La pregunta no es si la concejal y portavoz del
Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, tiene que dimitir. Ni tampoco si
debe pedir disculpas, o si fue un error ponerla en las listas estando
imputada. Las grandes preguntas de este caso son otras.
¿Qué pinta una capilla católica en una universidad pública de un Estado
que en su Constitución se dice aconfesional? ¿Acaso hay también una
mezquita? ¿Una sinagoga? ¿Un rincón de rezos al espagueti volador?
¿Qué clase de Código Penal tenemos en España para que
una protesta pacífica –sí, pacífica: corear consignas o enseñar las
tetas dista mucho de ser violencia, aunque se digan palabrotas o se
elogie el sexo oral entre mujeres– pueda ser condenada con un año de
cárcel cuando “ofende a los sentimientos religiosos”? ¿Por qué razón el
“sentimiento religioso” debe estar presente en la ley? ¿Cabe el delito
de blasfemia en un país democrático y aconfesional?
¿Por qué es ahora, justo ahora, cuando transciende que
el fiscal pide un año de cárcel contra Rita Maestre en un escrito de
hace un año por un proceso judicial que se inició hace cuatro años?
¿Qué entendían por "Je suis Charlie" los que hace nada repetían que
eran Charlie? ¿Nunca leyeron la revista o es que no hablan francés?
¿Por qué la justicia rusa es tiránica y totalitaria cuando encarcela a
las Pussy Riot pero no lo es la española cuando pide un año de cárcel
por una protesta similar? ¿Cuál es exactamente la diferencia entre una
"asaltacapillas" –como califica la derecha a Rita Maestre– y unas
"luchadoras por la libertad"?
¿Alguien sabe explicar
por qué razón toda la prensa de papel es unánime en destacar los tuits
de Guillermo Zapata en sus portadas, pero ni uno solo de los periódicos
tiene un hueco en ellas para contar que el caso Gürtel será juzgado por dos jueces nombrados por el PP?
¿Por qué la misma prensa que es tan comprensiva con el dinero negro y
las cuentas en Suiza es tan contundente con el humor negro y las cuentas
en Twitter?
¿Por qué razón el PP considera motivo de
dimisión hacer mofa de las víctimas del nazismo, mientras mantiene como
portavoces a dos diputados –Rafael Hernando, Pablo Casado y tantos
otros más– que se han burlado de las víctimas del franquismo y no han pedido disculpas jamás? ¿Es que Alemania nos pilla más cerca que las cunetas de este país?
¿Cómo es posible que un ministro de Interior que no ve problemas en homenajear a la División Azul y se recoge a “meditar” en la tumba de Franco, el Valle de los Caídos, se atreva a dar lecciones a los demás?
¿Cómo tolerar que el mismo PP que ha hecho propaganda electoral xenófoba pretenda denunciar los tuits de Zapata en el Parlamento Europeo por “racistas”?
Las respuestas a estas preguntas son bastante obvias. Tan obvias como
la campaña organizada de la derecha política y mediática contra las
candidaturas que legítimamente gobiernan en Barcelona, en Zaragoza, en
Santiago, en Cádiz, en A Coruña, en Valencia y en Madrid.
No les han dado ni 24 horas de plazo. No van a parar.