El nuevo recorte, de 65.000 millones de euros, anunciado por Rajoy el miércoles 12 supone un ataque sin precedentes contra la clase obrera, los empleados públicos y los parados.
Entre las medidas aprobadas por el gobierno de la derecha destacan:
-Se rebaja el importe de la prestación por desempleo a partir del séptimo mes un 16’6%.
-Se suprime la paga extra de Navidad de todos los empleados públicos, que también volverán a ver disminuidos sus
días de libre disposición.
-Sube el IVA. El tipo general, del 18 al 21% y el reducido (el que se aplica a la mayoría de los alimentos), del 8 al 10%.
Esto representa un aumento del 16% y del 25% respectivamente en el dinero a pagar en concepto de impuesto en
una compra.
-Se elimina la deducción por compra de vivienda.
-Se adelantará el calendario de recorte de las pensiones y se restringirá la jubilación anticipada.
-Se les hace un nuevo favor a los empresarios rebajando en 2 puntos las cotizaciones sociales.
Estos recortes se producen en el momento en que se ha aprobado un rescate de cerca de 100.000 millones de euros a la gran banca, los auténticos responsables de la crisis que padecemos. Las consecuencias de este trasvase de riqueza al capital financiero, como prueban las medidas adoptadas por el PP, no se han hecho esperar: los banqueros siguen manteniendo sus beneficios a costa del empobrecimiento general de la población y de un ataque salvaje a las conquistas del movimiento obrero.
La derecha ha dejado claro para quién gobierna y a qué intereses sirve: los de la gran banca, la CEOE y el capital internacional. Por eso los diputados del PP aplaudían como locos y se reían mientras Rajoy anunciaba en las Cortes estas medidas que tanto sufrimiento va a provocar a millones de personas. La movilización de la juventud y de la clase obrera también debe tener como objetivo crear las condiciones para tumbar a este gobierno reaccionario y capitalista.
Estos nuevos recortes, que se suman a las agresiones anteriores, exigen una respuesta contundente. En este sentido, al mismo tiempo que decimos que es positivo que CCOO y UGT hayan convocado una jornada de manifestaciones en todo el Estado para el jueves 19, también decimos que es totalmente insuficiente. Los dirigentes sindicales deben rectificar urgentemente su estrategia y basarse en la fuerza que la clase trabajadora y la juventud ha demostrado en las grandes movilizaciones de este año, para frenar estos ataques.
La burguesía está en una actitud muy dura y no frenaremos sus ataques con meras manifestaciones que dejen patente nuestro malestar. Ni tampoco los vamos a frenar con un rosario de movilizaciones sectoriales como las que se han venido convocado en los últimos meses, cuando los intereses que tenemos los trabajadores de todos los sectores son los mismos. Hay que unificar todas las luchas. Solamente una auténtica rebelión social de la clase obrera que ponga el país patas arriba puede frenar a los capitalistas. El ejemplo de la lucha de los mineros, con una huelga indefinida de casi dos meses y la recepción multitudinaria en Madrid, reflejan rotundamente y una vez más que existe una extendida voluntad de lucha por parte de los trabajadores y la juventud. Es necesario que las direcciones de CCOO y UGT se coloquen a la altura de las circunstancias y convoquen otra huelga general, y esta vez UNA HUELGA GENERAL DE 48 HORAS. Esto es lo que Toxo y Méndez tienen que anunciar el día 19, en vez de esa consulta popular prevista para el otoño que no servirá para nada. ¿O es que alguien se piensa que el PP no sabe ya que la gran mayoría de los trabajadores estamos en contra de los recortes?
Pero para que nuestra lucha obtenga resultados hay un requisito fundamental: tiene que ir dirigida a la raíz del problema. Y el problema es que la burguesía quiere proceder a una nueva distribución, más injusta, de la riqueza, aprovechando una crisis económica cuya causa última es la propia naturaleza del capitalismo, es el propio sistema. Y precisamente por esto ellos van a continuar con los recortes mientras los trabajadores no digamos ¡BASTA! y actuemos en consecuencia para pararles los pies.
Tenemos que luchar contra todos estos ataques. Y la mejor forma de hacerlo es dotando a nuestra lucha de un claro carácter político, es decir, que no sólo vaya dirigida a intentar frenar los ataques, sino que también sirva para extender la conciencia socialista, la conciencia de que solamente un cambio revolucionario, solamente la transformación socialista de la sociedad nos garantizará un futuro digno.
Los capitalistas saben muy bien lo que quieren y lo que tienen que hacer para conseguirlo, y además están dispuestos a hacerlo. Lo que falta ahora es que el movimiento obrero también tenga claro sus objetivos. En este sentido, lo que impide que la lucha de los trabajadores se arme con la estrategia necesaria es que los dirigentes de nuestras organizaciones (tanto sindicales como políticas) no creen en el socialismo y sólo aspiran a intentar convencer a los capitalistas para que vuelvan a ser “civilizados” (al menos desde la perspectiva de los países desarrollados de Occidente). Pero su intento será en vano.
Toda la riqueza que se crea en el mundo, todo el funcionamiento de la sociedad descansa sobre el trabajo de la clase obrera. Esto es lo que nos da a los trabajadores nuestra inmensa fuerza potencial. Pero para que esa fuerza potencial se convierta en fuerza real tenemos que ser conscientes de ello y tiene que haber voluntad de usarla. La experiencia demuestra que los actuales dirigentes del movimiento obrero no tienen esa voluntad. A pesar de que la política de pactos y consensos practicada por las cúpulas sindicales durante todos estos años no ha servido para defender nuestros derechos, su alternativa en estos momentos es un gran pacto social frente a la crisis. Con esta estrategia, es imposible defender nuestras conquistas.
La alternativa no es crear nuevos sindicatos, sino cambiar los existentes. Para esto hay que construir en su seno una fuerte corriente marxista que los dote de una dirección con una perspectiva política socialista. Una dirección marxista dispuesta a enfrentarse con el capital, que anime a responder a todos los ataques y que organice esa respuesta porque no luchar significa siempre perder. Y, sobre todo, una dirección que comprende que los intereses de la burguesía y los trabajadores son absolutamente incompatibles en todo momento y lugar, y que comprende que los problemas de nuestra clase sólo podrán solucionarse de forma permanente si eliminamos el sistema capitalista. Las luchas inmediatas deben servir para preparar la lucha decisiva: la lucha por la transformación socialista de la sociedad.
¡POR LA UNIFICACIÓN DE LAS LUCHAS Y LA HUELGA GENERAL DE 48 HORAS!