“Se dice que las casas de acogidas de todo el país son
espacios creados para que les permita reflexionar sobre su situación personal y
planificar su futuro, apoyarlas y reforzar su autoestima y la de sus hijos e
hijas y para que encuentren los medios necesarios que posibiliten su
independencia y autonomía de cara a su plena recuperación personal y su
inserción sociolaboral. Pero la realidad es bien distinta”. Este testimonio es
de Jessica Fillol, nacida en Sabadell en 1981 y bloguera profesional, lo cuenta
con detalle en su página personal Y tendré yo la culpa si las cosas son así…
Perfecta muestra de ello son los vídeos que adelanta
Diario16.com. En este trabajo elaborado por las integrantes de la asociación
gallega Ve La Luz –que permanecieron en huelga de hambre en la Puertal del Sol
durante la manifestación feminista del pasado 7-N y se enfrentaron cara a cara
con la violencia machista que ejerció un grupo de padres que supuestamente
pretendían defender de este modo el derecho a la custodia compartida– se pueden
escuchar testimonios de mujeres supervivientes de la violencia machista que estuvieron
residiendo en la casa de acogida de A Coruña y también de trabajadoras del
mismo centro.
Los testimonios son estremecedores y destapan una realidad
que hasta ahora pasaba completamente desapercibida por la opinión pública en
general. Falta de libertad, restricciones incomprensibles, atención
sociosanitaria deficiente, son algunas de las lagunas que algunas mujeres
acogidas y ex trabajadoras del centro de A Coruña denuncian en estos vídeos
ahora hechos públicos. Las entrevistas a supervivientes y trabajadoras del
centro gallego han sido realizadas por la presidenta de la Asociación Ve la
luz, Gloria Vázquez.
Fillol denuncia que son precisamente las mujeres que viven
temporalmente en estas casas de acogida las que “muchas veces” son sometidas a
un “régimen carcelario” alegando que es “por su propia seguridad”, al tiempo
que sus agresores, muchas veces con órdenes de alejamiento en vigor “y penas
irrisorias”, que en su gran mayoría no llegan a entrar en prisión, “y se pasean
a sus anchas, tan campantes, mientras sus víctimas deben vivir recluidas y con
miedo a volver a encontrarse cara a cara con sus agresores”, cuenta la
activista.
Desde la asociación Ve la luz se resalta que las denuncias
sobre la casa de acogida de A Coruña no son “un caso aislado”. Las denunciantes
aseguran que “son muchas las casas de acogida, como la de A Coruña, que en vez
de actividades de recuperación, restringen a las mujeres allí acogidas víctimas
de violencia de género al acceso a psicólogos, servicios jurídicos y ayudas
económicas”.
Estos testimonios directos tanto de ex trabajadoras como de
supervivientes de violencia de género que han tenido la valentía de alzar su
voz para pedir ayuda pese a que en su momento se las obligó a firmar un
contrato de confidencialidad que en principio les impedía contar lo que allí
sucediera son claros y contundentes de una realidad oculta que pocos conocen de
la labor que realizan los centros de acogida en España.
Los cinco testimonios a los que ha tenido acceso Diario16.com
son estos:
Testimonio 0. Pleno municipal A Coruña. Intervención de la
Asociación Ve la luz.
Testimonio 1. Ex trabajadora casa de acogida de A Coruña.
Esta ex trabajadora cuenta que las presiones a las que están
sometidas las mujeres acogidas es tal que llegan a recibir amenazas, vejaciones
y coacciones, e incluso llegan a enfrentarse por la comida. “En muchas
ocasiones, además de la violencia sufrida en su relación, son también sometidas
a violencia institucional, expulsadas de las casas de acogida, estigmatizadas y
condenadas a vagar durante días por las calles porque no tienen a dónde ir”,
explican en la Asociación Ve la Luz.
También las ex trabajadoras de estos centros que en su día
fueron amenazadas y expulsadas de sus puestos de trabajo hoy deben seguir
ocultando su identidad para poder difundir sus testimonios de lo que ocurre
tras los muros de estas casas de acogida.
Testimonio 2. Ex trabajadora.
“Esta es la voz de quienes son amenazadas, sometidas a la
extorsión, represaliadas y expulsadas por no responder al perfil de carcelaria,
por entregar a escondidas a las supervivientes de violencia de género y a sus
hijos e hijas una botella de agua, un yogur o un pañal extra a escondidas, por
darles un abrazo prohibido o simplemente por escucharlas”, denuncian desde la
Asociación Ve la luz.
Racionamiento de alimentos, agua, pañales, toques de queda,
prohibiciones de llamar por teléfono, condiciones de insalubridad,
restricciones a psicólogos, amenazas, extorsiones, expulsiones, difamación…
Todo esto ocurre, según estas ex trabajadoras, en un centro cuyo objetivo es
crear un espacio de acogida con apoyo personal, psicológico, jurídico y social
para conseguir devolverles la dignidad a quienes han sobrevivido a una de las
peores formas de violencia, a quienes se siguen encontrando en una terrible
situación de emergencia.
Testimonio 3. Superviviente de violencia de género en la casa
de acogida de A Coruña.
La voz distorsionada que se escucha en esta grabación
telefónica es de una de las supervivientes que con su hijo residió en la casa
de acogida de A Coruña. A pesar de que hace apenas unos meses que salió de esta
“cárcel” o “casa del terror” –como ellas mismas la denominan–, ella aún no
puede mostrar su voz ni su imagen porque
tiene miedo a represalias.
Testimonio 4. Superviviente de violencia de género en la casa
de acogida de A Coruña.
Aquí, una víctima de violencia de género que llegó a la casa
de acogida de A Coruña con sus hijos detalla cuál es el “programa de atención y
apoyo” del centro. Hace ya más de seis meses que salió de allí despavorida con
el trato recibido.
Desde las 7:30 horas, antes de que puedan ocuparse de sus
hijos y llevarlos al colegio, comienzan las actividades en el centro o
“cárcel”, como ellas lo llaman: poner el desayuno a empleadas y demás
trabajadoras, recoger, limpiar y por último desayunar ellas y sus hijos.
El resto de la jornada la pasan fregando y limpiando las
instalaciones, pero ni a ellas ni a los niños les está permitido asomarse a las
ventanas a tomar el aire o simplemente mirar a quienes circulan por las calles.
Pero, contradictoriamente, sí deben limpiar los cristales, “porque por lo visto
cuando limpian cristales no corren peligro de ser vistas…”, denuncián desde Ve
la luz. Tampoco les está permitido hablar por teléfono y leer la prensa.