Esther Serrano dejó el pasado viernes a su hijo Ramón Barrios, de 18 años, en el centro de menores Teresa de Calcuta, en Brea de Tajo. Eran las ocho de la tarde. Al día siguiente recibió en su casa una visita inesperada. Personal del centro de internamiento, de gestión privada, se acercó hasta el domicilio, en el barrio de Villaverde Alto, para informarle de que su hijo había muerto esa noche de un paro cardiaco. La madre no se lo podía creer, pero en medio del estupor decidió incinerar a su hijo el domingo a las siete y media de la tarde, como incluso se llegó a publicar en una esquela. Durante la mañana del domingo, centenares de familiares y amigos de Ramón se acercaron hasta el Tanatorio Sur. Pocas horas antes del sepelio, un tío del chico y algunos amigos quisieron ver el cadáver y descubrieron varios arañazos y moratones. Con una cámara digital sacaron algunas fotos y ordenaron paralizar el entierro.
El cuerpo de Ramón está desde entonces en una cámara del tanatorio. La familia quiere que se le haga una segunda autopsia. El avance de la primera, que se le practicó la misma noche de su muerte, indica que no se aprecian signos de violencia, razón por la que el juez permitió su incineración. Pero la familia no entiende cómo al "niño", al que definen como un chico alegre y sano que de vez en cuando "se fumaba un porro", se le ha podido parar el corazón sin más.
Era el tercer fin de semana que Ramón acudía al centro para cumplir una pena de 12 meses por un hurto que había cometido cuando tenía 17 años. Ese viernes, antes de irse, se despidió de su hermana, a la que llamaba Tata, y de algunos de sus vecinos. La Tata asegura que se fue contento aunque le había contado que el domingo anterior había tenido un "pequeño problema" porque le descubrieron fumando en la habitación. No era la primera vez que Ramón pasaba por un centro de menores. Ya había cumplido 18 meses en uno y tenía pendiente otra condena de ocho fines de semana.
Fuentes del Gobierno regional aseguran que el joven presentaba "síntomas no adecuados" para su internamiento cuando llegó al centro, aunque su madre sostiene que estaba "perfectamente tranquilo". Según una portavoz de la Consejería de Presidencia, el joven sufrió un ataque de ansiedad y poco después un paro cardiaco. Eran las tres de la madrugada. Al llegar la ambulancia los médicos intentaron reanimarlo, sin éxito.
Ni Esther ni la Tata se explican por qué nadie les avisó hasta las doce de la mañana del sábado. Desde la Consejería aseguran que se siguió el protocolo y que para dar la noticia a la madre reunieron a un equipo de psicólogos, que acompañó al coordinador del centro hasta su casa.
Tras conocer el caso, la portavoz socialista de Asuntos Sociales de la Asamblea de Madrid, Matilde Fernández, solicitó ayer más información al Gobierno regional. La consejera de Presidencia, Regina Plañiol, aseguró que dará todas las explicaciones necesarias cuando se conozca el resultado de la primera autopsia.
La familia presentó ayer ante el juez las fotografías del cadáver. Mientras esperan que no se cierre el caso, el cuerpo de Ramón espera en el tanatorio.