Familias de acogida denuncian la prosperidad
del “negocio de los niños tutelados” y critican las dificultades que tienen
para recibir pequeños en sus hogares.
La última noticia
sobre el asunto que leyeron en la prensa puso muy nerviosas a las familias que
llevan un año o año y medio en lista de espera para recibir en su hogar un bebé
desamparado. La Xunta acababa de concertar 25 nuevas plazas para recién nacidos
en el centro de acogida de la Diputación de A Coruña. Veinticinco nuevas cunas
que se venían a sumar a las 828 plazas de internamiento ya existentes, para
menores protegidos de todas las edades (52 para menores de seis años), en los
79 centros que hay repartidos por toda Galicia, la mayoría de ellos de carácter
privado, incluidas órdenes religiosas.
Desde entonces, las quejas arrecian en la FAG, según
reconoce la asociación que aúna y representa a las Familias Acolledoras de
Galicia. Estos padres de prestado para niños que un día aspiran a poder volver
con sus madres biológicas o ser adoptados no entienden cómo, en medio de un mar
de recortes, los conciertos no solo siguen a flote, sino que se incrementan
mientras ellos siguen de brazos cruzados. Algunos llegan a hablar de “intereses
creados”, del “negocio que hay montado en torno a los niños tutelados”, e
incluso de “represalias” contra alguna familia que criticó el sistema “dando la
cara” y ya nunca volvió a recibir niños en su casa. Por eso no quieren aparecer
con sus nombres.
Una plaza en un centro de acogida, según admite la propia
Consellería de Traballo e Benestar, le cuesta a la Administración gallega “una
media de entre 1.360 y 1.560 euros mensuales que incluyen el gasto en agua y
luz”. Pero las familias en espera (que también pagan la factura de Gas Natural
y la de compañías como Aquagest) aseguran que el dato que facilita el
departamento de la Xunta responsable de las tutelas no coincide con el que
leyeron en su día en el Diario Oficial de Galicia, donde aparecían conciertos
“de 3.000 y hasta de 5.000 euros en el caso de bebés” y que deben pagarse “sí o
sí porque hay un concierto”, añaden, aunque las camas estén desocupadas.
Mientras tanto, los
hogares acogedores, cada mes que tienen a su cuidado una criatura, reciben una
cantidad variable que oscila entre los 240 euros (en el caso de niños mayores de
tres años) y los 600 (los pequeños hasta un año). Las cuantías, según su
relato, las obligan, por descontado, a correr con todos los gastos, desde la
ropa, el cochecito y la manutención hasta la formación y los desplazamientos de
los menores, que con periodicidad deben ser trasladados, a lo mejor a otra
ciudad, para ser vistos por sus auténticos padres en los puntos de encuentro.
Los padres acogedores,
registrados en un banco de familias ya evaluadas y aptas, describen algunos
casos sangrantes, como el de un menor con un alto grado de minusvalía
reconocida, con los sentidos fundamentales prácticamente anulados y dificultad
cognitiva. Su familia de acogida, con recursos limitados para atender tal
problemática, “recibe de la Xunta 400 euros y tiene que pedir ayuda por su
cuenta a la ONCE”.
Las denuncias llegan al
Valedor do Pobo. De momento, tres familias han recurrido a esta institución y
“va a haber más”, anuncian. Los padres críticos reclaman al Valedor un informe
que revele la situación real de los centros y el número de niños que acogen,
también cuántos de estos menores que se crían sin familia llegan a los 18 años
con estudios. Preguntan, además, por el estado “caótico” de los llamados puntos
de encuentro de la Xunta, el lugar oficial de contacto entre los niños
tutelados y sus progenitores, después de que se conociese que en el de
Pontevedra “se han suspendido temporalmente las visitas de los más pequeños
porque no hay calefacción y hace mucho frío”.
España es el país de
Europa occidental con más cunas institucionalizadas y menos acogida en hogares
y Galicia está entre las comunidades autónomas con más plazas en centros, en el
polo opuesto de Baleares, que ya no las tiene para niños menores de seis años.
El Reino Unido decidió eliminar esta forma de tutela de los pequeños en primer
lugar y el Senado español, siguiendo la tendencia europea, aprobó en 2010 una
propuesta que, entonces, se creyó llamada a sentar las bases de una ley de
adopción nacional y acogimiento familiar. La Cámara Alta consideraba necesario
desalojar de los centros de menores a los niños de entre cero y seis para
ponerlos al abrigo de familias de acogida. Con la llegada de Rajoy al Gobierno,
el desarrollo legal se estancó, pero varias comunidades avanzaron en la
dirección convenida.
En Galicia, Benestar
suele decir que el 70% de los niños tutelados están con familias, pero en este
porcentaje incluye los 1.111 que viven con la “familia extensa” (abuelos, tíos,
etc) una situación totalmente diferente de la acogida con “familia ajena”, con
una cifra muy inferior (144 menores en toda la comunidad). Por su parte, los
centros concertados, con sus 828 plazas de residencia y sus 375 de atención
diurna, se reparten actualmente 691 menores, según la consellería.
Pendientes de dejar un
centro e irse a vivir a un hogar desconocido por poco o por mucho tiempo, según
la Cruz Roja —la institución en la que la Xunta delega la gestión del programa
de Familias Acolledoras— hay 39 menores, de los que 18 son mayores de 12 años y
21, más pequeños. Entretanto, también según la ONG que evalúa la idoneidad de
los hogares para cada caso de niño tutelado, 55 familias que aparecen en el
banco de datos oficial esperan la oportunidad de acoger al tiempo que otras 111
tienen algún menor que no es suyo en su casa.
Las 55 que no reciben
niños se preguntan por qué esos 39 menores no pueden estar con ellas. Y la respuesta,
tanto de la Xunta como de Cruz Roja (encargada de desarrollar el programa,
desde 1995, con los 300.000 euros que le paga anualmente el Gobierno gallego),
es la misma. “Trabajamos con personas”, explica la responsable de la gestión
del banco de familias en la ONG, Mónica Castelao, que dirige una decena de
psicólogos y trabajadores sociales repartidos en cinco sedes. “Cada niño es un
caso diferente, tiene unas necesidades, unos problemas, unas circunstancias
únicas y lo que tenemos es que encontrar una familia idónea. Los recién
nacidos, por ejemplo, requieren a alguien libre las 24 horas del día. No todas
las situaciones encajan, y eso a veces hay que hacérselo ver a algunos padres
acogedores. Porque no lo ven”.