Prólogo del libro Es mi hija
Conocí a Francisco Cárdenas en el otoño de 2010, durante la
presentación del libro Molly. Historia sobre los centros de menores en
Cataluña, que escribí junto al periodista Jesús Martínez. Resultó
sorprendente que, al mismo tiempo y sin conocer su historia, ambos
hiciéramos las mismas indagaciones para desentrañar las fisuras del
sistema de protección de menores.
Él desde su propia tragedia personal; nosotros desde el oficio
periodístico. Ambos motivados por la sospecha, luego confirmada, de que
la Administración puede cometer errores. Nos impulsaba la necesidad de
contar una historia, que era también la de muchas personas. Pero no
pudimos conocernos antes de la presentación del libro, y me sentí
desgraciado por esto. Cárdenas pudo haber sido una de las 30 fuentes
consultadas para el desarrollo de Molly, quizás la más útil e informada,
tanto, que ahora su propia historia toma cuerpo en este libro. Cuando
muchas personas tratan de ocultar una información es un indicio de que
se trata de un tema relevante para la sociedad.
Es lo que ha ocurrido con Molly y con el libro de Cárdenas. Lo han
intentado funcionarios, políticos y hasta responsables de algunos medios
de comunicación. Afortunadamente, España ya no es una dictadura, pero
todavía sufre de resaca autoritaria. Cuando se niega el acceso a
documentos públicos, cuando los responsables políticos dan explicaciones
ambiguas, cuando se toman decisiones irreparables en la vida de una
familia sin la intervención de un juez, estamos ante vicios que un país
democrático debería enmendar. Cárdenas, que no es periodista pero que lo
parece, se ha enfrentado a todo esto con el único recurso del amor a su
hija. Y con esto ha conseguido que la sociedad se interese por su
lucha, desde su intervención en el parlamento catalán, en las
concentraciones con decenas de padres como él, hasta las reuniones a
puerta cerrada con altos cargos que han concluido con la indiferencia,
la condena o una disculpa.
Sin embargo, Cárdenas no sólo se ha encontrado con gente que desea
silenciarlo. También ha conocido mucha gente que reclama que se conozca
su caso, que han hecho suya su demanda, como son las 500 personas que
pertenecen a la asociación que él ayudó a crear. A estas hay que sumar
todos los menores que, en ocasiones, tienen una opinión diferente a la
de los funcionarios del sistema de protección de menores; los abogados
que les representan porque entienden que enfrentarse a la Administración
no es fácil pero a veces vale la pena; la familia extensa de estos
niños que ha sido ignorada como alternativa para la tutela; los
psicólogos y los trabajadores sociales que han visto de cerca las
fisuras del sistema que algunos insisten en tapar con inútiles parches;
el Defensor del Pueblo y el Síndic de Greuges, que han señalado en
sendos informes las graves deficiencias que aún esperan ser corregidas…
Para Cárdenas publicar este libro no ha sido fácil. Primero tuvo que
luchar durante tres años en los tribunales para que esta obra tenga
sentido, para que el relato madure, de manera que justifique su
existencia. A diferencia de otros libros publicados por personas ajenas
al oficio de la escritura, esta no es una obra producto de la vanidad ni
la arrogancia. Si a Francisco Cárdenas no le hubieran separado de su
hija, a lo mejor nunca habría tenido la necesidad de hacerlo. Por eso
hay que leerlo como lo que es: un libro necesario para comprender lo que
está funcionando mal en el sistema de protección de menores.
Gustavo Franco Cruz, Periodista