una figura central en el proceso revolucionario Latinoamericano. La intensa y permanente campaña de odio desatada por el imperialismo a escala mundial contra él en la última década no es casualidad. Chávez representa las profundas aspiraciones de cambio de las masas venezolanas y Latinoamericanas golpeadas por décadas de explotación, saqueo y represión a manos del imperialismo y la burguesía.
El año 1989 fue el gran punto de inflexión de la historia de Venezuela, momento en el que estalló la indignación de los trabajadores y los pobres venezolanos en el llamado “Caracazo”, contra las políticas del FMI auspiciadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Este estallido social supuso la entrada de las masas en la lucha política del país. Sin embargo los explotados que desafiaron al gobierno capitalista carecían de una dirección política que encauzara ese cambio, y el levantamiento popular fue aplastado en sangre por las fuerzas policiales y militares. Ante esa profunda crisis del país, que parecía no tener salida, el 4 de febrero de 1992 un grupo de militares sacudidos por la represión brutal del gobierno de Pérez y las condiciones miserables en las que vivía el pueblo, se alzó en armas contra el gobierno asesino. Pese a ser derrotados, Hugo Chávez, el oficial que los comandaba, se ganó por su valentía y arrojo una enorme simpatía y autoridad por parte del pueblo.
Los años siguientes, en los que Chávez estuvo en la cárcel y fue perseguido y hostigado, fueron los del colapso de la IV república. Ante la ausencia de una dirección revolucionaria por parte de la clase obrera que supiera encauzar el descontento fue Hugo Chávez la persona que recogió el apoyo y la esperanza de millones en un cambio profundo en el país. Las ideas de Chávez en aquel entonces ya estaban en las antípodas del discurso almibarado y cobarde de la socialdemocracia, siempre arrastrándose ante el poder y las instituciones burguesas. Chávez era justo el contrario: despreció la política oligárquica de la IV república, sus instituciones y su legalidad en defensa exclusiva de los opresores. Chávez hizo un llamado enérgico a darle el poder al pueblo para refundar el país sobre nuevas bases. Es por ello que la inmensa mayoría de la población lo votó en 1998, y en todas las ocasiones posteriores con el fin de propiciar una ruptura con la política de privatizaciones y sumisión al capital financiero practicada por los gobiernos anteriores, así como por una transformación socialista profunda del país que terminara con las tremenda desigualdad y los continuos atropellos a la población.
Todos los intentos del imperialismo de acabar con Chávez, como el golpe de Estado de 2002, el sabotaje petrolero y un sinfín de maniobras, fueron respondidos con la acción de las masas que, basándose de su propia experiencia en todos estos acontecimientos, han sacado conclusiones políticas cada vez más avanzadas y revolucionarias. El propio presidente reconoció en numerosas ocasiones que su poder residía en el apoyo y la movilización de los trabajadores y oprimidos venezolanos.
Chávez fue un hombre honesto que evolucionó y cambio sus puntos de vista sobre la base de las experiencia y los golpes que recibió la revolución así como de su propio afán por el estudio y la lectura. Si en un principio apostaba por una reforma radical del país sin romper con el capitalismo —llegó a apoyar ingenuamente la tercera vía de Tony Blair— Hugo Chávez tuvo el enorme mérito de cambiar su opinión y señalar años atrás —y fue el primer dirigente de la izquierda que lo hizo tras la caída del estalinismo— que el socialismo es la única salida para la humanidad y para Venezuela. Solo por ello, se ha ganado el reconocimiento del pueblo y los revolucionarios.
Los reaccionarios del mundo se creen que la muerte de Chávez supone el fin de la revolución venezolana. Qué duda cabe que su desaparición representa un golpe a la misma y, sin embargo, pese a su muerte, la obra de Chávez ya es imperecedera: encauzar el descontento de millones de oprimidos, ayudarles a tener confianza en sí mismos, a hacerles conscientes de su propia fuerza y de la necesidad de luchar por una sociedad socialista, una sociedad sin clases, es algo que justifica toda su vida de luchador. Como demostraron las últimas elecciones presidenciales y demostraran las próximas que se realicen, en el pueblo venezolano, en la clase trabajadora, el espíritu revolucionario que ayudó a despertar Hugo Chávez sigue rebosante de vida. Es por ello que la revolución Venezolana tiene todavía mucho que decir y seguirá siendo un amenaza para la burguesía y el imperialismo.
La campaña tanto interna como externa de los capitalistas llena de odio y calumnias está ya desatada y va a buscar ocultar el legado revolucionario de Hugo Chávez a los ojos de los trabajadores de todo el mundo. También intentarán todo tipo de maniobras para intentar tumbar la revolución y el gobierno, creyendo equivocadamente que sin su máximo dirigente la misma está acabada. Los trabajadores y el pueblo deben estar vigilantes ante cualquier intento golpista de los contrarrevolucionarios confiando solo en su movilización y sus propias fuerzas.
El presidente Chávez deja el testigo de la revolución a la clase trabajadora venezolana para que culmine la revolución socialista en Venezuela frente a la presión de los capitalistas, imperialistas y reformistas. Es tarea de los trabajadores revolucionarios organizarse dentro del PSUV y el movimiento bolivariano para llevar adelante el legado de Chávez y construir una organización de masas con el programa, la táctica y estrategia del marxismo revolucionario. De esta manera los trabajadores, los campesinos, los pobres de Venezuela podrán tomar efectivamente el poder, expropiando a los capitalistas y destruyendo su Estado, creando con ello las bases para una sociedad socialista en Venezuela.
¡Viva Hugo Chávez!
¡Viva la revolución venezolana!
¡Viva la lucha por el socialismo en todo el mundo!