Regresamos a “Aquella España nuestra” a toda pastilla.
Volvemos al pasado cuesta abajo y sin frenos. Estamos en la época de internet, sí, pero los sabores rancios y el olor a naftalina se mezclan con los smarphones, las play stations y las xboxen una desconcertante simbiosis donde vuelven los efluvios de aquella España nuestra, “devota de Frascuelo y de María“, que con tanto dolor de su alma retratara en su día Antonio Machado.
Gallardón con la criminalización del aborto, más papista que el papa; Wert con la demolición de la educación pública y desmotivando, con la subida del IVA, a acudir al cine y al teatro; Báñez, Montoro yde Guindos orquestando un contexto en el que los trabajadores, -los que queden, claro- aguanten sometidos, explotados, temblorosos y calladitos; Matoacojonando a los viejos, que vuelven a meter el poco dinero que conservan en el colchón para asegurarse medicinas y médicos cuando se pongan malitos, colchones que Montoro rastrea para meterles mano en busca de dinero negro, que para qué va a ir a buscarlo en los bancos, en los cortijos de los señoritos o en la contabilidad “b” de su propio partido…
Todo huele ya a aquella España nuestra “de las aras quietas, de las vendas negras sobre carne abierta” que cantara la malograda Cecilia. El opusdeísta ministro del interior (el opus dei siempre tiene que estar en medio) nos quiere empurar por salir a la calle, por enarbolar según qué pancartas, por increpar a según qué políticos, por insultar según qué banderas o por no cantar a “su querida España” con aquellos himnos felizmente olvidados. ¿Que eso no lo han dicho aún? Tranquilos, que todo llegará. Nos quieren devolver a aquella España nuestra, la de la sumisión de la mujer que promueve el arzobispo de Granada, la del insulto al moro y la desconsideración a los gitanos, la de la miseria, la de buscar el sustento a la desesperada…
Leo el libro de Jesús Pozo que “La Esfera de los libros” ha editado hace pocas semanas y no puedo menos que considerarlo premonitorio. Los retratos de la España de los años cuarenta y cincuenta que veo en él, todos inéditos, muestran el país al que los fachas que nos gobiernan parecen querer devolvernos sin remedio. Una España donde se hacían tortillas sin huevos y el tabaco eran las cáscaras de naranja secas y trituradas, una España donde las energías y las horas se gastaban en la lucha por la supervivencia y no quedaba tiempo ni para pensar, y si te daba por hacerlo acababas en la cárcel. Una España analfabeta, donde las posibilidades que los pobres tenían de estudiar eran pocas y las becas para conseguir hacerlo menores aún.Una España donde cuatro millones de personas abandonaron sus lugares de procedencia para buscar en otros una ocupación que les diera de comer…
Salimos de aquello muy rápido, sí. Casi disparados, en menos de veinte años. Tan rápido que me parece que estamos en pleno efecto rebote, porque volvemos a encontrarnos más cerca de “aquellos años” de lo que nos creemos. Hemos vivido un teórico e ilusionante paréntesis que estos carcamales se han propuesto convertir en espejismo. Es como si quisieran cerrar un círculo y borrar un período de nuestra historia donde hubiéramos vivido un sueño en el que nos llegamos a creer, infelices de nosotros, europeos, libres, modernos y a salvo de la caspa y el meapilismo.
Seremos todo lo europeos que queramos, pero los somos para lo malo y no acabamos de verle la punta a nada de lo bueno. Menos mal que parece que aún somos ciudadanos. Aunque por el camino que vamos las leyes de estos fascistas que, con la coartada de haber ganado por mayoría absoluta, gobiernan a golpe de decreto, nos van a acabar convirtiendo en súbditos. Como en “Aquella España Nuestra” el libro en el que Pozo nos pone ante nosotros mismos y nuestra propia historia con fotos que funcionan como un espejo demoledor, las consecuencias de los destrozos de ahora pueden dar perfectamente, más pronto que tarde, para una nueva edición actualizada a la que llamar “Aquella… y esta España nuestra“. Esta España en la que volvieron a hacer añicos nuestras libertades, nuestro bienestar y buena parte de nuestras esperanzas. Si nos dejamos, claro.